/ miércoles 28 de abril de 2021

Vida Pública | Mueren como ranas

Como la rana que al caer en una olla llena de agua tibia, se quedó flotando plácidamente sin advertir el imperceptible pero persistente y sistemático incremento de la temperatura, hasta que el líquido entró en ebullición y terminó por matar al anfibio y hervirlo hasta la cocción; así, un buen día millones de electores, en diversos países del mundo, festejaron con algarabía el esperanzador triunfo electoral de un líder social que, no dudaron, daría respuesta pronta y eficaz a sus problemas, para entrar, en apenas unos meses, en un sutil, pero imparable proceso de deterioro de su vida institucional, primero, y de su vida -sin adjetivos- poco después. Un deterioro irreversible en la calidad de vida de varias generaciones.

Merced a esas experiencias mundiales recientes, hoy sabemos que las democracias pueden extinguirse ante regímenes nacidos, paradójicamente, de la propia democracia, electos en las urnas. El proceso ha sido sorprendentemente similar en muy diferentes naciones, en cinco pasos claramente distinguibles:

a) Un político carismático se hace del Poder Ejecutivo de manera legal y con altos índices de legitimidad, derivada de su enorme popularidad.

b) Ese personaje captura, paso a paso, y casi siempre echando mano de vías legales, a los otros poderes del Estado, sometiéndolos bajo su égida.

c) Neutraliza o destruye a los órganos autónomos del Estado, prescindiendo de sus beneficios o asumiendo en el Ejecutivo sus responsabilidades.

d) Reforma el marco jurídico para concentrar el poder, so pretexto de que su ejercicio será más sencillo, eficaz y fácilmente comprensible para la gente, lo cual le hace parecer democrático.

e) Finalmente, diseña alguna forma de reelección o de permanencia al frente del gobierno.

Ese ha sido el plan de ruta seguido por la Rusia de Vladimir Putin; así se consolidó el poder político en la Turquía de Tayyip Erdogan; tal cual ha ocurrido en el proceso histórico reciente en la Hungría de Víktor Orban; de ese modo se ha fortalecido en Bielorrusia durante los últimos treinta años Aleksandr Lukashenko; y, más cerca de nosotros, así ha sucedido a lo largo de décadas en la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que hizo escuela para Bolivia, Argentina y Ecuador, al menos.

Es muy importante precisar que el fenómeno no es exclusivo de países periféricos; también sucede, con sus matices, en naciones tradicional y hasta emblemáticamente democráticas. Ha sido el caso de la España de Pablo Iglesias; fue el camino de Gran Bretaña hacia el Brexit; y el mismo mapa que en Estados Unidos condujo a Donald Trump, hasta el último momento de su mandato, e incluso ahora impulsa desde su bunker en Miami. Es también el desafío que en este momento enfrenta la vieja y siempre simbólica Francia, en su proceso electoral en curso, ante la mirada, tan expectante como temerosa, de los demócratas del mundo que saben que, muy difícilmente, Emmanuel Macron impedirá la llegada de la extrema derecha a la Presidencia de ese país hexagonal.

Ante la evidencia de que las democracias mueren como ranas, los recursos que restan a los defensores de la república y la democracia, son la opinión pública, el activismo y la participación social. Sólo así es posible advertir a lo batracios que justo ahora, que flotan a placer, es cuando corren más peligro.

@HuicocheaAlanis

Como la rana que al caer en una olla llena de agua tibia, se quedó flotando plácidamente sin advertir el imperceptible pero persistente y sistemático incremento de la temperatura, hasta que el líquido entró en ebullición y terminó por matar al anfibio y hervirlo hasta la cocción; así, un buen día millones de electores, en diversos países del mundo, festejaron con algarabía el esperanzador triunfo electoral de un líder social que, no dudaron, daría respuesta pronta y eficaz a sus problemas, para entrar, en apenas unos meses, en un sutil, pero imparable proceso de deterioro de su vida institucional, primero, y de su vida -sin adjetivos- poco después. Un deterioro irreversible en la calidad de vida de varias generaciones.

Merced a esas experiencias mundiales recientes, hoy sabemos que las democracias pueden extinguirse ante regímenes nacidos, paradójicamente, de la propia democracia, electos en las urnas. El proceso ha sido sorprendentemente similar en muy diferentes naciones, en cinco pasos claramente distinguibles:

a) Un político carismático se hace del Poder Ejecutivo de manera legal y con altos índices de legitimidad, derivada de su enorme popularidad.

b) Ese personaje captura, paso a paso, y casi siempre echando mano de vías legales, a los otros poderes del Estado, sometiéndolos bajo su égida.

c) Neutraliza o destruye a los órganos autónomos del Estado, prescindiendo de sus beneficios o asumiendo en el Ejecutivo sus responsabilidades.

d) Reforma el marco jurídico para concentrar el poder, so pretexto de que su ejercicio será más sencillo, eficaz y fácilmente comprensible para la gente, lo cual le hace parecer democrático.

e) Finalmente, diseña alguna forma de reelección o de permanencia al frente del gobierno.

Ese ha sido el plan de ruta seguido por la Rusia de Vladimir Putin; así se consolidó el poder político en la Turquía de Tayyip Erdogan; tal cual ha ocurrido en el proceso histórico reciente en la Hungría de Víktor Orban; de ese modo se ha fortalecido en Bielorrusia durante los últimos treinta años Aleksandr Lukashenko; y, más cerca de nosotros, así ha sucedido a lo largo de décadas en la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que hizo escuela para Bolivia, Argentina y Ecuador, al menos.

Es muy importante precisar que el fenómeno no es exclusivo de países periféricos; también sucede, con sus matices, en naciones tradicional y hasta emblemáticamente democráticas. Ha sido el caso de la España de Pablo Iglesias; fue el camino de Gran Bretaña hacia el Brexit; y el mismo mapa que en Estados Unidos condujo a Donald Trump, hasta el último momento de su mandato, e incluso ahora impulsa desde su bunker en Miami. Es también el desafío que en este momento enfrenta la vieja y siempre simbólica Francia, en su proceso electoral en curso, ante la mirada, tan expectante como temerosa, de los demócratas del mundo que saben que, muy difícilmente, Emmanuel Macron impedirá la llegada de la extrema derecha a la Presidencia de ese país hexagonal.

Ante la evidencia de que las democracias mueren como ranas, los recursos que restan a los defensores de la república y la democracia, son la opinión pública, el activismo y la participación social. Sólo así es posible advertir a lo batracios que justo ahora, que flotan a placer, es cuando corren más peligro.

@HuicocheaAlanis