/ miércoles 5 de diciembre de 2018

Vida Pública


Éxito para México, no para AMLO

Vivir con mayor prosperidad, igualdad y seguridad, sin duda, es el deseo y propósito de todo mexicano; hacerlo, además, en un clima de confianza en las autoridades, libertad, justicia y paz, en el que cada persona pueda realizar su proyecto de vida y ser feliz. Ello implica certeza y seguridad para los niños que reciban una educación de las más alta calidad mundial, oportunidades para que los adolescentes y adultos jóvenes asuman la responsabilidad personal sobre su futuro, que mujeres y hombres convivan en respeto mutuo y equidad en todos los aspectos y potencien sus vocaciones para generar condiciones de vida óptima al tiempo de crear sólidos vínculos de amor; y por supuesto, que los adultos mayores reciban el respaldo que merecen para que con toda dignidad y orgullo disfruten de ser grandes.

Objetivamente hablando, lo anterior no es compatible con casi ninguno de los planteamientos formulados hasta ahora por el flamante presidente de la República.

Dejar sin efectos la Reforma Educativa y sustituirla por nada concreto que haya anunciado, no permite avizorar el futuro deseable para los niños; y peor todavía, si como parece estar fraguándose, el gobierno cede o devuelve parcialmente al sindicato que estaba en extinción, el control del proceso educativo. Regalar muy poco dinero a cada uno de los millones de jóvenes que no estudian ni trabajan en lugar de responsabilizarlos por medio de tareas cívicas y oportunidades educativas y laborales, tampoco anuncia nada bueno para ellos ni sus familias y, menos, para las comunidades, como tampoco entusiasma la idea de poner en funcionamiento y a toda prisa 100 universidades, si los jóvenes que estarán llegando a ellas están clara e insuficientemente preparados para aprovechar la educación superior. Anunciar un perdón que nadie le ha pedido a reales o supuestos hechos de corrupción, en lugar de comprometerse a echar a andar el Sistema Nacional Anticorrupción que está listo y en espera de instrumentarse, no anuncia nada bueno. Y mucho peor observar que trata con desdén y parece haber puesto en la mira para acabar con los diversos organismos constitucionales autónomos que han generado beneficios, como contribuir a bajar las tarifas por el uso de telefonía celular entre otros servicios de telecomunicaciones, además de ampliar la oferta a precios mucho más bajos que los de países competidores, en diversos bienes y servicios, parece todavía peor; y más alarmante resulta el tufo centralizador de esa medida, combinada con su tergiversada y parcial interpretación de la historia nacional que lo lleva a mirar hacia el pasado, como si éste fuera el futuro ideal. ¡El piloto maneja mirando por el retrovisor y no por el parabrisas! mira un objetivo indeseable. Emprendemos la ruta que va de la transformación de EPN a la transfiguración de AMLO.

Que a él le vaya bien, significa que a México le vaya mal, pues lo que anuncia como ideal de país, es el que nuestros padres y abuelos dejaron muy atrás y al que ni el viejo priista más obtuso desearían volver, pues sabe que es imposible e indeseable en las condiciones globales actuales.

Habiendo sido parte de la dirigencia nacional del PRI hace unos años, incluso diputado brevemente en la legislatura anterior, entiendo la dimensión del rechazo electoral propinada al partido y hasta comparto algunas de sus motivaciones pero, dar respaldo a AMLO es otra cosa. Ciertamente parece gobernar por y para los 30 millones de electores que votaron por él, pero hay por lo menos otros 65 millones que no lo hicimos y no coincidimos o no conocemos su amorfo proyecto; y a todos estos angustia el vergonzoso silencio de las oposiciones, empezando por las bancadas tricolor que callaron ante la metralla que el presidente les propinó desde la tribuna y se arrodillaron, aunque el coordinador de los diputados acababa de decir que no lo harían, sin salir a defender los muy trascendentales y patentes beneficios sociales de las reformas transformadoras que ya se sienten, y del amplio legado de décadas que han hecho gran parte de este México, país de contrastes angustiosos, sí, pero también la gran nación que es. Urge que partidos, legisladores federales, locales, gobernadores, ayuntamientos y sociedad, abandonen, abandonemos el pasmo, la docilidad y la complacencia; seamos tan constructivos como críticos y alcancemos el éxito de México.

