Los latidos del corazón de Marcos se aceleraron al ver las mentiras que escupían las bocas alucinantes de mentirosos lobos con piel de oveja, que pregonan unidad y paz, mientras con los hechos las destruyen, la adrenalina y noradrenalina fluían por su cuerpo, la mirada aguzada, expectante, los músculos y sentidos listos para la acción repentina, la voz era alta, los movimientos tensos, la respiración corta, pero profunda, nutriendo el oxígeno necesario para dar fuerza. Así reacciona el cuerpo ante el enojo o una amenaza y Marcos sentía cada reacción, consciente, expectante.
Después, vino la paz. La hormona de la paz, es la serotonina, genera reacciones químicas que fomentan la serenidad, el bienestar, el positivismo, el estado mental y físico, que olvida y manda volar los problemas, genera bienestar y el Marcos del relato la sentía, aparentemente sin razón alguna, como quien vio su casa destruida después de Otis y al pasar el enojo, vino una paz melancólica.
La testosterona fue la culpable de la agresividad en Acapulco, ante la impotencia de saber que los bienes acumulados de una vida se perdieron en un instante. Junto con la adrenalina y la testosterona, esa agresividad también se manifiesta en marchas locales o nacionales, acompañadas de destrucción de ventanas, carros y grandes puertas. ¿Quién recuerda el hermoso cristal puesto entre las calles de Independencia a Lerdo en la remodelación del Tribunal Superior de Justicia? en Toluca, en la esquina de Bravo e Independencia, destrozado en una de las marchas feministas que exigían respeto, destruyendo bienes públicos y privados, vidrios de negocios, de edificios municipales, de la Cámara de Diputados. La adrenalina fue la responsable aunque dicen que el cortisol también arma un desastre con todas las emociones.
El hombre, sólo guiado por sus hormonas pasaría de manera frenética a un comportamiento instintivo, característico de las masas humanas que dejan la razón, ante los estímulos sembrados por él líder, que habla lento, pero bonito, el que parecía que daría justicia y paz para todos, que terminaría con el crimen, sería respetado por el Ejército y la razón la equidad y la justicia serían sus guías.
Aquí, entra la razón, ese acto de introspección humana que permite discernir el bien del mal y ayuda a tomar decisiones no hormonales. La negación de los instintos y deseos para hacer lo correcto o lo incorrecto. La razón opera en los dos sentidos puede inhibir el mal y el bien o incentivarlos.
Hay quienes hacen mal porque les conviene y personas que actúan bien, aunque les perjudique.
Es el juego de la razón, sobre las hormonas, acompañadas de la esperanza y deseo por ser favorecidos.
Hacer bien y no mal, ese es el dilema. Ser o no ser, escribió Shakespeare. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, escribió Pablo, el Apóstol de Cristo. La lucha del espíritu sobre la carne.
Todo debería ser considerado en este carnaval de pasiones, que comienza donde quienes quieren representarnos dirán que son buenos, aunque sus oponentes los verán malos.
Marcos sonrió, era tan simple como controlar a las hormonas y pasiones para decidir con la razón, el bien mayor.
Licenciado en Comunicación por la UAEM
Maestrando en Periodismo Político por la Carlos Septién García