/ jueves 9 de noviembre de 2017

Subrayando

Por estas fechas, se recuerdan varias leyendas alusivas al Día de Muertos, se ha publicado como nunca información muy importante sobre las costumbres, el significado de cada elemento de las ofrendas, los antecedentes de las mismas, los usos y modos de recordar a los difuntos en las diferentes entidades federativas, se ha descrito el origen de cada personaje emblemático de la temporada, también se han recordado leyendas, cuentos, novelas de misterio y los autores famosos.

Pero hay una leyenda que ha sido poco recordada: la de “la Planchada”, leyenda que si acaso es conocida por las enfermeras, es porque “la Planchada” era una enfermera pulcra, sabia y bondadosa.

Hace unos años, la Dirección General Materno-Infantil de la Secretaría de Salud a nivel nacional no tenía oficina, un lugar en donde trabajar,( pues había sido la dirección, de nueva creación, por el secretario de salud Dr. Júmate), así es que anduvo de un lado para otro, hasta que un día, aprovechando que nadie ocupaba la parte baja del inmueble del Ex convento de San Pablo, en el centro de la ciudad de México, atrás de la calle de Jesús María, llegó a ubicarse el personal de la Dirección General de Salud Materno-Infantil.

El Ex convento estaba perfectamente cuidado, pues en la parte superior del mismo se encontraba el Consejo de Salud, presidido por el Dr. Manuel Velazco Suárez (eminente Neurólogo, exgobernador de Chiapas) y que esperaba colocar el museo de salud en la parte inferior del convento (después lo supe).

El Ex convento rodeado de jardines, con el inmueble de la Iglesia, y una gran Capilla Abierta (“destinada para los indios”) es un lugar, construido desde el siglo XVI, conservando materiales originales de cantera y madera, de anchas paredes, y en uno de los pasillos del convento se encuentra un gran mosaico que presenta una operación (trepanación) del siglo XVII, que muestra cómo se extrae una piedra de la cabeza de una persona.

Este lugar fue convento, hospital, caballeriza en diferentes épocas de la historia de México. Cuando fue convento se dice que lo visitó Hernán Cortes. Luego se convirtió en “Hospital de Sangre”, es decir, se atendían a cristianos y paganos, mexicanos y extranjeros, realistas y conservadores, no se hacía ningún distingo.

Desde que fue hospital, se dice que en las noches se oía como de las paredes de los cuartos salían gritos de dolor y llantos de mujeres, hombres y niños, cosa que se consideraba normal porque esas gruesas paredes estaban impregnadas de ellos (así nos dijeron cuando llegamos a instalarnos ahí).

Pero había algo que sucedía de vez en cuando al oscurecer y que se respetaba. La aparición de una mujer vestida de blanco, con un uniforme de enfermera, perfectamente almidonado y planchado, que flotando, sin tocar el piso, aparecía como revisando a los enfermos, en donde estaban las camas, colocadas en fila, dentro de los grandes cuartos y en los pasillos del convento.

Era “la Planchada”, la que se aparecía para consolar el dolor y calmar los gritos y llantos de los muchos que en diferentes épocas de la historia de México (más de 400 años) habían llegado con su mal. Se dice que había sido una mujer muy buena, comprensiva, que todos los enfermos la requerían y que por eso nunca la dejaron ir al otro mundo.

Por lo que, se dice, en hospitales (sobre todo los más antiguos) de toda la república, existe una enfermera que por su atención amable y comprensión al dolor de los enfermos, estos no la dejan ir al otro mundo y dicen, se aparece como “la Planchada”, con su uniforme blanco y pulcro para dar consuelo a los que sufren.

En ese entonces, todos los que llegamos al ex convento de San Pablo para ubicar ahí nuestras oficinas, pensamos que era cuento y que lo que se quería era que nos fuéramos a otro lugar, no hicimos caso, pero al cabo de unos meses empezaron los trabajadores a evitar quedarse a trabajar en la noche, pues aseguraban ver a “la Planchada”, lo que obligó a trabajar desde más temprano para dejarla hacer su tarea al anochecer.

