/ martes 8 de diciembre de 2020

Visión Democrática | Venezuela 6D: de la destrucción institucional a la simulación electoral 

El chavismo, en tanto movimiento político, basado en el carisma (y mesianismo) de Hugo Chávez Frías, se hizo de la presidencia en Venezuela, ganando las elecciones de 1998. A partir de ese triunfo electoral, legítimo, comenzó a desarrollarse un plan sistemático para reformar las instituciones venezolanas, así como a hacer crecer una amplia red clientelar entre la población más necesitada. El régimen bolivariano en poco más de 20 años, ha pasado de contar con un respaldo popular mayoritario, para llegar a su actualidad: una autocracia hegemónica en la que las reglas básicas para la competencia política se han diluido hasta, prácticamente, su desaparición. El momento actual se sintetiza en la frase con la que, sin rubor alguno, Diosdado Cabello, el “número dos” de Maduro, amenaza a las personas que dependen de los apoyos gubernamentales esenciales: “quien no vota, no come”.

El recuento de esta corta historia de dos décadas, señala que uno de los primeros objetivos del chavismo fue la anulación de los otros poderes, empezando por el legislativo. En 1999 se eligió una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la que se encargó de modificar el sistema electoral para, mediante un mecanismo matemático sumamente elaborado, reformular la proporcionalidad, lo que sumado a las instrucciones precisas sobre cómo votar dadas a su base popular, se tradujo en que la oposición obtuviese sólo seis de los 131 escaños en disputa.

Esa ANC redactó una nueva constitución, aprobada con menos del 45% de participación ciudadana, en la que se resolvió que el legislativo fuera unicameral eliminando al Senado y por ello la representación de los estados en el juego decisorio. La combinación de un poder concentrado, una oposición desarticulada, la confección de leyes y procedimientos electorales que son una muestra de las peores prácticas en la materia; tienen ahora a Venezuela en la complicada situación de contar con un sistema electoral de instituciones que no garantizan los mínimos de integridad electoral para considerar, seriamente, a ese país como una democracia.

El pasado domingo 6 de diciembre se realizaron elecciones para una nueva Asamblea Nacional que eventualmente habrá de sustituir a la que en 2015 se integró con una mayoría opositora, este ejercicio ha sido denunciado por los especialistas, nacionales e internacionales, como un catálogo de las peores prácticas en materia electoral, de las que citaré algunos ejemplos.

Como los partidos de oposición se han negado a participar, desde hace varios procesos, en elecciones tan inequitativas, se ha judicializado su vida interna y por resoluciones jurisdiccionales se han cambiado a las dirigencias por otras más “colaborativas” con el régimen. El registro electoral no ha permitido la incorporación de al menos 2 millones de jóvenes primo electores, ni la actualización de datos de más de millón y medio de electores, para esta elección estuvo abierto sólo 17 días en 551 puntos en todo el país, no se permitió ni actualizó el registro de venezolanos en el exterior.

En Venezuela se utilizan, desde hace varios años, máquinas para recibir y contar los votos, las empresas que les proveen el servicio han cambiado, alguna por denunciar manipulaciones del oficialismo para incrementar artificialmente la participación y falsear los resultados, toda vez que las máquinas de esa empresa se quemaron, se adquirieron unas nuevas, no se sabe cómo funcionan pues no se han auditado por una comisión independiente, el sistema biométrico que impide que un elector vote más de una vez tampoco fue auditado. Se cambió de centro de votación a un porcentaje importante del electorado, sirva como ejemplo anecdótico que el dato del centro de votación del propio Nicolás Maduro cambió a las 10 de la mañana del domingo de la votación. Se me terminó el espacio, espero que pronto las y los venezolanos encuentren la vía para volver a ser una democracia pujante como la que, con todos sus problemas, era antes de que la capturara alguien convencido de que su opinión unipersonal es más importante y valiosa que las opiniones de todas y de todos.

@CP_IEEM_MX

El chavismo, en tanto movimiento político, basado en el carisma (y mesianismo) de Hugo Chávez Frías, se hizo de la presidencia en Venezuela, ganando las elecciones de 1998. A partir de ese triunfo electoral, legítimo, comenzó a desarrollarse un plan sistemático para reformar las instituciones venezolanas, así como a hacer crecer una amplia red clientelar entre la población más necesitada. El régimen bolivariano en poco más de 20 años, ha pasado de contar con un respaldo popular mayoritario, para llegar a su actualidad: una autocracia hegemónica en la que las reglas básicas para la competencia política se han diluido hasta, prácticamente, su desaparición. El momento actual se sintetiza en la frase con la que, sin rubor alguno, Diosdado Cabello, el “número dos” de Maduro, amenaza a las personas que dependen de los apoyos gubernamentales esenciales: “quien no vota, no come”.

El recuento de esta corta historia de dos décadas, señala que uno de los primeros objetivos del chavismo fue la anulación de los otros poderes, empezando por el legislativo. En 1999 se eligió una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la que se encargó de modificar el sistema electoral para, mediante un mecanismo matemático sumamente elaborado, reformular la proporcionalidad, lo que sumado a las instrucciones precisas sobre cómo votar dadas a su base popular, se tradujo en que la oposición obtuviese sólo seis de los 131 escaños en disputa.

Esa ANC redactó una nueva constitución, aprobada con menos del 45% de participación ciudadana, en la que se resolvió que el legislativo fuera unicameral eliminando al Senado y por ello la representación de los estados en el juego decisorio. La combinación de un poder concentrado, una oposición desarticulada, la confección de leyes y procedimientos electorales que son una muestra de las peores prácticas en la materia; tienen ahora a Venezuela en la complicada situación de contar con un sistema electoral de instituciones que no garantizan los mínimos de integridad electoral para considerar, seriamente, a ese país como una democracia.

El pasado domingo 6 de diciembre se realizaron elecciones para una nueva Asamblea Nacional que eventualmente habrá de sustituir a la que en 2015 se integró con una mayoría opositora, este ejercicio ha sido denunciado por los especialistas, nacionales e internacionales, como un catálogo de las peores prácticas en materia electoral, de las que citaré algunos ejemplos.

Como los partidos de oposición se han negado a participar, desde hace varios procesos, en elecciones tan inequitativas, se ha judicializado su vida interna y por resoluciones jurisdiccionales se han cambiado a las dirigencias por otras más “colaborativas” con el régimen. El registro electoral no ha permitido la incorporación de al menos 2 millones de jóvenes primo electores, ni la actualización de datos de más de millón y medio de electores, para esta elección estuvo abierto sólo 17 días en 551 puntos en todo el país, no se permitió ni actualizó el registro de venezolanos en el exterior.

En Venezuela se utilizan, desde hace varios años, máquinas para recibir y contar los votos, las empresas que les proveen el servicio han cambiado, alguna por denunciar manipulaciones del oficialismo para incrementar artificialmente la participación y falsear los resultados, toda vez que las máquinas de esa empresa se quemaron, se adquirieron unas nuevas, no se sabe cómo funcionan pues no se han auditado por una comisión independiente, el sistema biométrico que impide que un elector vote más de una vez tampoco fue auditado. Se cambió de centro de votación a un porcentaje importante del electorado, sirva como ejemplo anecdótico que el dato del centro de votación del propio Nicolás Maduro cambió a las 10 de la mañana del domingo de la votación. Se me terminó el espacio, espero que pronto las y los venezolanos encuentren la vía para volver a ser una democracia pujante como la que, con todos sus problemas, era antes de que la capturara alguien convencido de que su opinión unipersonal es más importante y valiosa que las opiniones de todas y de todos.

@CP_IEEM_MX

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