/ jueves 4 de octubre de 2018

Vida Pública


Seguridad, la gran oportunidad de Alfredo del Mazo

Andrés Manuel López Obrador no sabe cómo enfrentar el desafío de la inseguridad en el país. Ingenuo, el fin de semana perfiló una “estrategia” que consiste en enfrentar a los criminales y los jefes de los cárteles de las drogas mexicanos, que hace tiempo son trasnacionales y están considerados entre las mafias más poderosas del mundo, sin usar la fuerza, ni las armas. Lo dijo en serio: “La propuesta es que las Fuerzas Armadas actúen como un ejército de paz”, dijo. “Tendrán que ayudarnos sin el uso de la fuerza para garantizar la seguridad interior y ayudar a que haya seguridad pública. Tenemos un grave problema de inseguridad y de violencia en el país, y vamos a buscar la manera de enfrentarlo sin el uso de la fuerza”.

Lo que él llama Guardia Civil es lo que otras propuestas denominaron Guardia Nacional, y lo que el gobierno actual bautizó como Gendarmería Nacional. En otras palabras, propone lo mismo pero sin armas. Menos de lo mismo.

Para agravar la preocupación, el viernes pasado estuvo en Toluca el anunciado próximo secretario encargado de la Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, para celebrar el foro respectivo, en el que desacreditó a su jefe, diciendo que no habrá Guardia Nacional alguna. Confusiones y contradicciones aparte, es evidente que todavía no saben qué hacer, y así asumirán la responsabilidad para hacer lo mismo con los muy previsibles resultados: que nada cambie, que todo se agrave.

En tan alarmante contexto, la única esperanza que nos queda es que en el ámbito local, el gobierno del Estado de México asuma plenamente la responsabilidad jurídica, política, incluso histórica, de resolver de una vez este espinoso asunto.

Bien podría el gobernador del estado empezar por, primero, concentrar en una sola fuerza a la Policía Estatal, para evitar que haya dispersión de responsabilidades, de gasto e ineficiencia; además de impedir que un organismo autónomo -como lo es la fiscalía- y que por tanto no pertenece al Poder Ejecutivo, detente fuerza policial, lo cual es aberrante y cuestiona la existencia misma del estado. Después, que precise en la ley, qué tareas de seguridad le corresponde cumplir a la policía estatal, ya que actualmente nadie sabe con claridad en qué se diferencia ésta de las tareas de las municipales, de modo que terminan apelmazadas y atrofiándose unas a otras. Algo más, reivindicar; es decir, recuperar la función de investigación para la policía, como era antes en nuestro país y como ocurre en prácticamente todo el mundo, que sea la policía la que investigue, no la fiscalía, ya que aquélla no sólo es más numerosa por la cantidad de efectivos que posee, sino que es más eficaz porque está en la calle, donde ocurren los delitos, de suerte que es, lógicamente, más rápida en responder y más precisa en dilucidar, es decir, en esclarecer los hechos. Basta ver la tele para saber que en Estados Unidos las investigaciones no las hacen los fiscales, las hacen los detectives que son policías municipales o el FBI, integrado por policías; en Inglaterra las hace Scotland Yard, que es una policía municipal, en España las hace la Policía Nacional.

Hecho lo anterior en nuestro estado, el Ejecutivo local bien podría crear la primera y genuina policía estatal del país. Hoy las policías estatales en todo México, con “policiotas municipalotas” que sirven para lo mismo que las municipales, que es casi nada, pero a lo grande. La mexiquense no es la excepción, pero podría llegar a serlo.

Existe la oportunidad de modificar el marco legal para establecer con claridad las funciones de cada cuerpo policial, precisar indicadores de su desempeño y evaluación; lejos de desaparecer, en colaboración con autoridades federales y de los ayuntamientos, fortalecer y responsabilizar a las policías municipales, al tiempo de dignificar su función, capacitarlas cualitativamente hablando, ofrecerle a sus elementos un proyecto de vida con dignidad y reconocimiento, transparentar su desempeño y estimularlo.

La oportunidad radica en robustecer la más poderosa herramienta con la que contamos para recuperar la seguridad: la policía. Que no puede haber grupo criminal alguno que sea más poderoso que la policía, y que si los ciudadanos cuidamos de ésta última, la policía cuidará más y mejor de nosotros.

