/ miércoles 29 de julio de 2020

Vida Pública | Demócratas vs. democracia

Un grupo de declarados demócratas se prepara para asestar un fuerte golpe contra la democracia. Comprensiblemente desesperados, casi seguramente ignorantes de lo que hacen, en el ánimo de resolver un problema, son inconscientes de que causarán otro más grave, que mientras usted lee estas líneas, hoy mismo habrán de propinar el primer atentado contra la democracia al aprobar en la Cámara de Senadores una reforma a diversas leyes, para establecer los casos y las circunstancias en las que la autoridad debe imponer prisión preventiva oficiosa a cualquier persona sospechosa de haber cometido un delito. En otras palabras, con lo que hoy votarán los senadores, usted, su pareja, sus hijas e hijos, sus padres, todos, estaremos en peligro de ser señalados por cualquier otra persona de haber cometido un delito y, en ese momento, y sin mediar recurso legal alguno, ser aprisionados y permanecer encerrados, hasta que usted mismo demuestre su inocencia. Usted será culpable y permanecerá en prisión, hasta que demuestre lo contrario.

Se entiende y se comparte la desesperación de los legisladores, las autoridades, los empresarios, las víctimas de delitos y sus familiares, de todos, porque el sistema de justicia penal no funciona, pero la solución no es la que hoy se aprobará, no será de ese modo que se logre hacer justicia y, aunado al problema actual, todos viviremos en estado de indefensión, se multiplicará la de por sí gigantesca e insostenible población penitenciaria, sobre todo la que está encerrada injustamente, y crecerán y se encarecerán los incentivos para la corrupción y la impunidad que, se supone, nos tienen hartos.

Es preocupante y desesperante escuchar a líderes empresariales y gobernantes, legisladores y otras personalidades, normalmente lúcidas y hasta brillantes defensoras de la democracia y el Estado de Derecho, pronunciarse a favor de lo que hoy se discute en el Senado -que implica volver al peor escenario vivido en el país hace 50 años- motivados por una sed de justicia tan grande, que los lleva a confiar ingenuamente en quienes les han presentado la, aparentemente, “solución fácil”: encerrar a todo sospechoso para investigarlo después, mientras se pudre en la cárcel. Evidentemente esa no es la “solución” y mucho menos es “fácil”.

Como suele ocurrir en las cosas más importantes de vida personal y colectiva, el genuino restablecimiento del orden y la justicia no es sencillo. La ruta es empinada y compleja, pero es segura y, dicho sea de paso, nuestro país la empezó a recorrer hace una década, adoptando y adaptando los ejemplos y las prácticas democráticas más exitosas del orbe.

Tres condiciones son indispensables y son las que los demócratas podrían y deberían postular ahora: 1. persistir en la reforma democrática del sistema de justicia penal, adversarial y oral aprobada hace diez años; 2. fortalecer la capacidad de investigación criminal que no se ha desarrollado y que ahora tiene atrofiadas a las fiscalías General de la República y las de los estados, y 3. fortalecer a las policías estatales municipales, permitiéndoles recibir denuncias de delitos e iniciar investigaciones, capacitándolas, equipándolas y profesionalizándolas en dichas tareas y otras funciones de servicios de proximidad con la comunidad a la que deben servir.

Se ha criticado mucho que la reforma penal vigente en los últimos años ha facilitado la vida de los criminales y ha creado una “puerta giratoria” por la que, el que llega a entrar, también sale. Esto no es cierto. La incapacidad de las fiscalías para realizar investigaciones y la carencia total de investigaciones preventivas de delitos por parte de las policías, son el problema. Cuando un detenido es llevado ante el juez -como debe ser- la acusación del fiscal resulta insostenible, carece de pruebas o evidencias que justifiquen, razonablemente, mantener al detenido para iniciar el juicio, es por eso que salen. En nuestro país no funciona el sistema que sí sirve en otros países, por la debilidad de las investigaciones policiales, esa es la verdadera “puerta giratoria”, que debemos reparar. Como tantas otras cosas, los mexicanos podemos recuperar la seguridad, la justicia y la paz, y hacerlo mejor, incluso que los mejores, pero es importante tenerlo claro y no ir hacia atrás. La democracia mexicana requiere, hoy como nunca, de sus demócratas.

