/ miércoles 11 de octubre de 2017

Vida Pública

Irrestricta y total la libertad de expresión en nuestro país es un valor incuestionable y una práctica que cotidianamente ejercemos millones de personas y, merced a las tecnologías de la comunicación, cada vez lo hacemos con mayor intensidad. A consecuencia de ese deseable crecimiento, aumentan, también, inevitables vicios asociados e esos nuevos medios; así pues, también crecen las "legiones de idiotas", como Umberto Eco llamó a las masas de consumidores y usuarios de las redes sociales.

Casi todos los días hay ejemplos de dicho fenómeno. Ayer los diputados federales debatieron y aprobaron la libertad de objeción de conciencia para los profesionales, técnicos, auxiliares y prestadores de servicio social que formen parte del Sistema Nacional de Salud, puedan excusarse de participar y/o cooperar en todos aquellos programas, actividades, prácticas, tratamientos, métodos o investigaciones que contravengan sus valores o principios éticos. Esto es, que puedan negarse a realizar algún procedimiento contrario a sus convicciones personales, siempre y cuando no pongan en riesgo la salud o la vida del paciente. Además de que las autoridades tendrán la obligación de contar en todos los casos con personal no objetor que reciba y atienda a usuarios y derechohabientes.

No obstante la claridad del asunto planteado, hordas de tuiteros, ejerciendo su libertad de expresión, irrumpieron en redes sociales, con comentarios cargados de cerrazón y prejuicios y, de esta suerte, terminaron perjudicando el derecho a la información, de los demás ciudadanos que, al leer las expresiones malinformadas de los primeros, corrieron el riesgo de ser contaminados y engañados.

Usando el #DecidirSinObjecion, ciudadanos de esos que se creen moralmente superiores porque usan las redes sociales para repetir lo que dice la comunidad a la que pertenecen, salieron a defender públicamente los derechos de las mujeres, siendo claro que, ese tema, ni de cerca se toca en la decisión que finalmente aprobaron los legisladores. Es evidente que la decisión de ayer privilegia la salud de todos y por tanto, los argumentos en contra son infundados.

Este ejemplo de la mañana de ayer es útil para ilustrar lo que ocurre, cada vez con mayor frecuencia, en nuestra vida pública. En los asuntos de interés general, subrayadamente los de carácter político, la aparente "mayoría" que se manifiesta en redes sociales, suele ser la expresión de una masa manipulada, por su propia comunidad; una especie de movimiento originado por los referentes o algunos "conocidos" que arrastran a muchos a expresar, repetir y apoyar posiciones que en los detalles desconocen y no comprenden a cabalidad, en los que confían por el simple hecho de haberlos visto en sus pantallas móviles, y a defenderlos con una ferocidad irracional, que nada más se explica por el ilusorio respaldo de la "mayoría" a la que creen pertenecer, y a un orgullo personal que, en realidad, pareciera enmascarar una profunda carencia de amor propio.

Benéfica, a no dudarlo, la libertad de expresión que cada día fluye en las redes sociales, es un instrumento que nos ayudará a construir una sociedad que no sea legión de idiotas, sino legiones de ideas; si nos atrevemos a usarla con eficacia y mayor sentido de responsabilidad; esto puede comenzar por aprender a observar y cuestionar; es decir, no creer todo lo que leemos, y publicar sólo aquello que se haya constatado.

@HuicocheaAlanis

Irrestricta y total la libertad de expresión en nuestro país es un valor incuestionable y una práctica que cotidianamente ejercemos millones de personas y, merced a las tecnologías de la comunicación, cada vez lo hacemos con mayor intensidad. A consecuencia de ese deseable crecimiento, aumentan, también, inevitables vicios asociados e esos nuevos medios; así pues, también crecen las "legiones de idiotas", como Umberto Eco llamó a las masas de consumidores y usuarios de las redes sociales.

Casi todos los días hay ejemplos de dicho fenómeno. Ayer los diputados federales debatieron y aprobaron la libertad de objeción de conciencia para los profesionales, técnicos, auxiliares y prestadores de servicio social que formen parte del Sistema Nacional de Salud, puedan excusarse de participar y/o cooperar en todos aquellos programas, actividades, prácticas, tratamientos, métodos o investigaciones que contravengan sus valores o principios éticos. Esto es, que puedan negarse a realizar algún procedimiento contrario a sus convicciones personales, siempre y cuando no pongan en riesgo la salud o la vida del paciente. Además de que las autoridades tendrán la obligación de contar en todos los casos con personal no objetor que reciba y atienda a usuarios y derechohabientes.

No obstante la claridad del asunto planteado, hordas de tuiteros, ejerciendo su libertad de expresión, irrumpieron en redes sociales, con comentarios cargados de cerrazón y prejuicios y, de esta suerte, terminaron perjudicando el derecho a la información, de los demás ciudadanos que, al leer las expresiones malinformadas de los primeros, corrieron el riesgo de ser contaminados y engañados.

Usando el #DecidirSinObjecion, ciudadanos de esos que se creen moralmente superiores porque usan las redes sociales para repetir lo que dice la comunidad a la que pertenecen, salieron a defender públicamente los derechos de las mujeres, siendo claro que, ese tema, ni de cerca se toca en la decisión que finalmente aprobaron los legisladores. Es evidente que la decisión de ayer privilegia la salud de todos y por tanto, los argumentos en contra son infundados.

Este ejemplo de la mañana de ayer es útil para ilustrar lo que ocurre, cada vez con mayor frecuencia, en nuestra vida pública. En los asuntos de interés general, subrayadamente los de carácter político, la aparente "mayoría" que se manifiesta en redes sociales, suele ser la expresión de una masa manipulada, por su propia comunidad; una especie de movimiento originado por los referentes o algunos "conocidos" que arrastran a muchos a expresar, repetir y apoyar posiciones que en los detalles desconocen y no comprenden a cabalidad, en los que confían por el simple hecho de haberlos visto en sus pantallas móviles, y a defenderlos con una ferocidad irracional, que nada más se explica por el ilusorio respaldo de la "mayoría" a la que creen pertenecer, y a un orgullo personal que, en realidad, pareciera enmascarar una profunda carencia de amor propio.

Benéfica, a no dudarlo, la libertad de expresión que cada día fluye en las redes sociales, es un instrumento que nos ayudará a construir una sociedad que no sea legión de idiotas, sino legiones de ideas; si nos atrevemos a usarla con eficacia y mayor sentido de responsabilidad; esto puede comenzar por aprender a observar y cuestionar; es decir, no creer todo lo que leemos, y publicar sólo aquello que se haya constatado.

@HuicocheaAlanis