@HuicocheaAlanis


Seguridad, la gran oportunidad de Alfredo del Mazo

Andrés Manuel López Obrador no sabe cómo enfrentar el desafío de la inseguridad en el país. Ingenuo, el fin de semana perfiló una “estrategia” que consiste en enfrentar a los criminales y los jefes de los cárteles de las drogas mexicanos, que hace tiempo son trasnacionales y están considerados entre las mafias más poderosas del mundo, sin usar la fuerza, ni las armas. Lo dijo en serio: “La propuesta es que las Fuerzas Armadas actúen como un ejército de paz”, dijo. “Tendrán que ayudarnos sin el uso de la fuerza para garantizar la seguridad interior y ayudar a que haya seguridad pública. Tenemos un grave problema de inseguridad y de violencia en el país, y vamos a buscar la manera de enfrentarlo sin el uso de la fuerza”.

Lo que él llama Guardia Civil es lo que otras propuestas denominaron Guardia Nacional, y lo que el gobierno actual bautizó como Gendarmería Nacional. En otras palabras, propone lo mismo pero sin armas. Menos de lo mismo.

Para agravar la preocupación, el viernes pasado estuvo en Toluca el anunciado próximo secretario encargado de la Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, para celebrar el foro respectivo, en el que desacreditó a su jefe, diciendo que no habrá Guardia Nacional alguna. Confusiones y contradicciones aparte, es evidente que todavía no saben qué hacer, y así asumirán la responsabilidad para hacer lo mismo con los muy previsibles resultados: que nada cambie, que todo se agrave.

En tan alarmante contexto, la única esperanza que nos queda es que en el ámbito local, el gobierno del Estado de México asuma plenamente la responsabilidad jurídica, política, incluso histórica, de resolver de una vez este espinoso asunto.

Bien podría el gobernador del estado empezar por, primero, concentrar en una sola fuerza a la Policía Estatal, para evitar que haya dispersión de responsabilidades, de gasto e ineficiencia; además de impedir que un organismo autónomo -como lo es la fiscalía- y que por tanto no pertenece al Poder Ejecutivo, detente fuerza policial, lo cual es aberrante y cuestiona la existencia misma del estado. Después, que precise en la ley, qué tareas de seguridad le corresponde cumplir a la policía estatal, ya que actualmente nadie sabe con claridad en qué se diferencia ésta de las tareas de las municipales, de modo que terminan apelmazadas y atrofiándose unas a otras. Algo más, reivindicar; es decir, recuperar la función de investigación para la policía, como era antes en nuestro país y como ocurre en prácticamente todo el mundo, que sea la policía la que investigue, no la fiscalía, ya que aquélla no sólo es más numerosa por la cantidad de efectivos que posee, sino que es más eficaz porque está en la calle, donde ocurren los delitos, de suerte que es, lógicamente, más rápida en responder y más precisa en dilucidar, es decir, en esclarecer los hechos. Basta ver la tele para saber que en Estados Unidos las investigaciones no las hacen los fiscales, las hacen los detectives que son policías municipales o el FBI, integrado por policías; en Inglaterra las hace Scotland Yard, que es una policía municipal, en España las hace la Policía Nacional.

Hecho lo anterior en nuestro estado, el Ejecutivo local bien podría crear la primera y genuina policía estatal del país. Hoy las policías estatales en todo México, con “policiotas municipalotas” que sirven para lo mismo que las municipales, que es casi nada, pero a lo grande. La mexiquense no es la excepción, pero podría llegar a serlo.

Existe la oportunidad de modificar el marco legal para establecer con claridad las funciones de cada cuerpo policial, precisar indicadores de su desempeño y evaluación; lejos de desaparecer, en colaboración con autoridades federales y de los ayuntamientos, fortalecer y responsabilizar a las policías municipales, al tiempo de dignificar su función, capacitarlas cualitativamente hablando, ofrecerle a sus elementos un proyecto de vida con dignidad y reconocimiento, transparentar su desempeño y estimularlo.

La oportunidad radica en robustecer la más poderosa herramienta con la que contamos para recuperar la seguridad: la policía. Que no puede haber grupo criminal alguno que sea más poderoso que la policía, y que si los ciudadanos cuidamos de ésta última, la policía cuidará más y mejor de nosotros.

@HuicocheaAlanis