/ miércoles 22 de noviembre de 2017

Vida Pública

En apenas 14 años de duración de su imperio, Napoleón legó, para Francia y para el mundo, un muy largo listado de obras y acciones benéficas, en su mayoría vigentes hasta nuestros días. Habiendo creado el marco jurídico que inauguró la modernidad, fundado algunas escuelas y museos de los más famosos del mundo, diseñado la grandeza urbanística a París, dado vida a novedosas instituciones políticas, ordenado la construcción de símbolos que adquirirían valor universal, todo sin dejar de combatir en diversas guerras contra otros países, enfrentó su más grande desafío: la sequía. ¡Sembrar árboles! ordenó, pues era, y es, la única posibilidad de “fabricar” agua. A más de 200 años de tomada su decisión, el centro de Europa, entonces deforestado, es una sana zona boscosa y sus ríos fluyen con fuerza. Sin dudar, el emperador decidió a sabiendas de que él no vería los beneficios de su sabia decisión. Así decide un estadista resuelto a trascender, sin detenerse por buscar efectos inmediatistas.

Aquí y ahora, el que efectivamente puede ser llamado gobierno del empleo, en cuyo periodo el salario ha tenido la recuperación que no había visto en más de 40 años, en el que el país no para de crecer a pesar de la caída de los precios del petroleo –otrora motor de la economía-, que ha sacado de la pobreza a millones de personas y evitado el fantasma de las crisis recurrentes, carga un lastre enorme en el ámbito de la inseguridad, que amenaza al resto de la obra de gobierno.

Aunque innegables, los aciertos en cuanto a la “cacería” de los hampones más buscados que han sido encarcelados o aniquilados, la percepción de seguridad dista de mejorar.

El problema recae también en autoridades locales y municipales. Para resolverlo, se han planteado alternativas, en particular referentes al diseño organizacional de las corporaciones; unos proponen mando único, otros mixto, unos más creación de gendarmerías, etcétera; todos invierten en tecnología y armamento. Y habiendo puesto en práctica algunas medidas, ninguna parece tener el efecto esperado.

La solución es, sorprendentemente, más sencilla, pero probablemente no ha sido puesta en marcha porque sus efectos no parecen inmediatos. Para que la seguridad deje de ser un lastre se requiere formación, que no capacitación.

Atenidos a los datos oficiales, en una década se han invertido cantidades muy importantes en capacitación, pero 75% de los propios policías afirma no saber cómo proceder ante situaciones básicas de atención de delitos. Se ha gastado mucho y mal.

Es necesario, urgente, indispensable, pasar de contar policías capacitados que aprueban dudosas evaluaciones de confianza, a realizar certeras revisiones cualitativas.

Es cuestión de calidad y profundidad. Se precisa dignificar la vida policial y la de su entorno familiar, por medio de un sistema que les garantice mecanismos de reconocimiento y ascenso, vivienda, seguridad social, fondo de retiro, programas de respaldo por riesgos en su empleo; crear estímulos para que amerite ofrecer la vida por la seguridad de la comunidad, ponderar la figura de los agentes de seguridad, permitir que desarrollen nuevas destrezas, enseñarles a realizar investigaciones con rigor científico y haciendo uso de nuevas tecnologías. Tan fácil de entender que sembrar árboles es indispensable para tener agua, es comprender que hay que comenzar por formar policías para tener seguridad.

 

@HuicocheaAlanis

 

En apenas 14 años de duración de su imperio, Napoleón legó, para Francia y para el mundo, un muy largo listado de obras y acciones benéficas, en su mayoría vigentes hasta nuestros días. Habiendo creado el marco jurídico que inauguró la modernidad, fundado algunas escuelas y museos de los más famosos del mundo, diseñado la grandeza urbanística a París, dado vida a novedosas instituciones políticas, ordenado la construcción de símbolos que adquirirían valor universal, todo sin dejar de combatir en diversas guerras contra otros países, enfrentó su más grande desafío: la sequía. ¡Sembrar árboles! ordenó, pues era, y es, la única posibilidad de “fabricar” agua. A más de 200 años de tomada su decisión, el centro de Europa, entonces deforestado, es una sana zona boscosa y sus ríos fluyen con fuerza. Sin dudar, el emperador decidió a sabiendas de que él no vería los beneficios de su sabia decisión. Así decide un estadista resuelto a trascender, sin detenerse por buscar efectos inmediatistas.

Aquí y ahora, el que efectivamente puede ser llamado gobierno del empleo, en cuyo periodo el salario ha tenido la recuperación que no había visto en más de 40 años, en el que el país no para de crecer a pesar de la caída de los precios del petroleo –otrora motor de la economía-, que ha sacado de la pobreza a millones de personas y evitado el fantasma de las crisis recurrentes, carga un lastre enorme en el ámbito de la inseguridad, que amenaza al resto de la obra de gobierno.

Aunque innegables, los aciertos en cuanto a la “cacería” de los hampones más buscados que han sido encarcelados o aniquilados, la percepción de seguridad dista de mejorar.

El problema recae también en autoridades locales y municipales. Para resolverlo, se han planteado alternativas, en particular referentes al diseño organizacional de las corporaciones; unos proponen mando único, otros mixto, unos más creación de gendarmerías, etcétera; todos invierten en tecnología y armamento. Y habiendo puesto en práctica algunas medidas, ninguna parece tener el efecto esperado.

La solución es, sorprendentemente, más sencilla, pero probablemente no ha sido puesta en marcha porque sus efectos no parecen inmediatos. Para que la seguridad deje de ser un lastre se requiere formación, que no capacitación.

Atenidos a los datos oficiales, en una década se han invertido cantidades muy importantes en capacitación, pero 75% de los propios policías afirma no saber cómo proceder ante situaciones básicas de atención de delitos. Se ha gastado mucho y mal.

Es necesario, urgente, indispensable, pasar de contar policías capacitados que aprueban dudosas evaluaciones de confianza, a realizar certeras revisiones cualitativas.

Es cuestión de calidad y profundidad. Se precisa dignificar la vida policial y la de su entorno familiar, por medio de un sistema que les garantice mecanismos de reconocimiento y ascenso, vivienda, seguridad social, fondo de retiro, programas de respaldo por riesgos en su empleo; crear estímulos para que amerite ofrecer la vida por la seguridad de la comunidad, ponderar la figura de los agentes de seguridad, permitir que desarrollen nuevas destrezas, enseñarles a realizar investigaciones con rigor científico y haciendo uso de nuevas tecnologías. Tan fácil de entender que sembrar árboles es indispensable para tener agua, es comprender que hay que comenzar por formar policías para tener seguridad.

 

@HuicocheaAlanis