/ miércoles 6 de enero de 2021

Vida Pública | 2021, 2023 ganar sin derrota

No serán definitivos, pero si definitorios para el Estado de México, los procesos electorales que ya estamos viviendo los mexiquenses en 2021 y, sobre todo, el que nos espera en 2023. Prácticamente todo lo que sucede en nuestra vida pública, y lo que ocurra a partir de ahora, puede entenderse desde la perspectiva de las elecciones, que se presentan en condiciones de competencia plena entre dos fuerzas políticas con posibilidades reales de triunfos, en el complicado escenario de desafíos sanitario, económico y de seguridad que exigen madurez y prudencia de todos. Será preciso que los partidos políticos estén dispuestos a competir sin agredir, los servidores públicos a cooperar sin claudicar, las autoridades a gobernar sin intervenir, los diputados a legislar sin medrar, los electores a defender sin pelear, y todos a ganar sin derrotar.

Las fuerzas competidoras están claramente definidas en torno al PRI -incluyendo a sus recientes aliados PAN y PRD- y a MORENA, con su respectiva comparsa; en un escenario singular y delicado enmarcado por la muy evidente relación colaboración y respeto mutuo que han sabido construir los titulares de los poderes ejecutivos federal y estatal, naturales cabezas visibles de ambos bandos, quienes evidentemente preferirían mantener los lazos de coordinación durante y después de las elecciones, unos y otros van por un jugoso número de posiciones políticas: 66 diputaciones federales; 75 diputaciones locales, 125 presidencias municipales, 198 sindicaturas, 1,856 regidurías; y una gubernatura. Por tal razón, prácticamente todo lo que ocurre y suceda a partir de ahora en nuestra vida pública, podrá explicarse desde la perspectiva de esos procesos electivos.

Todo indica que MORENA confía en la avasalladora popularidad de mantiene el Presidente de la República y el alto nivel de respaldo popular que su gobierno conserva a pesar de dos muy polémicos años de gobierno. Sin embargo, hay un dato que muchos parecieran estar pasando por alto: desde 2018, en todos los procesos electorales locales que han ocurrido en casi una decena de entidades federativas, ese partido ha vivido la más estrepitosa caída de votación a su favor, incluso en Baja California, donde se quedó con la gubernatura, el nivel de votación jamás ha sido que el obtuvo con su candidato presidencial, y ha llegado a caer hasta 80 por ciento de su votación en Quintana Roo, y 30 por ciento de caída en promedio en todas las otras elecciones, además de recordar los más recientes y contundentes descalabros que sufrió en Coahuila e Hidalgo, en ese año, precisamente, a manos del PRI. A lo anterior habrá que restar el desempeño de autoridades municipales electas cuya inexperiencia podría ser castigada por los ciudadanos en no pocas demarcaciones municipales.

El PRI por su parte tiene, en la entidad, una gran oportunidad para demostrar que se encuentra vivo y activo, y cuenta con todo lo que se necesita para lograrlo: una militancia definida, identificada y numerosa, una tradición de éxito sin precedente en la entidad, que ha creado los programas de activismo electoral más eficaces que se conocen. Partido que tiene todo para crear una narrativa, una historia lógica, incluyente, épica y convincente de éxito, que es lo único que necesita -y de lo que adolece en opinión de quien esto escribe- para movilizar a su enorme red social de apoyo electoral, con la que ha sabido mantener canales de comunicación directa.

Elección que a ninguna de las dos fuerzas en competencia conviene en plantear en proceso plebiscitario de sus respectivos gobiernos federal y estatal, pues esto podría llevarlos a un enfrentamiento mutuamente lesivo e innecesario, parece ser una gran oportunidad de dar vida a un proceso electoral y campañas basadas en propuestas viables que convoquen a que los mexiquenses depositemos en ellos nuestras mejores esperanzas, en el escenario que el mundo ha impuesto. Uno proceso electoral del que surgirán nuevos gobernantes, de muy diferentes orígenes partidistas, que más nos vale aprovechar, para convertir, con esa diversidad, la unidad que necesitamos para vivir mejor.

