/ miércoles 8 de junio de 2022

Vida Pública | PRI mexiquense ganador

El PRI nacional no está muerto a causa de sus errores del pasado, languidece debido sus yerros del presente. Tras la elección federal de 2015 en la que ganó 208 diputados federales, los subsecuentes dirigentes del PRI que enfrentaron elecciones (Manlio Fabio Beltrones, Enrique Ochoa Reza, René Juárez Cisneros y Alejandro Moreno Cárdenas) no han hecho más que perder sin reaccionar, sin reflexión autocrítica, ni ajustes de fondo, mucho menos, respuestas a sus militantes, y ni qué decir de un mea culpa tan necesario para simpatizantes y sociedad que, naturalmente, se sigue alejando, haciendo del partido político más exitoso en el siglo pasado, una agrupación paulatinamente irrelevante.

Lejos de lo que se tiende a pensar, dichas derrotas son totalmente atribuibles a errores concretos cometidos por esas dirigencias, no al pasado del partido. No hay evidencia alguna que compruebe una especie de determinismo de antaño; no es cierto que el desprestigio del viejo partido dañe la imagen y lastre la competitividad de sus candidatos; por el contrario, sobran ejemplos de candidaturas ganadoras, exitosas, incluso reelectas merced a su pertenencia a ese partido. Y existen estudios de comportamiento electoral que demuestran con evidencia estadística y fenomenológica la filiación de extensos sectores de la sociedad con el tricolor.

Serían inexplicables la recuperación priista después de 2000, su prevalencia en los primeros 15 años de nuestro siglo, el regreso a la Presidencia de la República en 2012, y no se entendería por qué es el único partido que obtiene votos en cada una de las más de 68 mil secciones electorales en las que se divide el territorio nacional, ni el ya mencionado triunfo de 2015, además de los ayuntamientos y distritos locales recuperados el año pasado en el Estado de México y otras entidades. No es, pues, el pasado, el que determina el futuro del PRI, sino las decisiones que tome en el presente.

Y por eso se puede afirmar que, con método y estrategia, el PRI tiene todo para ser ganador, especialmente, en el Estado de México.

Método significa reconocer que, si bien el PRI es el más desprestigiado de los partidos políticos, también es cierto que gobernantes en funciones de esa filiación (alcaldes, gobernadores y legisladores) logran mucho mejores calificaciones de la ciudadanía que los de MORENA, partido que goza de mejor reputación. También significa recordar que, independientemente de lo ocurrido apenas el domingo, los partidos que forman la alianza opositora y el Movimiento Ciudadano, ganaron más votos que MORENA en la más reciente elección federal de 2021; es decir, nada está predeterminado, y tampoco está demostrado que la fuerza electoral de MORENA sea invencible; además de que cada elección se cocina aparte. Así es que la elección local de 2023 y la presidencial de 2024 no están definidas a favor de nadie. Lo anterior significa que ha llegado el momento de que el PRI se aboque a determinar con toda precisión cuántos votos necesita para ganar; exactamente con cuántos cuenta en cada sección electoral y, por ende, a cuántos electores requiere conectar, para convencer, en su momento, al número preciso de votantes que le den el triunfo; para construirlo con precisión y eficacia medible cada día y hasta la jornada electoral, sin importar por ahora quién abanderará su candidatura. Cabe señalar que esa pregunta, al menos en el Estado de México, el PRI no se ha atrevido a responderla, a pesar de contar con las herramientas tecnológicas que permiten saberlo. Decidir midiendo hoy la intención de voto en el futuro, como suele hacerse, sería un error. Sólo frialdad de esos datos mencionados, permitirá definir objetivos, determinar los alcances de su alianza y decidir correctamente la candidatura.

Estrategia significa dar motivos a los militantes, argumentos a los activistas y emociones a los electores, para que se sumen en una causa épica en la que cada quien tenga un lugar y cada uno su responsabilidad. La innegable resiliencia que gobierno y sociedad mexiquense mostraron ante el terremoto de 2017 y frente a la pandemia, así como los datos de inversión en programas de atención a la mujer, y la obra pública en no pocos municipios, a contrapelo de lo ocurrido en el país, deberían ser suficientes para construir una narrativa de éxito; y los enormes desafíos ofrecen lo necesario para elaborar un discurso razonable de esperanza. Método y estrategia son, pues, lo necesario para un PRI mexiquense ganador.

