/ martes 26 de abril de 2022

Rescate tierra | El Experimento Ruso


Nunca habíamos estado tan cerca de una guerra mundial. En los últimos 70 años, después de la Segunda Guerra Mundial, la crisis de los misiles de Cuba en 1962, la Guerra de Vietnam, los frecuentes ataques de grupos islámicos, las Torres Gemelas, los atentados de la Cumbre de París, Siria. Nunca habíamos estado tan cerca de una guerra mundial.

Parece inconcebible que Putin, arriesgue la paz mundial. Quizá su primer escarceo bélico de interés global, fue la invasión de Crimea en 2014, entonces, observó las sanciones que le impusieron, la reacción de la OTAN, de los países alrededor de Ucrania, de Estados Unidos, la Unión Europea, sus aliados comunistas y socialistas, sufrió las sanciones económicas. Y decidió que lo podía volver a hacer.

Es curioso, los países funcionan como entes orgánicos con vida propia. Seres vivos motivados por las pasiones y necesidades elementales del ser humano, las cuales al ser mal orientadas dejan salir la maldad del hombre, para satisfacer sus deseos, mostrando un egoísmo al cual no le importa el daño que haga.

Un niño en formación, entre 1 y 5 años todo quiere para él. Llora para que lo atiendan, se apodera de las cosas, hace berrinche cuando se las quitan y si no es instruido en el respeto a las personas, las golpea.

No conoce límites, los define por ensayo y error para descubrir que cosas le dejan hacer. Se tira al suelo, patalea, golpea, amenaza, siempre tiene la razón y cuando limitan su abusiva libertad, acusa a los demás e intenta hacerlos culpables, se victimiza, no es responsable de nada.

En su comportamiento cuenta con aliados y detractores. Los primeros lo solapan por conveniencia, miedo o apatía. Los segundos, intentan corregir su comportamiento anómico y destructivo.

El problema para corregirlo con éxito es la autoridad. Los padres tienen la autoridad y responsabilidad de educar a un hijo con valores sociales, respeto a la vida humana, disposición al diálogo, amor, para integrarse al grupo social con éxito y lograr armonizar el conjunto de acciones. Cuando no hay educación, ni respeto, ni amor, ni integración, el egoísmo se convierte en el arma para la supervivencia de los intolerantes y la dejadez en los apáticos.

Rusia midió los límites, hasta donde la dejarían llegar las naciones del mundo, sus compañeros de casa, conoció a sus aliados y ya sabe de quienes más puede apoderarse y que consecuencias puede soportar. La violencia del ejército ruso parece no tener fin. Es como el chamaco buleador que anda golpeando, provocando y escupiendo a todos su miseria espiritual, porque puede. Porque nadie logra hacerle comprender que el respeto a la vida ajena es un principio de convivencia humana y que humillar al adversario hace que los débiles se unan para enfrentar al enemigo.

Las naciones son el reflejo del carácter de quienes las gobiernan y las naciones, igual que las personas, no cambian a menos que nazca en ellos una conciencia crítica que exhiba sus errores y les de fuerza para corregirlos, escuchando las propuestas que edifican a la mayoría y dan bienestar, buscando sembrar amor en quienes les rodean y hacer el bien, aunque se tenga el poder para hacer daño.


Nunca habíamos estado tan cerca de una guerra mundial. En los últimos 70 años, después de la Segunda Guerra Mundial, la crisis de los misiles de Cuba en 1962, la Guerra de Vietnam, los frecuentes ataques de grupos islámicos, las Torres Gemelas, los atentados de la Cumbre de París, Siria. Nunca habíamos estado tan cerca de una guerra mundial.

Parece inconcebible que Putin, arriesgue la paz mundial. Quizá su primer escarceo bélico de interés global, fue la invasión de Crimea en 2014, entonces, observó las sanciones que le impusieron, la reacción de la OTAN, de los países alrededor de Ucrania, de Estados Unidos, la Unión Europea, sus aliados comunistas y socialistas, sufrió las sanciones económicas. Y decidió que lo podía volver a hacer.

Es curioso, los países funcionan como entes orgánicos con vida propia. Seres vivos motivados por las pasiones y necesidades elementales del ser humano, las cuales al ser mal orientadas dejan salir la maldad del hombre, para satisfacer sus deseos, mostrando un egoísmo al cual no le importa el daño que haga.

Un niño en formación, entre 1 y 5 años todo quiere para él. Llora para que lo atiendan, se apodera de las cosas, hace berrinche cuando se las quitan y si no es instruido en el respeto a las personas, las golpea.

No conoce límites, los define por ensayo y error para descubrir que cosas le dejan hacer. Se tira al suelo, patalea, golpea, amenaza, siempre tiene la razón y cuando limitan su abusiva libertad, acusa a los demás e intenta hacerlos culpables, se victimiza, no es responsable de nada.

En su comportamiento cuenta con aliados y detractores. Los primeros lo solapan por conveniencia, miedo o apatía. Los segundos, intentan corregir su comportamiento anómico y destructivo.

El problema para corregirlo con éxito es la autoridad. Los padres tienen la autoridad y responsabilidad de educar a un hijo con valores sociales, respeto a la vida humana, disposición al diálogo, amor, para integrarse al grupo social con éxito y lograr armonizar el conjunto de acciones. Cuando no hay educación, ni respeto, ni amor, ni integración, el egoísmo se convierte en el arma para la supervivencia de los intolerantes y la dejadez en los apáticos.

Rusia midió los límites, hasta donde la dejarían llegar las naciones del mundo, sus compañeros de casa, conoció a sus aliados y ya sabe de quienes más puede apoderarse y que consecuencias puede soportar. La violencia del ejército ruso parece no tener fin. Es como el chamaco buleador que anda golpeando, provocando y escupiendo a todos su miseria espiritual, porque puede. Porque nadie logra hacerle comprender que el respeto a la vida ajena es un principio de convivencia humana y que humillar al adversario hace que los débiles se unan para enfrentar al enemigo.

Las naciones son el reflejo del carácter de quienes las gobiernan y las naciones, igual que las personas, no cambian a menos que nazca en ellos una conciencia crítica que exhiba sus errores y les de fuerza para corregirlos, escuchando las propuestas que edifican a la mayoría y dan bienestar, buscando sembrar amor en quienes les rodean y hacer el bien, aunque se tenga el poder para hacer daño.