/ lunes 24 de enero de 2022

#TodoComunica | ¿Hacia dónde vamos?

Laura está entusiasmada porque se declaró el regreso a las “clases presenciales” -a pesar del aumento de contagios por COVID-19-, porque se ha dicho que “no es grave” y que, usando tés, Vaporub, paracetamol y caricias se supera la enfermedad. Está entusiasmada por ver -y abrazar- nuevamente a sus amistades que no ha visto con frecuencia desde hace casi dos años.

Ella y su familia han mantenido el confinamiento para las actividades laborales y académicas, pero “acá entre nos” se han reunido con sus seres queridos desde diciembre pasado. Ha tenido algunos pequeños malestares como dolor de cabeza o un poco de escurrimiento nasal, pero “seguro es por el clima”, se dice a sí misma.

Laura tiene coronavirus, pero no se ha hecho una prueba para detectarlo, porque ya no las hacen gratuitas -como hace unos meses lo daba el gobierno- y en su familia tendrían que pagar más de mil 500 pesos para saber si alguien está contagiada o contagiado.

Ahora, en la escuela, se ha encontrado con Luis. Con alegría se abrazan y van a tomar un café en el receso de clases, “para ponerse al día” y saber cómo les has ido. Se cuentan cómo los “trató” (tiempo pasado) la pandemia y se confiesan que algunos integrantes de sus familias decidieron no vacunarse, “porque esto del virus es invento del gobierno” para controlarnos. Laura y Luis se vacunaron y se sienten más seguros.

En cada receso, tanto Laura como Luis se reencuentran con sus “amigues” -como ahora se denominan- y, naturalmente, como tienen sus vacunas, se abrazan y hasta se dan beso. “Porque solamente he visto a mi familia, pero todos nos cuidamos”, se dicen unos a otros.

Ahora portan el virus, pero son asintomáticos y no lo saben. No se han hecho pruebas -porque es innecesario o no tienen el dinero para hacerlas- y así ha pasado una primera semana: en cálida convivencia, “porque ya hacía falta”. Ahora, llevaron el virus a casa y su mamá se contagió. Una mujer diabética con sobrepeso. Su hermano menor también se contagió, al igual que el papá, pero tiene un problema cardiaco desde hace años y otro de circulación.

En México, más del 70 por ciento de la población adulta tenemos exceso de peso y, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), el 10.3 por ciento de la población tiene diabetes. Laura y Luis son prediabéticos, pero no lo saben. La mamá y el papá se complicaron y fallecieron, a pesar de las vacunas.

Los casos de Laura y Luis se multiplicaron con las “clases presenciales”, donde no hay espacios ventilados ni certeza de cuidar la sana distancia en las jardineras o el transporte público, donde la probabilidad de contagio por coronavirus es alta.

¿Hacia dónde vamos?

PERCEPCIÓN

Muy grave la necedad de mostrar que “todo está bien” y que la pandemia se ha gestionado correctamente… a costa de más enfermos y fallecimientos.

Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMéx.

Twitter: @RJoyaC


Laura está entusiasmada porque se declaró el regreso a las “clases presenciales” -a pesar del aumento de contagios por COVID-19-, porque se ha dicho que “no es grave” y que, usando tés, Vaporub, paracetamol y caricias se supera la enfermedad. Está entusiasmada por ver -y abrazar- nuevamente a sus amistades que no ha visto con frecuencia desde hace casi dos años.

Ella y su familia han mantenido el confinamiento para las actividades laborales y académicas, pero “acá entre nos” se han reunido con sus seres queridos desde diciembre pasado. Ha tenido algunos pequeños malestares como dolor de cabeza o un poco de escurrimiento nasal, pero “seguro es por el clima”, se dice a sí misma.

Laura tiene coronavirus, pero no se ha hecho una prueba para detectarlo, porque ya no las hacen gratuitas -como hace unos meses lo daba el gobierno- y en su familia tendrían que pagar más de mil 500 pesos para saber si alguien está contagiada o contagiado.

Ahora, en la escuela, se ha encontrado con Luis. Con alegría se abrazan y van a tomar un café en el receso de clases, “para ponerse al día” y saber cómo les has ido. Se cuentan cómo los “trató” (tiempo pasado) la pandemia y se confiesan que algunos integrantes de sus familias decidieron no vacunarse, “porque esto del virus es invento del gobierno” para controlarnos. Laura y Luis se vacunaron y se sienten más seguros.

En cada receso, tanto Laura como Luis se reencuentran con sus “amigues” -como ahora se denominan- y, naturalmente, como tienen sus vacunas, se abrazan y hasta se dan beso. “Porque solamente he visto a mi familia, pero todos nos cuidamos”, se dicen unos a otros.

Ahora portan el virus, pero son asintomáticos y no lo saben. No se han hecho pruebas -porque es innecesario o no tienen el dinero para hacerlas- y así ha pasado una primera semana: en cálida convivencia, “porque ya hacía falta”. Ahora, llevaron el virus a casa y su mamá se contagió. Una mujer diabética con sobrepeso. Su hermano menor también se contagió, al igual que el papá, pero tiene un problema cardiaco desde hace años y otro de circulación.

En México, más del 70 por ciento de la población adulta tenemos exceso de peso y, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), el 10.3 por ciento de la población tiene diabetes. Laura y Luis son prediabéticos, pero no lo saben. La mamá y el papá se complicaron y fallecieron, a pesar de las vacunas.

Los casos de Laura y Luis se multiplicaron con las “clases presenciales”, donde no hay espacios ventilados ni certeza de cuidar la sana distancia en las jardineras o el transporte público, donde la probabilidad de contagio por coronavirus es alta.

¿Hacia dónde vamos?

PERCEPCIÓN

Muy grave la necedad de mostrar que “todo está bien” y que la pandemia se ha gestionado correctamente… a costa de más enfermos y fallecimientos.

Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMéx.

Twitter: @RJoyaC