@HuicocheaAlanis

No serán definitivos, pero si definitorios para el Estado de México, los procesos electorales que ya estamos viviendo los mexiquenses en 2021 y, sobre todo, el que nos espera en 2023. Prácticamente todo lo que sucede en nuestra vida pública, y lo que ocurra a partir de ahora, puede entenderse desde la perspectiva de las elecciones, que se presentan en condiciones de competencia plena entre dos fuerzas políticas con posibilidades reales de triunfos, en el complicado escenario de desafíos sanitario, económico y de seguridad que exigen madurez y prudencia de todos. Será preciso que los partidos políticos estén dispuestos a competir sin agredir, los servidores públicos a cooperar sin claudicar, las autoridades a gobernar sin intervenir, los diputados a legislar sin medrar, los electores a defender sin pelear, y todos a ganar sin derrotar.

Las fuerzas competidoras están claramente definidas en torno al PRI -incluyendo a sus recientes aliados PAN y PRD- y a MORENA, con su respectiva comparsa; en un escenario singular y delicado enmarcado por la muy evidente relación colaboración y respeto mutuo que han sabido construir los titulares de los poderes ejecutivos federal y estatal, naturales cabezas visibles de ambos bandos, quienes evidentemente preferirían mantener los lazos de coordinación durante y después de las elecciones, unos y otros van por un jugoso número de posiciones políticas: 66 diputaciones federales; 75 diputaciones locales, 125 presidencias municipales, 198 sindicaturas, 1,856 regidurías; y una gubernatura. Por tal razón, prácticamente todo lo que ocurre y suceda a partir de ahora en nuestra vida pública, podrá explicarse desde la perspectiva de esos procesos electivos.

Todo indica que MORENA confía en la avasalladora popularidad de mantiene el Presidente de la República y el alto nivel de respaldo popular que su gobierno conserva a pesar de dos muy polémicos años de gobierno. Sin embargo, hay un dato que muchos parecieran estar pasando por alto: desde 2018, en todos los procesos electorales locales que han ocurrido en casi una decena de entidades federativas, ese partido ha vivido la más estrepitosa caída de votación a su favor, incluso en Baja California, donde se quedó con la gubernatura, el nivel de votación jamás ha sido que el obtuvo con su candidato presidencial, y ha llegado a caer hasta 80 por ciento de su votación en Quintana Roo, y 30 por ciento de caída en promedio en todas las otras elecciones, además de recordar los más recientes y contundentes descalabros que sufrió en Coahuila e Hidalgo, en ese año, precisamente, a manos del PRI. A lo anterior habrá que restar el desempeño de autoridades municipales electas cuya inexperiencia podría ser castigada por los ciudadanos en no pocas demarcaciones municipales.

El PRI por su parte tiene, en la entidad, una gran oportunidad para demostrar que se encuentra vivo y activo, y cuenta con todo lo que se necesita para lograrlo: una militancia definida, identificada y numerosa, una tradición de éxito sin precedente en la entidad, que ha creado los programas de activismo electoral más eficaces que se conocen. Partido que tiene todo para crear una narrativa, una historia lógica, incluyente, épica y convincente de éxito, que es lo único que necesita -y de lo que adolece en opinión de quien esto escribe- para movilizar a su enorme red social de apoyo electoral, con la que ha sabido mantener canales de comunicación directa.

Elección que a ninguna de las dos fuerzas en competencia conviene en plantear en proceso plebiscitario de sus respectivos gobiernos federal y estatal, pues esto podría llevarlos a un enfrentamiento mutuamente lesivo e innecesario, parece ser una gran oportunidad de dar vida a un proceso electoral y campañas basadas en propuestas viables que convoquen a que los mexiquenses depositemos en ellos nuestras mejores esperanzas, en el escenario que el mundo ha impuesto. Uno proceso electoral del que surgirán nuevos gobernantes, de muy diferentes orígenes partidistas, que más nos vale aprovechar, para convertir, con esa diversidad, la unidad que necesitamos para vivir mejor.

@HuicocheaAlanis