/ jueves 31 de octubre de 2019

Subrayando | Noventa y dos escalones y la primera mujer en encender el pebetero olímpico

Se acercaba el 12 de octubre, día de la inauguración de los juegos olímpicos en México, primer país de habla hispana que organizaba los juegos olímpicos, El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y el doctor Eduardo Hay estaban preocupados por todos los detalles de ese día, y quién iba a encender el pebetero con la antorcha olímpica en el estadio de la ciudad universitaria en esos juegos de la XIX Olimpiada.

Tenía que ser un atleta mexicano destacado por su disciplina y fuerza, no era nada fácil, ante el estadio lleno de espectadores y el mundo entero pendiente de la antorcha y el inicio de los juegos.

Decían los organizadores “de preferencia un atleta probado y de preferencia hombre, una mujer quién sabe si se desmaye”, los tiempos eran otros, la participación de la mujer estaba todavía muy restringida a las labores del hogar, reconociendo “su debilidad y abnegación”.

Así es que los organizadores fueron a ver los entrenamientos, a observar el comportamiento de los atletas, y seleccionar el que llevaría la antorcha olímpica, era tan importante el momento de encender el fuego olímpico, que hasta el presidente de la República tenía que dar su anuencia al atleta seleccionado.

Y con todo y temores, se seleccionó a una atleta mujer, joven sería, disciplinada y con espíritu deportivo que había obtenido premios en otras competencias, atleta de resultados, Enriqueta Basilio, originaria de Mexicali, Baja California. Le comunicaron la decisión unos días antes y empezó el entrenamiento, duro entrenamiento.

El día de la inauguración, ese 12 de octubre de 1968, Queta, muy temprano, esperó el uniforme especial con el que iba a salir portando la antorcha, nunca llegó y sólo vistió de blanco con el uniforme de toda la selección mexicana.

Cuando llegó el momento de salir del área reservada por la entrada del maratón, en medio de los deportistas hasta llegar a la escalinata de 92 escalones antes del pebetero, los asistentes en el estadio de la ciudad universitaria gritaron unos de emoción, otros de asombro, y se escuchó el rumor, ¡es una mujer!, “ojalá no se caiga”, ¡no va a poder”, “a quién se le ocurre”, pero con paso firme, zancadas largas, sin titubear un solo instante, con gran dignidad, Queta Basilio, mujer de 20 años, atleta responsable toda su vida, venció el temor a desmayarse y marcó un momento histórico para su país, para los atletas, para las mujeres mexicanas. Momento que se va a recordar siempre, aunque apenas hace unos días ya no esté compartiendo de viva voz esos momentos.


EX DIPUTADA / @yolandasenties

Se acercaba el 12 de octubre, día de la inauguración de los juegos olímpicos en México, primer país de habla hispana que organizaba los juegos olímpicos, El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y el doctor Eduardo Hay estaban preocupados por todos los detalles de ese día, y quién iba a encender el pebetero con la antorcha olímpica en el estadio de la ciudad universitaria en esos juegos de la XIX Olimpiada.

Tenía que ser un atleta mexicano destacado por su disciplina y fuerza, no era nada fácil, ante el estadio lleno de espectadores y el mundo entero pendiente de la antorcha y el inicio de los juegos.

Decían los organizadores “de preferencia un atleta probado y de preferencia hombre, una mujer quién sabe si se desmaye”, los tiempos eran otros, la participación de la mujer estaba todavía muy restringida a las labores del hogar, reconociendo “su debilidad y abnegación”.

Así es que los organizadores fueron a ver los entrenamientos, a observar el comportamiento de los atletas, y seleccionar el que llevaría la antorcha olímpica, era tan importante el momento de encender el fuego olímpico, que hasta el presidente de la República tenía que dar su anuencia al atleta seleccionado.

Y con todo y temores, se seleccionó a una atleta mujer, joven sería, disciplinada y con espíritu deportivo que había obtenido premios en otras competencias, atleta de resultados, Enriqueta Basilio, originaria de Mexicali, Baja California. Le comunicaron la decisión unos días antes y empezó el entrenamiento, duro entrenamiento.

El día de la inauguración, ese 12 de octubre de 1968, Queta, muy temprano, esperó el uniforme especial con el que iba a salir portando la antorcha, nunca llegó y sólo vistió de blanco con el uniforme de toda la selección mexicana.

Cuando llegó el momento de salir del área reservada por la entrada del maratón, en medio de los deportistas hasta llegar a la escalinata de 92 escalones antes del pebetero, los asistentes en el estadio de la ciudad universitaria gritaron unos de emoción, otros de asombro, y se escuchó el rumor, ¡es una mujer!, “ojalá no se caiga”, ¡no va a poder”, “a quién se le ocurre”, pero con paso firme, zancadas largas, sin titubear un solo instante, con gran dignidad, Queta Basilio, mujer de 20 años, atleta responsable toda su vida, venció el temor a desmayarse y marcó un momento histórico para su país, para los atletas, para las mujeres mexicanas. Momento que se va a recordar siempre, aunque apenas hace unos días ya no esté compartiendo de viva voz esos momentos.


EX DIPUTADA / @yolandasenties