Lo que empezó como la noticia de una enfermedad que ocurría en un lugar lejano, hoy es la circunstancia fatal de miles de familias en el país, y de millones en el mundo que han perdido a uno de sus miembros o a un amigo o amiga cercana; a través de los medios y las redes sociales vimos la sombra de ese pasmo doloroso en Italia, en España, y nos solidarizamos y lloramos y cantamos con ellos a distancia, mientras el causante de tales tragedias se adentraba en nuestro continente, en nuestro país, en nuestras vidas.
El COVID-19 llegó para quedarse y, como toda peste, trae consigo penurias, dolor y muerte; créanlo o no, es una alarmante realidad con terribles daños colaterales en la vida de las sociedades, que nos mueve a la resiliencia, esa aptitud del ser humano para superar la adversidad y pensar en un mejor futuro. Corresponde a la actual generación realizar una tarea ejemplar de solidaridad social, empatía y altruismo para salir adelante.
El empezar a abrir algunas actividades comerciales, industriales o de recreación no significa que el peligro ha pasado, al contrario, se potencia; sin embargo, sucederá y tendremos que actuar con mayor responsabilidad frente a lo que se ha denominado la nueva normalidad, que nos impele a cambiar radicalmente la forma de vida, de convivencia y de cuidar la salud.
Así como en la década de 1980 el VIH enseñó a usar el preservativo y a evitar la promiscuidad, en la de 2000 la Influenza AH1N1 nos presentó el cubrebocas que hoy, en 2020, resurge como ese elemento sumamente útil y de bajo costo, que puede salvar vidas.
Su uso conlleva un cambio de mentalidad, pues debemos estar conscientes de que si nos protegemos no solo cuidamos a la colectividad, sino que estamos formando parte de la gran cruzada mundial contra la pandemia, así de trascendente es nuestra decisión de usar este sencillo y vital accesorio.
En días pasados México se posicionó en el sexto lugar mundial con más decesos a causa del COVID-19; asimismo, ocupó el lugar número 10 por la cantidad de contagios, con más de 235 mil casos acumulados, lo cual evidencia que no hemos sido efectivos para hacer frente a este virus tan letal.
En razón de ello, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México emitió la Recomendación 2/2020 sobre el uso de cubrebocas para garantizar el derecho a la protección de la salud frente al COVID-19; en la que llama a la acción a las autoridades estatales y municipales pero siempre bajo los criterios de necesidad, racionalidad, legalidad y proporcionalidad.
A través de la Recomendación se exhorta a emitir un instrumento jurídico idóneo que faculte a la autoridad municipal para verificar el cumplimiento de la medida de prevención y contención del COVID-19, con perspectiva de derechos humanos.
Así, pues, el uso obligatorio del cubrebocas es una medida justa en estos momentos de máxima alerta sanitaria, pues responde al derecho a la vida, que es el bien superior de todas las personas, y al derecho a la protección de la salud, cuya garantía es el acceso para el ejercicio de todos los demás derechos humanos; no obstante, la responsabilidad es de todos y cada uno de nosotros.