/ martes 18 de agosto de 2020

Visión Democrática | Belarús, la crisis 

Bielorrusia (Belarús) es una República Presidencialista, su Constitución se adoptó en 1994 y fue reformada por referéndum en 1996 a efecto de ampliar las facultades presidenciales y establecer un sistema parlamentario bicameral. En 2004, a través de otro referéndum, se suprimió la limitación que establecía la Constitución respecto de un máximo de dos mandatos presidenciales consecutivos.

La historia de estos cambios va de la mano con la gestión presidencial de Aleksander Lukashenko quien gobierna desde 1994, año en el que ganó, en segunda vuelta, con el 80,1% de los votos; en 2001 obtuvo el triunfo, en la primera vuelta, con el 75,6% de los sufragios; en 2006, volvió a ganar, en primera vuelta, con el 84,2% de los votos; en diciembre de 2010 también consiguió la preferencia del electorado con el 79,65% de la votación; y en 2015, repitió con el 83,5%.

La ciudadanía bielorrusa comenzó a votar de manera anticipada en las elecciones presidenciales entre el 4 y el 9 de agosto, en las que fue nuevamente candidato Lukashenko. Se instalaron 5,767 colegios electorales, con un registro aproximado de 6,8 millones de personas que tuvieron la posibilidad de ejercer su voto.

En esta ocasión, Lukashenko compitió contra dos candidatas y dos candidatos; la más prominente es Svetlana Tijanovskaya, su rival de mayor importancia quien consiguió movilizar a la oposición en mítines multitudinarios a su favor, quien además expresó que de ganar los comicios dejaría en libertad a los presos políticos y convocaría a nuevas elecciones, todo ello en relación con la detención arbitraria de su esposo Sergei Tijanovski.

Varios opositores se quedaron fuera del proceso electoral, por ejemplo, el bloguero Sergei Tijanovski, esposo de Svetlana Tijanovskaya, quien tras anunciar su intención de participar en los comicios se encuentra detenido desde mayo del presente año; Víctor Babariko, exbanquero, también detenido desde junio pasado bajo la acusación de evasión tributaria y lavado de dinero; y Valeri Tsepkalo a quien le fue rechazada su candidatura y huyó de su país al sentirse amenazado.

En ese contexto represivo, el presidente Lukashenko ganó por sexta vez consecutiva las elecciones presidenciales tras obtener el 80,23% de los votos frente al 9,9% de Svetlana Tijanovskaya; la participación fue del 84,23%.

Los resultados fueron rechazados por la oposición, y los comicios fueron calificados de polémicos por la comunidad internacional pues se realizaron sin la presencia de observadores internacionales, salvo la participación de la única invitada, es decir, la misión de la postsoviética Comunidad de Estados Independientes (CEI), todo ello en una jornada electoral marcada por la violencia en la que se detuvieron a 3 mil personas, con saldo de 89 heridos entre ciudadanos y policías, y una muerte.

La comunidad internacional se ha expresado, considera que las elecciones en Bielorrusia sufrieron irregularidades sistemáticas, por tanto, no cumplieron con los estándares internacionales. Las protestas de la oposición aún continúan y ya se solicitó la anulación de los resultados; se han reportado intenciones de Lukashenko por “negociar”, recurso muy socorrido para los dictadores cuando sienten que suenan las horas finales de los regímenes que, con mano dura, conducen sin negociar en absoluto.

@CP_IEEM_MX


Bielorrusia (Belarús) es una República Presidencialista, su Constitución se adoptó en 1994 y fue reformada por referéndum en 1996 a efecto de ampliar las facultades presidenciales y establecer un sistema parlamentario bicameral. En 2004, a través de otro referéndum, se suprimió la limitación que establecía la Constitución respecto de un máximo de dos mandatos presidenciales consecutivos.

La historia de estos cambios va de la mano con la gestión presidencial de Aleksander Lukashenko quien gobierna desde 1994, año en el que ganó, en segunda vuelta, con el 80,1% de los votos; en 2001 obtuvo el triunfo, en la primera vuelta, con el 75,6% de los sufragios; en 2006, volvió a ganar, en primera vuelta, con el 84,2% de los votos; en diciembre de 2010 también consiguió la preferencia del electorado con el 79,65% de la votación; y en 2015, repitió con el 83,5%.

La ciudadanía bielorrusa comenzó a votar de manera anticipada en las elecciones presidenciales entre el 4 y el 9 de agosto, en las que fue nuevamente candidato Lukashenko. Se instalaron 5,767 colegios electorales, con un registro aproximado de 6,8 millones de personas que tuvieron la posibilidad de ejercer su voto.

En esta ocasión, Lukashenko compitió contra dos candidatas y dos candidatos; la más prominente es Svetlana Tijanovskaya, su rival de mayor importancia quien consiguió movilizar a la oposición en mítines multitudinarios a su favor, quien además expresó que de ganar los comicios dejaría en libertad a los presos políticos y convocaría a nuevas elecciones, todo ello en relación con la detención arbitraria de su esposo Sergei Tijanovski.

Varios opositores se quedaron fuera del proceso electoral, por ejemplo, el bloguero Sergei Tijanovski, esposo de Svetlana Tijanovskaya, quien tras anunciar su intención de participar en los comicios se encuentra detenido desde mayo del presente año; Víctor Babariko, exbanquero, también detenido desde junio pasado bajo la acusación de evasión tributaria y lavado de dinero; y Valeri Tsepkalo a quien le fue rechazada su candidatura y huyó de su país al sentirse amenazado.

En ese contexto represivo, el presidente Lukashenko ganó por sexta vez consecutiva las elecciones presidenciales tras obtener el 80,23% de los votos frente al 9,9% de Svetlana Tijanovskaya; la participación fue del 84,23%.

Los resultados fueron rechazados por la oposición, y los comicios fueron calificados de polémicos por la comunidad internacional pues se realizaron sin la presencia de observadores internacionales, salvo la participación de la única invitada, es decir, la misión de la postsoviética Comunidad de Estados Independientes (CEI), todo ello en una jornada electoral marcada por la violencia en la que se detuvieron a 3 mil personas, con saldo de 89 heridos entre ciudadanos y policías, y una muerte.

La comunidad internacional se ha expresado, considera que las elecciones en Bielorrusia sufrieron irregularidades sistemáticas, por tanto, no cumplieron con los estándares internacionales. Las protestas de la oposición aún continúan y ya se solicitó la anulación de los resultados; se han reportado intenciones de Lukashenko por “negociar”, recurso muy socorrido para los dictadores cuando sienten que suenan las horas finales de los regímenes que, con mano dura, conducen sin negociar en absoluto.

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