/ miércoles 29 de enero de 2020

Vida Pública | ¿Por qué hay ciudades seguras y otras peligrosas?


¿Qué hacen en Mérida, Yucatán, o en San Pedro Garza García, en Nuevo León, para que quienes viven ahí, tengan mejor percepción de seguridad que los alemanes, franceses o ingleses? En efecto, según el INEGI, 88.1 por ciento de los meridanos y el mismo número de sampetrinos, se sienten muy seguros de caminar por las calles de su municipio a cualquier hora del día y de la noche, en tanto que en esos países europeos 73, 71 y 78 por ciento de teutones, galos y británicos, respectivamente, gozan de similar tranquilidad, de acuerdo con datos de la OCDE.

Por supuesto que es posible adaptar –no adoptar- lo que hacen en Mérida, San Pedro, Paris, Berlín o Londres, en Ecatepec, Tlalnepantla, Naucalpan o Toluca. Todo radica en obedecer un método y trabajar con estrategia.

Lo primero que hacen todas esas ciudades, cuyas políticas de seguridad pública podemos catalogar como exitosas, es medir. Si, todas ellas evalúan utilizando dos importantes y sencillos instrumentos; primero, realizan una encuesta anual de victimización y, segundo, implementan una matriz de evaluación individualizada del desempeño policial.

La primera les permite conocer la incidencia delictiva en microunidades geográficas, tan pequeñas como sea posible, a efecto de identificar delitos más y menos frecuentes, el perfil de las víctimas y de los victimarios, y modus operandi de los delincuentes, de modo que resulta posible diseñar acciones estratégicas de investigación, prevención, anticipación, contención y respuesta a delitos. Esa medición se complementa con el análisis del clima laboral de las corporaciones policiales, para dignificar y mejorar las condiciones de vida de sus integrantes y de sus familias en un ejercicio de mejora permanente.

La segunda, la matriz de evaluación individualizada del desempeño policial, como su nombre lo indica consiste en un seguimiento diario, entendido, más que en tanto método de control, como mecanismo de apoyo; consiste en más de 60 variables que se multiplican por el número total de integrantes se convierte en la fuente de información más importante para la toma de decisiones estratégicas y, nuevamente, de mejora continua del desempeño policial, así como en el instrumento más confiable de medición de la relación entre los policías con las personas y ciudadanos, además de ser un extraordinario utensilio de la transparencia.

Adicionalmente, todas esas ciudades exitosas en materia de seguridad cancelan “la fábrica de delincuentes”; es decir, no permiten que las faltas administrativas ocurran sin castigo, por el contrario, las penalizan con sanciones que, muy frecuentemente, consisten en servicios a favor de la comunidad. En la escala local, la ejemplaridad de la sanción, cuando es de este tipo, genera sus mejores efectos y se convierte en el mejor incentivo para la buena conducta ciudadana. Esta medida es posible, merced al llamado juzgado cívico que tan inexplicable, como generalizadamente, se ha abandonado en nuestro país.

De este modo, midiendo las tareas de la policía municipal en funciones de proximidad y penalizando las faltas administrativas aparentemente menos dañinas, las ciudades comienzan a restablecer el tejido social y generar una mayor percepción de seguridad y una mejor relación entre los policías y la comunidad. Tareas sencillas que inexplicablemente muchas de nuestras autoridades municipales se niegan a emprender.

@HuicocheaAlanis


¿Qué hacen en Mérida, Yucatán, o en San Pedro Garza García, en Nuevo León, para que quienes viven ahí, tengan mejor percepción de seguridad que los alemanes, franceses o ingleses? En efecto, según el INEGI, 88.1 por ciento de los meridanos y el mismo número de sampetrinos, se sienten muy seguros de caminar por las calles de su municipio a cualquier hora del día y de la noche, en tanto que en esos países europeos 73, 71 y 78 por ciento de teutones, galos y británicos, respectivamente, gozan de similar tranquilidad, de acuerdo con datos de la OCDE.

Por supuesto que es posible adaptar –no adoptar- lo que hacen en Mérida, San Pedro, Paris, Berlín o Londres, en Ecatepec, Tlalnepantla, Naucalpan o Toluca. Todo radica en obedecer un método y trabajar con estrategia.

Lo primero que hacen todas esas ciudades, cuyas políticas de seguridad pública podemos catalogar como exitosas, es medir. Si, todas ellas evalúan utilizando dos importantes y sencillos instrumentos; primero, realizan una encuesta anual de victimización y, segundo, implementan una matriz de evaluación individualizada del desempeño policial.

La primera les permite conocer la incidencia delictiva en microunidades geográficas, tan pequeñas como sea posible, a efecto de identificar delitos más y menos frecuentes, el perfil de las víctimas y de los victimarios, y modus operandi de los delincuentes, de modo que resulta posible diseñar acciones estratégicas de investigación, prevención, anticipación, contención y respuesta a delitos. Esa medición se complementa con el análisis del clima laboral de las corporaciones policiales, para dignificar y mejorar las condiciones de vida de sus integrantes y de sus familias en un ejercicio de mejora permanente.

La segunda, la matriz de evaluación individualizada del desempeño policial, como su nombre lo indica consiste en un seguimiento diario, entendido, más que en tanto método de control, como mecanismo de apoyo; consiste en más de 60 variables que se multiplican por el número total de integrantes se convierte en la fuente de información más importante para la toma de decisiones estratégicas y, nuevamente, de mejora continua del desempeño policial, así como en el instrumento más confiable de medición de la relación entre los policías con las personas y ciudadanos, además de ser un extraordinario utensilio de la transparencia.

Adicionalmente, todas esas ciudades exitosas en materia de seguridad cancelan “la fábrica de delincuentes”; es decir, no permiten que las faltas administrativas ocurran sin castigo, por el contrario, las penalizan con sanciones que, muy frecuentemente, consisten en servicios a favor de la comunidad. En la escala local, la ejemplaridad de la sanción, cuando es de este tipo, genera sus mejores efectos y se convierte en el mejor incentivo para la buena conducta ciudadana. Esta medida es posible, merced al llamado juzgado cívico que tan inexplicable, como generalizadamente, se ha abandonado en nuestro país.

De este modo, midiendo las tareas de la policía municipal en funciones de proximidad y penalizando las faltas administrativas aparentemente menos dañinas, las ciudades comienzan a restablecer el tejido social y generar una mayor percepción de seguridad y una mejor relación entre los policías y la comunidad. Tareas sencillas que inexplicablemente muchas de nuestras autoridades municipales se niegan a emprender.

@HuicocheaAlanis