@HuicocheaAlanis


Éxito para México, no para AMLO

Vivir con mayor prosperidad, igualdad y seguridad, sin duda, es el deseo y propósito de todo mexicano; hacerlo, además, en un clima de confianza en las autoridades, libertad, justicia y paz, en el que cada persona pueda realizar su proyecto de vida y ser feliz. Ello implica certeza y seguridad para los niños que reciban una educación de las más alta calidad mundial, oportunidades para que los adolescentes y adultos jóvenes asuman la responsabilidad personal sobre su futuro, que mujeres y hombres convivan en respeto mutuo y equidad en todos los aspectos y potencien sus vocaciones para generar condiciones de vida óptima al tiempo de crear sólidos vínculos de amor; y por supuesto, que los adultos mayores reciban el respaldo que merecen para que con toda dignidad y orgullo disfruten de ser grandes.

Objetivamente hablando, lo anterior no es compatible con casi ninguno de los planteamientos formulados hasta ahora por el flamante presidente de la República.

Dejar sin efectos la Reforma Educativa y sustituirla por nada concreto que haya anunciado, no permite avizorar el futuro deseable para los niños; y peor todavía, si como parece estar fraguándose, el gobierno cede o devuelve parcialmente al sindicato que estaba en extinción, el control del proceso educativo. Regalar muy poco dinero a cada uno de los millones de jóvenes que no estudian ni trabajan en lugar de responsabilizarlos por medio de tareas cívicas y oportunidades educativas y laborales, tampoco anuncia nada bueno para ellos ni sus familias y, menos, para las comunidades, como tampoco entusiasma la idea de poner en funcionamiento y a toda prisa 100 universidades, si los jóvenes que estarán llegando a ellas están clara e insuficientemente preparados para aprovechar la educación superior. Anunciar un perdón que nadie le ha pedido a reales o supuestos hechos de corrupción, en lugar de comprometerse a echar a andar el Sistema Nacional Anticorrupción que está listo y en espera de instrumentarse, no anuncia nada bueno. Y mucho peor observar que trata con desdén y parece haber puesto en la mira para acabar con los diversos organismos constitucionales autónomos que han generado beneficios, como contribuir a bajar las tarifas por el uso de telefonía celular entre otros servicios de telecomunicaciones, además de ampliar la oferta a precios mucho más bajos que los de países competidores, en diversos bienes y servicios, parece todavía peor; y más alarmante resulta el tufo centralizador de esa medida, combinada con su tergiversada y parcial interpretación de la historia nacional que lo lleva a mirar hacia el pasado, como si éste fuera el futuro ideal. ¡El piloto maneja mirando por el retrovisor y no por el parabrisas! mira un objetivo indeseable. Emprendemos la ruta que va de la transformación de EPN a la transfiguración de AMLO.

Que a él le vaya bien, significa que a México le vaya mal, pues lo que anuncia como ideal de país, es el que nuestros padres y abuelos dejaron muy atrás y al que ni el viejo priista más obtuso desearían volver, pues sabe que es imposible e indeseable en las condiciones globales actuales.

Habiendo sido parte de la dirigencia nacional del PRI hace unos años, incluso diputado brevemente en la legislatura anterior, entiendo la dimensión del rechazo electoral propinada al partido y hasta comparto algunas de sus motivaciones pero, dar respaldo a AMLO es otra cosa. Ciertamente parece gobernar por y para los 30 millones de electores que votaron por él, pero hay por lo menos otros 65 millones que no lo hicimos y no coincidimos o no conocemos su amorfo proyecto; y a todos estos angustia el vergonzoso silencio de las oposiciones, empezando por las bancadas tricolor que callaron ante la metralla que el presidente les propinó desde la tribuna y se arrodillaron, aunque el coordinador de los diputados acababa de decir que no lo harían, sin salir a defender los muy trascendentales y patentes beneficios sociales de las reformas transformadoras que ya se sienten, y del amplio legado de décadas que han hecho gran parte de este México, país de contrastes angustiosos, sí, pero también la gran nación que es. Urge que partidos, legisladores federales, locales, gobernadores, ayuntamientos y sociedad, abandonen, abandonemos el pasmo, la docilidad y la complacencia; seamos tan constructivos como críticos y alcancemos el éxito de México.

@HuicocheaAlanis