/ lunes 7 de octubre de 2019

#TodoComunica / Aparentemente sí hay motivos de escándalo


La reputación es el aprecio o estima relativa que un grupo de personas concede a un individuo o una institución. La reputación de una persona considera sus aptitudes especializadas como líder, refleja su bagaje de experiencia y predisposiciones políticas, además de sus rasgos de carácter, probidad y talento. Puede ser buena, regular o mala y es base de la confianza.

La mayoría de las formas de interacción y cooperación social dependen de un cierto nivel de confianza. Aunque los modos en que se genera la confianza varíen de uno u otro contexto, las relaciones de largo plazo requieren confiabilidad.

De acuerdo con los especialistas de la Universidad de Harvard, Kenneth A. Shepsle, y de la Universidad de Cambridge, John B. Thompson, la reputación permite pronosticar el desempeño de una persona y es la garantía que ofrece un individuo cuando asume una responsabilidad.

El daño efectuado a la reputación puede producir (y a menudo es lo que sucede) perjuicios en la propia carrera e incluso en la vida personal, y puede debilitar o socavar a las instituciones públicas o políticas con las que están vinculados.

Existen cuatro consideraciones con respecto a la reputación: 1. Construirla o crearla puede llevar mucho tiempo, 2. Es intrínsecamente polémica, porque depende de la estima de otros, 3. Puede aumentarse o atraer la atención sobre ella, aunque se puede agotar de forma veloz y definitiva, y 4. Es un recurso frágil que puede reducirse, es difícil de restaurar y no es sencillo renovarla. Por ello, los escándalos poseen una gran significación en la esfera política, al dañar la reputación y erosionar las relaciones de confianza.

En esta época cuando los escándalos se mantienen “a la orden del día” –como lo advertimos en este espacio el pasado 17 de junio- y se conocen hechos o declaraciones polémicas que afectan la reputación y confianza de una persona o institución, debe recordarse que –citando a Thompson- “en un contexto de desconfianza profunda y generalizada, lo más probable es que fracasen las acciones políticas que necesitan una base de confianza”.

El escándalo relacionado con el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo Medina Mora –que al parecer provocó su renuncia- y de otros “personajes”, reafirma la narrativa del actual régimen para mantener su base de confianza, a partir del descrédito continuo de la clase política “anterior”.

Lo lamentable es que –aparentemente- sí existen elementos para el escándalo y los golpes a la reputación.

PERCEPCIÓN

El uso de bots, trolls y perfiles obligados a desarrollar estrategias simuladas de “apoyo” en redes sociales no garantizan la construcción de confianza y buena reputación. Se requiere comunicación profesional, integral y estratégica.

Twitter: @RJoyaC


La reputación es el aprecio o estima relativa que un grupo de personas concede a un individuo o una institución. La reputación de una persona considera sus aptitudes especializadas como líder, refleja su bagaje de experiencia y predisposiciones políticas, además de sus rasgos de carácter, probidad y talento. Puede ser buena, regular o mala y es base de la confianza.

La mayoría de las formas de interacción y cooperación social dependen de un cierto nivel de confianza. Aunque los modos en que se genera la confianza varíen de uno u otro contexto, las relaciones de largo plazo requieren confiabilidad.

De acuerdo con los especialistas de la Universidad de Harvard, Kenneth A. Shepsle, y de la Universidad de Cambridge, John B. Thompson, la reputación permite pronosticar el desempeño de una persona y es la garantía que ofrece un individuo cuando asume una responsabilidad.

El daño efectuado a la reputación puede producir (y a menudo es lo que sucede) perjuicios en la propia carrera e incluso en la vida personal, y puede debilitar o socavar a las instituciones públicas o políticas con las que están vinculados.

Existen cuatro consideraciones con respecto a la reputación: 1. Construirla o crearla puede llevar mucho tiempo, 2. Es intrínsecamente polémica, porque depende de la estima de otros, 3. Puede aumentarse o atraer la atención sobre ella, aunque se puede agotar de forma veloz y definitiva, y 4. Es un recurso frágil que puede reducirse, es difícil de restaurar y no es sencillo renovarla. Por ello, los escándalos poseen una gran significación en la esfera política, al dañar la reputación y erosionar las relaciones de confianza.

En esta época cuando los escándalos se mantienen “a la orden del día” –como lo advertimos en este espacio el pasado 17 de junio- y se conocen hechos o declaraciones polémicas que afectan la reputación y confianza de una persona o institución, debe recordarse que –citando a Thompson- “en un contexto de desconfianza profunda y generalizada, lo más probable es que fracasen las acciones políticas que necesitan una base de confianza”.

El escándalo relacionado con el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo Medina Mora –que al parecer provocó su renuncia- y de otros “personajes”, reafirma la narrativa del actual régimen para mantener su base de confianza, a partir del descrédito continuo de la clase política “anterior”.

Lo lamentable es que –aparentemente- sí existen elementos para el escándalo y los golpes a la reputación.

PERCEPCIÓN

El uso de bots, trolls y perfiles obligados a desarrollar estrategias simuladas de “apoyo” en redes sociales no garantizan la construcción de confianza y buena reputación. Se requiere comunicación profesional, integral y estratégica.

Twitter: @RJoyaC