@HuicocheaAlanis

Un grupo de declarados demócratas se prepara para asestar un fuerte golpe contra la democracia. Comprensiblemente desesperados, casi seguramente ignorantes de lo que hacen, en el ánimo de resolver un problema, son inconscientes de que causarán otro más grave, que mientras usted lee estas líneas, hoy mismo habrán de propinar el primer atentado contra la democracia al aprobar en la Cámara de Senadores una reforma a diversas leyes, para establecer los casos y las circunstancias en las que la autoridad debe imponer prisión preventiva oficiosa a cualquier persona sospechosa de haber cometido un delito. En otras palabras, con lo que hoy votarán los senadores, usted, su pareja, sus hijas e hijos, sus padres, todos, estaremos en peligro de ser señalados por cualquier otra persona de haber cometido un delito y, en ese momento, y sin mediar recurso legal alguno, ser aprisionados y permanecer encerrados, hasta que usted mismo demuestre su inocencia. Usted será culpable y permanecerá en prisión, hasta que demuestre lo contrario.

Se entiende y se comparte la desesperación de los legisladores, las autoridades, los empresarios, las víctimas de delitos y sus familiares, de todos, porque el sistema de justicia penal no funciona, pero la solución no es la que hoy se aprobará, no será de ese modo que se logre hacer justicia y, aunado al problema actual, todos viviremos en estado de indefensión, se multiplicará la de por sí gigantesca e insostenible población penitenciaria, sobre todo la que está encerrada injustamente, y crecerán y se encarecerán los incentivos para la corrupción y la impunidad que, se supone, nos tienen hartos.

Es preocupante y desesperante escuchar a líderes empresariales y gobernantes, legisladores y otras personalidades, normalmente lúcidas y hasta brillantes defensoras de la democracia y el Estado de Derecho, pronunciarse a favor de lo que hoy se discute en el Senado -que implica volver al peor escenario vivido en el país hace 50 años- motivados por una sed de justicia tan grande, que los lleva a confiar ingenuamente en quienes les han presentado la, aparentemente, “solución fácil”: encerrar a todo sospechoso para investigarlo después, mientras se pudre en la cárcel. Evidentemente esa no es la “solución” y mucho menos es “fácil”.

Como suele ocurrir en las cosas más importantes de vida personal y colectiva, el genuino restablecimiento del orden y la justicia no es sencillo. La ruta es empinada y compleja, pero es segura y, dicho sea de paso, nuestro país la empezó a recorrer hace una década, adoptando y adaptando los ejemplos y las prácticas democráticas más exitosas del orbe.

Tres condiciones son indispensables y son las que los demócratas podrían y deberían postular ahora: 1. persistir en la reforma democrática del sistema de justicia penal, adversarial y oral aprobada hace diez años; 2. fortalecer la capacidad de investigación criminal que no se ha desarrollado y que ahora tiene atrofiadas a las fiscalías General de la República y las de los estados, y 3. fortalecer a las policías estatales municipales, permitiéndoles recibir denuncias de delitos e iniciar investigaciones, capacitándolas, equipándolas y profesionalizándolas en dichas tareas y otras funciones de servicios de proximidad con la comunidad a la que deben servir.

Se ha criticado mucho que la reforma penal vigente en los últimos años ha facilitado la vida de los criminales y ha creado una “puerta giratoria” por la que, el que llega a entrar, también sale. Esto no es cierto. La incapacidad de las fiscalías para realizar investigaciones y la carencia total de investigaciones preventivas de delitos por parte de las policías, son el problema. Cuando un detenido es llevado ante el juez -como debe ser- la acusación del fiscal resulta insostenible, carece de pruebas o evidencias que justifiquen, razonablemente, mantener al detenido para iniciar el juicio, es por eso que salen. En nuestro país no funciona el sistema que sí sirve en otros países, por la debilidad de las investigaciones policiales, esa es la verdadera “puerta giratoria”, que debemos reparar. Como tantas otras cosas, los mexicanos podemos recuperar la seguridad, la justicia y la paz, y hacerlo mejor, incluso que los mejores, pero es importante tenerlo claro y no ir hacia atrás. La democracia mexicana requiere, hoy como nunca, de sus demócratas.

@HuicocheaAlanis