/ miércoles 9 de mayo de 2018

Subrayando


Un minuto de silencio

Por el Dr. Jesús Kumate Rodríguez, sabio mexicano, reconocido mundialmente, la salud pública y la pediatría en México difícilmente se pueden entender sin la aportación del Dr. Kumate.

Desde muy pequeño fue testigo de las desigualdades sociales al presenciar la muerte de niños por enfermedades que se podían evitar, algunos eran sus compañeros de escuela en su natal Sinaloa, eso nunca se le pudo olvidar.

Al ser admitido como alumno de la Escuela Médico Militar, estaba emocionado al comunicárselo a sus padres, su progenitor le dijo antes de morir: “Hijo, tú tienes que pagarle a este país lo que yo le debo”, esa encomienda nunca se le olvidó. Era hijo de un inmigrante japonés y de una mujer mexicana, su padre era un próspero comerciante y su madre una mujer de fuerte carácter, que siempre lo impulsó, era maestra de escuela rural.

Al salir de la Escuela Médico Militar como graduado, trabajó en el Hospital Infantil de México, en donde llegó a ser director. Decía: “La alegría de ver como se cura un niño de cualquier enfermedad es algo especial, uno no acepta la muerte de un niño, es un evento no natural”. Después el Dr. Kumate llegó a ocupar un cargo que nunca había pensado: Secretario de Salud. Su tarea principal fue la que había soñado siempre, disminuir la mortalidad infantil.

Al tener una responsabilidad pública, comentó un día: “Me cayó el veinte, entendí que algo andaba mal en nuestro país”. En México somos diferentes, sin embargo, hay algo en lo que nos parecemos: todos necesitamos atención médica.

Al terminar su gestión en la Secretaría de Salud, recordó: “Dejé seis vacunas obligatorias, gratuitas y universales”, y decía: “Antes para que vivieran dos niños, los padres tenían cinco, hoy los cinco sobreviven. Se fue la viruela, la polio, se controló el sarampión, se disminuyó el paludismo y la lepra, la muerte por diarrea se evitó con la hidratación oral, con el apoyo de la lactancia materna”.

Y al final de sus días, antes de este 7 de mayo de 2018, dijo: “Confieso estar contento y tranquilo con la vida, sería injusto si no lo estuviera. Pienso que todavía no he saldado la cuenta con mi padre, no soy un santo, tampoco un funcionario que cambió a México, aún no he cumplido al cien por ciento mi encomienda”.

Para ese mexicano excepcional, hombre honesto, leal, culto, comprometido con la medicina y con los más necesitados de México, para el Querido Amigo, un minuto de silencio y toda una vida de recuerdo y agradecimiento.


Un minuto de silencio

Por el Dr. Jesús Kumate Rodríguez, sabio mexicano, reconocido mundialmente, la salud pública y la pediatría en México difícilmente se pueden entender sin la aportación del Dr. Kumate.

Desde muy pequeño fue testigo de las desigualdades sociales al presenciar la muerte de niños por enfermedades que se podían evitar, algunos eran sus compañeros de escuela en su natal Sinaloa, eso nunca se le pudo olvidar.

Al ser admitido como alumno de la Escuela Médico Militar, estaba emocionado al comunicárselo a sus padres, su progenitor le dijo antes de morir: “Hijo, tú tienes que pagarle a este país lo que yo le debo”, esa encomienda nunca se le olvidó. Era hijo de un inmigrante japonés y de una mujer mexicana, su padre era un próspero comerciante y su madre una mujer de fuerte carácter, que siempre lo impulsó, era maestra de escuela rural.

Al salir de la Escuela Médico Militar como graduado, trabajó en el Hospital Infantil de México, en donde llegó a ser director. Decía: “La alegría de ver como se cura un niño de cualquier enfermedad es algo especial, uno no acepta la muerte de un niño, es un evento no natural”. Después el Dr. Kumate llegó a ocupar un cargo que nunca había pensado: Secretario de Salud. Su tarea principal fue la que había soñado siempre, disminuir la mortalidad infantil.

Al tener una responsabilidad pública, comentó un día: “Me cayó el veinte, entendí que algo andaba mal en nuestro país”. En México somos diferentes, sin embargo, hay algo en lo que nos parecemos: todos necesitamos atención médica.

Al terminar su gestión en la Secretaría de Salud, recordó: “Dejé seis vacunas obligatorias, gratuitas y universales”, y decía: “Antes para que vivieran dos niños, los padres tenían cinco, hoy los cinco sobreviven. Se fue la viruela, la polio, se controló el sarampión, se disminuyó el paludismo y la lepra, la muerte por diarrea se evitó con la hidratación oral, con el apoyo de la lactancia materna”.

Y al final de sus días, antes de este 7 de mayo de 2018, dijo: “Confieso estar contento y tranquilo con la vida, sería injusto si no lo estuviera. Pienso que todavía no he saldado la cuenta con mi padre, no soy un santo, tampoco un funcionario que cambió a México, aún no he cumplido al cien por ciento mi encomienda”.

Para ese mexicano excepcional, hombre honesto, leal, culto, comprometido con la medicina y con los más necesitados de México, para el Querido Amigo, un minuto de silencio y toda una vida de recuerdo y agradecimiento.