@HuicocheaAlanis

El PRI nacional no está muerto a causa de sus errores del pasado, languidece debido sus yerros del presente. Tras la elección federal de 2015 en la que ganó 208 diputados federales, los subsecuentes dirigentes del PRI que enfrentaron elecciones (Manlio Fabio Beltrones, Enrique Ochoa Reza, René Juárez Cisneros y Alejandro Moreno Cárdenas) no han hecho más que perder sin reaccionar, sin reflexión autocrítica, ni ajustes de fondo, mucho menos, respuestas a sus militantes, y ni qué decir de un mea culpa tan necesario para simpatizantes y sociedad que, naturalmente, se sigue alejando, haciendo del partido político más exitoso en el siglo pasado, una agrupación paulatinamente irrelevante.

Lejos de lo que se tiende a pensar, dichas derrotas son totalmente atribuibles a errores concretos cometidos por esas dirigencias, no al pasado del partido. No hay evidencia alguna que compruebe una especie de determinismo de antaño; no es cierto que el desprestigio del viejo partido dañe la imagen y lastre la competitividad de sus candidatos; por el contrario, sobran ejemplos de candidaturas ganadoras, exitosas, incluso reelectas merced a su pertenencia a ese partido. Y existen estudios de comportamiento electoral que demuestran con evidencia estadística y fenomenológica la filiación de extensos sectores de la sociedad con el tricolor.

Serían inexplicables la recuperación priista después de 2000, su prevalencia en los primeros 15 años de nuestro siglo, el regreso a la Presidencia de la República en 2012, y no se entendería por qué es el único partido que obtiene votos en cada una de las más de 68 mil secciones electorales en las que se divide el territorio nacional, ni el ya mencionado triunfo de 2015, además de los ayuntamientos y distritos locales recuperados el año pasado en el Estado de México y otras entidades. No es, pues, el pasado, el que determina el futuro del PRI, sino las decisiones que tome en el presente.

Y por eso se puede afirmar que, con método y estrategia, el PRI tiene todo para ser ganador, especialmente, en el Estado de México.

Método significa reconocer que, si bien el PRI es el más desprestigiado de los partidos políticos, también es cierto que gobernantes en funciones de esa filiación (alcaldes, gobernadores y legisladores) logran mucho mejores calificaciones de la ciudadanía que los de MORENA, partido que goza de mejor reputación. También significa recordar que, independientemente de lo ocurrido apenas el domingo, los partidos que forman la alianza opositora y el Movimiento Ciudadano, ganaron más votos que MORENA en la más reciente elección federal de 2021; es decir, nada está predeterminado, y tampoco está demostrado que la fuerza electoral de MORENA sea invencible; además de que cada elección se cocina aparte. Así es que la elección local de 2023 y la presidencial de 2024 no están definidas a favor de nadie. Lo anterior significa que ha llegado el momento de que el PRI se aboque a determinar con toda precisión cuántos votos necesita para ganar; exactamente con cuántos cuenta en cada sección electoral y, por ende, a cuántos electores requiere conectar, para convencer, en su momento, al número preciso de votantes que le den el triunfo; para construirlo con precisión y eficacia medible cada día y hasta la jornada electoral, sin importar por ahora quién abanderará su candidatura. Cabe señalar que esa pregunta, al menos en el Estado de México, el PRI no se ha atrevido a responderla, a pesar de contar con las herramientas tecnológicas que permiten saberlo. Decidir midiendo hoy la intención de voto en el futuro, como suele hacerse, sería un error. Sólo frialdad de esos datos mencionados, permitirá definir objetivos, determinar los alcances de su alianza y decidir correctamente la candidatura.

Estrategia significa dar motivos a los militantes, argumentos a los activistas y emociones a los electores, para que se sumen en una causa épica en la que cada quien tenga un lugar y cada uno su responsabilidad. La innegable resiliencia que gobierno y sociedad mexiquense mostraron ante el terremoto de 2017 y frente a la pandemia, así como los datos de inversión en programas de atención a la mujer, y la obra pública en no pocos municipios, a contrapelo de lo ocurrido en el país, deberían ser suficientes para construir una narrativa de éxito; y los enormes desafíos ofrecen lo necesario para elaborar un discurso razonable de esperanza. Método y estrategia son, pues, lo necesario para un PRI mexiquense ganador.

@HuicocheaAlanis