 

Por estas fechas, se recuerdan varias leyendas alusivas al Día de Muertos, se ha publicado como nunca información muy importante sobre las costumbres, el significado de cada elemento de las ofrendas, los antecedentes de las mismas, los usos y modos de recordar a los difuntos en las diferentes entidades federativas, se ha descrito el origen de cada personaje emblemático de la temporada, también se han recordado leyendas, cuentos, novelas de misterio y los autores famosos.

Pero hay una leyenda que ha sido poco recordada: la de “la Planchada”, leyenda que si acaso es conocida por las enfermeras, es porque “la Planchada” era una enfermera pulcra, sabia y bondadosa.

Hace unos años, la Dirección General Materno-Infantil de la Secretaría de Salud a nivel nacional no tenía oficina, un lugar en donde trabajar,( pues había sido la dirección, de nueva creación, por el secretario de salud Dr. Júmate), así es que anduvo de un lado para otro, hasta que un día, aprovechando que nadie ocupaba la parte baja del inmueble del Ex convento de San Pablo, en el centro de la ciudad de México, atrás de la calle de Jesús María, llegó a ubicarse el personal de la Dirección General de Salud Materno-Infantil.

El Ex convento estaba perfectamente cuidado, pues en la parte superior del mismo se encontraba el Consejo de Salud, presidido por el Dr. Manuel Velazco Suárez (eminente Neurólogo, exgobernador de Chiapas) y que esperaba colocar el museo de salud en la parte inferior del convento (después lo supe).

El Ex convento rodeado de jardines, con el inmueble de la Iglesia, y una gran Capilla Abierta (“destinada para los indios”) es un lugar, construido desde el siglo XVI, conservando materiales originales de cantera y madera, de anchas paredes, y en uno de los pasillos del convento se encuentra un gran mosaico que presenta una operación (trepanación) del siglo XVII, que muestra cómo se extrae una piedra de la cabeza de una persona.

Este lugar fue convento, hospital, caballeriza en diferentes épocas de la historia de México. Cuando fue convento se dice que lo visitó Hernán Cortes. Luego se convirtió en “Hospital de Sangre”, es decir, se atendían a cristianos y paganos, mexicanos y extranjeros, realistas y conservadores, no se hacía ningún distingo.

Desde que fue hospital, se dice que en las noches se oía como de las paredes de los cuartos salían gritos de dolor y llantos de mujeres, hombres y niños, cosa que se consideraba normal porque esas gruesas paredes estaban impregnadas de ellos (así nos dijeron cuando llegamos a instalarnos ahí).

Pero había algo que sucedía de vez en cuando al oscurecer y que se respetaba. La aparición de una mujer vestida de blanco, con un uniforme de enfermera, perfectamente almidonado y planchado, que flotando, sin tocar el piso, aparecía como revisando a los enfermos, en donde estaban las camas, colocadas en fila, dentro de los grandes cuartos y en los pasillos del convento.

Era “la Planchada”, la que se aparecía para consolar el dolor y calmar los gritos y llantos de los muchos que en diferentes épocas de la historia de México (más de 400 años) habían llegado con su mal. Se dice que había sido una mujer muy buena, comprensiva, que todos los enfermos la requerían y que por eso nunca la dejaron ir al otro mundo.

Por lo que, se dice, en hospitales (sobre todo los más antiguos) de toda la república, existe una enfermera que por su atención amable y comprensión al dolor de los enfermos, estos no la dejan ir al otro mundo y dicen, se aparece como “la Planchada”, con su uniforme blanco y pulcro para dar consuelo a los que sufren.

En ese entonces, todos los que llegamos al ex convento de San Pablo para ubicar ahí nuestras oficinas, pensamos que era cuento y que lo que se quería era que nos fuéramos a otro lugar, no hicimos caso, pero al cabo de unos meses empezaron los trabajadores a evitar quedarse a trabajar en la noche, pues aseguraban ver a “la Planchada”, lo que obligó a trabajar desde más temprano para dejarla hacer su tarea al anochecer.