/ sábado 9 de noviembre de 2019

Subrayando / Antes de resolver los grandes proyectos de aeropuertos


Un pasajero después de ir a la puerta de salida del vuelo nacional o internacional indicado camina velozmente hasta llegar a la puerta por donde está el avión correspondiente, de nuevo presenta revisión de documentos, todavía tiene que esperar en el pasillo de entrada porque los pasajeros cada vez traen más maletas o bultos en la mano y en la espalda que tienen que acomodar con trabajo y además de pegarle a todo mundo que pasa cerca.

La llegada, después del cansancio en la espera, sentado en el aeropuerto, o caminando viendo las mismas tiendas u hojeando algunas revistas, avisan que el vuelo está retrasado, se espera más tiempo, piensa en todo lo que hubiera hecho en esas horas muertas, pero ni modo ya está ahí y por fin sube al avión.

Al llegar a la Ciudad de México el avión vuela varias veces sobre la ciudad, no puede aterrizar porque está saturado el aeropuerto, dentro del avión se escucha “hemos llegado al aeropuerto de la Ciudad de México” antes decían Aeropuerto de la Ciudad de México Benito Juárez, ahora ya no.

Por fin aterriza pero se ubica en una fila de aviones esperando el turno para llegar a su sala de desembarque, pero a pesar de que se mueve llega un momento en que se para en medio del aeropuerto, abre la puerta, después de 20 minutos los pasajeros bajan por una escalera movediza, haciendo malabares, los suben a un camión y los llevan a la central del aeropuerto.

Se camina por un pasillo que parece de utilería, tiene cartones a los lados, se llega a un lugar amplio, ahí hay varias bandas que reciben equipaje de varios vuelos, se adivina en qué banda viene el equipaje y por fin se llega, pasan los minutos y nada, los desesperados se asoman atrás de la cortina para ver qué pasa, nada, no lo permiten, pasan las horas, ni siquiera se puede sentar en el piso porque está muy sucio, lleno de chicles pegados entre otras cosas, se tiene que cuidar de las goteras y moverse de un lado a otro.

Un grupito de empleados observa, se ríen, no hacen nada, empiezan a salir las maletas, al final falta la del pasajero, no sale por la banda, ya todos se fueron, se acerca un maletero le ofrece ir a ver, claro con intención de propina, llega después de unos minutos la maleta abierta, traía un juguete de navidad de esos que al moverse dejan ver como si cayera nieve, se mueven con agua, el juguete era muy chico, traería 25 ml de agua cuando mucho, le dicen que no puede pasar porque está prohibida el agua en la bolsa de mano.

Después de todo en el aeropuerto hizo más tiempo que en el avión de regreso. Qué vergüenza, sobre todo algo muy sencillo de arreglar la limpieza del piso, las paredes y los baños, (que en ningún proyecto se resuelve colocar un número mayor de baños para mujeres que para hombres que casi siempre están vacíos.)

Por favor, dice el ciudadano, antes de pensar en los grandes proyectos hay que pensar y actuar para resolver estas “pequeñas cosas”.

EX DIPUTADA / @yolandasenties


Un pasajero después de ir a la puerta de salida del vuelo nacional o internacional indicado camina velozmente hasta llegar a la puerta por donde está el avión correspondiente, de nuevo presenta revisión de documentos, todavía tiene que esperar en el pasillo de entrada porque los pasajeros cada vez traen más maletas o bultos en la mano y en la espalda que tienen que acomodar con trabajo y además de pegarle a todo mundo que pasa cerca.

La llegada, después del cansancio en la espera, sentado en el aeropuerto, o caminando viendo las mismas tiendas u hojeando algunas revistas, avisan que el vuelo está retrasado, se espera más tiempo, piensa en todo lo que hubiera hecho en esas horas muertas, pero ni modo ya está ahí y por fin sube al avión.

Al llegar a la Ciudad de México el avión vuela varias veces sobre la ciudad, no puede aterrizar porque está saturado el aeropuerto, dentro del avión se escucha “hemos llegado al aeropuerto de la Ciudad de México” antes decían Aeropuerto de la Ciudad de México Benito Juárez, ahora ya no.

Por fin aterriza pero se ubica en una fila de aviones esperando el turno para llegar a su sala de desembarque, pero a pesar de que se mueve llega un momento en que se para en medio del aeropuerto, abre la puerta, después de 20 minutos los pasajeros bajan por una escalera movediza, haciendo malabares, los suben a un camión y los llevan a la central del aeropuerto.

Se camina por un pasillo que parece de utilería, tiene cartones a los lados, se llega a un lugar amplio, ahí hay varias bandas que reciben equipaje de varios vuelos, se adivina en qué banda viene el equipaje y por fin se llega, pasan los minutos y nada, los desesperados se asoman atrás de la cortina para ver qué pasa, nada, no lo permiten, pasan las horas, ni siquiera se puede sentar en el piso porque está muy sucio, lleno de chicles pegados entre otras cosas, se tiene que cuidar de las goteras y moverse de un lado a otro.

Un grupito de empleados observa, se ríen, no hacen nada, empiezan a salir las maletas, al final falta la del pasajero, no sale por la banda, ya todos se fueron, se acerca un maletero le ofrece ir a ver, claro con intención de propina, llega después de unos minutos la maleta abierta, traía un juguete de navidad de esos que al moverse dejan ver como si cayera nieve, se mueven con agua, el juguete era muy chico, traería 25 ml de agua cuando mucho, le dicen que no puede pasar porque está prohibida el agua en la bolsa de mano.

Después de todo en el aeropuerto hizo más tiempo que en el avión de regreso. Qué vergüenza, sobre todo algo muy sencillo de arreglar la limpieza del piso, las paredes y los baños, (que en ningún proyecto se resuelve colocar un número mayor de baños para mujeres que para hombres que casi siempre están vacíos.)

Por favor, dice el ciudadano, antes de pensar en los grandes proyectos hay que pensar y actuar para resolver estas “pequeñas cosas”.

EX DIPUTADA / @yolandasenties