/ jueves 22 de octubre de 2020

Subrayando | Ahora resulta que...!

Ahora resulta que...! Que unas cuantas mujeres y sólo de determinada ideología, fueron las que lucharon porque a la mujer mexicana se le reconociera el derecho al voto y a ser electa, y así no es.

Tuve la suerte de conocer a muchas mujeres mexicanas que lucharon por conseguir este reconocimiento constitucional. Empezaba mi carrera política y quise escuchar y aplicar, adaptando según la época histórica, experiencias de mujeres que tenían diferentes ideologías políticas, pero que sabía, habían iniciado y seguían luchando por los derechos de las mujeres.

Por eso afirmo, la conquista del voto femenino no es mérito de ninguna mujer en particular, ni de ningún grupo político, es triunfo de mujeres mexicanas unidas, muchas conocidas, porque fueron las primeras que ocuparon puestos de elección popular, o en los otros poderes y órdenes de gobierno, pero muchas, pero muchas que apenas se les recuerda su nombre o están en el anonimato.

La lucha en México por el voto se inició en provincia, mujeres de los estados como Yucatán, Chiapas, San Luis Potosí, impulsadas por escritos de mujeres que desde el siglo XIX exigieron de diferentes formas los derechos de la mujer.

Fue muy importante los logros particulares de unas cuantas, en su tierra natal, pero cuando se empiezan a sumar para organizarse las obreras, las campesinas, las maestras, en conferencias, en asambleas, es cuando se difunde y cobra fuerza ese reclamo de la mujer mexicana.

El primer gran intento y que casi se logra, fue gracias a la presión de cerca de 50 mil mujeres de toda la República y de todas las ideologías organizadas en un frente único, a finales de los años 30 convencieron al presidente Lázaro Cárdenas, y mal que bien, porque como dice el Diario de los Debates, el Poder Legislativo y el Constituyente lo aprobó, pero no se cumplió con el requisito de publicar en el Diario Oficial la aprobación de las Cámaras.

Las mujeres no se dieron por vencidas, y fue hasta 1947 cuando “se hizo la prueba política” de reconocer el voto a la mujer, pero sólo a nivel municipal. Ante la respuesta entusiasta y decidida de las mujeres, en 1953 las mujeres presionaron al presidente Ruiz Cortines y a partir de ahí la Constitución reconoce los derechos plenos ciudadanos a la mujer mexicana.

Pero cuidado, porque todavía para muchos está vigente, lo que, a principios de los 80, al ver la fuerza de la gran estructura nacional, con grupos representantes en la mayoría de los municipios del país de la Agrupación Nacional Femenil Revolucionaria, que aunque pertenecía a un partido político, estaba abierta y participaban mujeres de todas las ideologías, se empezó a tratar de debilitarla y dividirla, como principio para acabar con todo lo que fuera organización de mujeres.

Hay que tener cuidado, porque aún ahora, circunstancias, personas, ideologías, tendencias políticas, dividen a las mujeres y les impidan ser objetivas. Parecen historias, discursos, publicaciones que lo único que hacen es dividir, marginando los esfuerzos enormes de las mujeres que supieron el valor de la unidad, del respeto, de la historia y lograron lo derechos de los que se goza ahora.

La experiencia nos deja a las mujeres la lección que nunca hay que olvidar, mientras estemos unidas y organizadas sin importar ideologías, podremos avanzar en objetivos comunes, que siempre serán en favor de nuestra familia, de los derechos humanos iguales y de nuestro país.

Ahora resulta que...! Que unas cuantas mujeres y sólo de determinada ideología, fueron las que lucharon porque a la mujer mexicana se le reconociera el derecho al voto y a ser electa, y así no es.

Tuve la suerte de conocer a muchas mujeres mexicanas que lucharon por conseguir este reconocimiento constitucional. Empezaba mi carrera política y quise escuchar y aplicar, adaptando según la época histórica, experiencias de mujeres que tenían diferentes ideologías políticas, pero que sabía, habían iniciado y seguían luchando por los derechos de las mujeres.

Por eso afirmo, la conquista del voto femenino no es mérito de ninguna mujer en particular, ni de ningún grupo político, es triunfo de mujeres mexicanas unidas, muchas conocidas, porque fueron las primeras que ocuparon puestos de elección popular, o en los otros poderes y órdenes de gobierno, pero muchas, pero muchas que apenas se les recuerda su nombre o están en el anonimato.

La lucha en México por el voto se inició en provincia, mujeres de los estados como Yucatán, Chiapas, San Luis Potosí, impulsadas por escritos de mujeres que desde el siglo XIX exigieron de diferentes formas los derechos de la mujer.

Fue muy importante los logros particulares de unas cuantas, en su tierra natal, pero cuando se empiezan a sumar para organizarse las obreras, las campesinas, las maestras, en conferencias, en asambleas, es cuando se difunde y cobra fuerza ese reclamo de la mujer mexicana.

El primer gran intento y que casi se logra, fue gracias a la presión de cerca de 50 mil mujeres de toda la República y de todas las ideologías organizadas en un frente único, a finales de los años 30 convencieron al presidente Lázaro Cárdenas, y mal que bien, porque como dice el Diario de los Debates, el Poder Legislativo y el Constituyente lo aprobó, pero no se cumplió con el requisito de publicar en el Diario Oficial la aprobación de las Cámaras.

Las mujeres no se dieron por vencidas, y fue hasta 1947 cuando “se hizo la prueba política” de reconocer el voto a la mujer, pero sólo a nivel municipal. Ante la respuesta entusiasta y decidida de las mujeres, en 1953 las mujeres presionaron al presidente Ruiz Cortines y a partir de ahí la Constitución reconoce los derechos plenos ciudadanos a la mujer mexicana.

Pero cuidado, porque todavía para muchos está vigente, lo que, a principios de los 80, al ver la fuerza de la gran estructura nacional, con grupos representantes en la mayoría de los municipios del país de la Agrupación Nacional Femenil Revolucionaria, que aunque pertenecía a un partido político, estaba abierta y participaban mujeres de todas las ideologías, se empezó a tratar de debilitarla y dividirla, como principio para acabar con todo lo que fuera organización de mujeres.

Hay que tener cuidado, porque aún ahora, circunstancias, personas, ideologías, tendencias políticas, dividen a las mujeres y les impidan ser objetivas. Parecen historias, discursos, publicaciones que lo único que hacen es dividir, marginando los esfuerzos enormes de las mujeres que supieron el valor de la unidad, del respeto, de la historia y lograron lo derechos de los que se goza ahora.

La experiencia nos deja a las mujeres la lección que nunca hay que olvidar, mientras estemos unidas y organizadas sin importar ideologías, podremos avanzar en objetivos comunes, que siempre serán en favor de nuestra familia, de los derechos humanos iguales y de nuestro país.