/ sábado 4 de diciembre de 2021

Vox Populi | A la mitad del sexenio; lo bueno, lo malo, y lo feo

El Presidente López Obrador llega a la mitad del sexenio con una aprobación del 65%, el alto nivel más alto durante la pandemia (oraculus.mx). Un mandatario entre los más populares del mundo que ha impuesto su narrativa basada en la crítica a la corrupción, la desigualdad y a favor de la austeridad. Por virtud y credibilidad del mensajero, la llamada posverdad se ha impuesto a la realidad de los datos duros, a resultados negativos en salud, economía y seguridad pública.

Lo mejor es que la popularidad ayuda a aliviar la tensión producida por la pandemia y la crisis económica. Lo malo es que el estilo de gobernar ha generado polarización riesgosa que nos puede llevar a una regresión autoritaria. La intolerancia, y las venganzas políticas acompañan al gobierno de la 4T. Lo feo es que AMLO se cobijo con los uniformes verde olivo del ejercito, a quienes en campaña prometió regresar a sus cuarteles, pero como gobierno sostuvo en la lucha contra la inseguridad y convocó a múltiples tareas como construir aeropuertos, controlar aduanas y medicinas.

La primera mitad del sexenio ha estado marcada por la pandemia del COVID 19, y por un estilo personal de gobernar populista, en la que el Presidente ha sorteado la crisis, y ha mantenido el control de la agenda. Los populistas gozan de legitimidad y popularidad porque representan a importantes segmentos del electorado. En sentido negativo son cuestionados por proponer cosas inviables, antipolíticas, por su intolerancia al pluralismo y por atacar a quienes los cuestionan.

El politólogo Jan Werner Muller destaca que el mito principal sobre los populistas es que no funcionan como gobiernos. Sus críticos apuestan que fracasarán porque la antipolítica no puede producir políticas de gobierno exitosas. AMLO ha sido exitoso en desarrollar un activismo ideológico permanente, en controlar la agenda y en comunicar una narrativa que polariza, divide, cuestiona a sus críticos y mantiene unida a su base de apoyo social.

Uno de los rasgos menos deseables de un liderazgo es que se asuma como víctima, de tal forma que las fallas o fracasos encuentran un culpable en alguien más (las élites, gobiernos del pasado, neoliberalismo). Las teorías de conspiración y los roles de víctima han sido utilizadas durante la primera mitad del sexenio, y considerando los niveles de aprobación alcanzados, lo más lógico es que continúe con el mismo patrón.

Uno de los principales éxitos del modelo AMLO ha sido desarrollar un activismo político permanente basado en una polarización ideológica entre una minoría (las élites), y la mayoría de la población (el pueblo), a quien representa auténticamente y de manera exclusiva, lo que resulta intolerante y antipluralista. Los populistas atacarán a quienes los cuestionan, así sea la oposición, los medios de comunicación, los intelectuales, la clase media o la sociedad en general porque no pueden permitir que desafíen su representación política.

López Obrador llega a su tercer informe de gobierno en uno de sus clímax de popularidad, por haber sorteado en la opinión pública la crisis sanitaria del coronavirus, y la económica.

La agenda es clara para la segunda mitad del sexenio: no habrá cambios, lo más probable es que continue con la polarización basada en un activismo político permanente para endurecer su base de apoyo social de cara a la revocación de mandato, las gubernaturas en juego, y por supuesto la sucesión presidencial en 2024.


El Presidente López Obrador llega a la mitad del sexenio con una aprobación del 65%, el alto nivel más alto durante la pandemia (oraculus.mx). Un mandatario entre los más populares del mundo que ha impuesto su narrativa basada en la crítica a la corrupción, la desigualdad y a favor de la austeridad. Por virtud y credibilidad del mensajero, la llamada posverdad se ha impuesto a la realidad de los datos duros, a resultados negativos en salud, economía y seguridad pública.

Lo mejor es que la popularidad ayuda a aliviar la tensión producida por la pandemia y la crisis económica. Lo malo es que el estilo de gobernar ha generado polarización riesgosa que nos puede llevar a una regresión autoritaria. La intolerancia, y las venganzas políticas acompañan al gobierno de la 4T. Lo feo es que AMLO se cobijo con los uniformes verde olivo del ejercito, a quienes en campaña prometió regresar a sus cuarteles, pero como gobierno sostuvo en la lucha contra la inseguridad y convocó a múltiples tareas como construir aeropuertos, controlar aduanas y medicinas.

La primera mitad del sexenio ha estado marcada por la pandemia del COVID 19, y por un estilo personal de gobernar populista, en la que el Presidente ha sorteado la crisis, y ha mantenido el control de la agenda. Los populistas gozan de legitimidad y popularidad porque representan a importantes segmentos del electorado. En sentido negativo son cuestionados por proponer cosas inviables, antipolíticas, por su intolerancia al pluralismo y por atacar a quienes los cuestionan.

El politólogo Jan Werner Muller destaca que el mito principal sobre los populistas es que no funcionan como gobiernos. Sus críticos apuestan que fracasarán porque la antipolítica no puede producir políticas de gobierno exitosas. AMLO ha sido exitoso en desarrollar un activismo ideológico permanente, en controlar la agenda y en comunicar una narrativa que polariza, divide, cuestiona a sus críticos y mantiene unida a su base de apoyo social.

Uno de los rasgos menos deseables de un liderazgo es que se asuma como víctima, de tal forma que las fallas o fracasos encuentran un culpable en alguien más (las élites, gobiernos del pasado, neoliberalismo). Las teorías de conspiración y los roles de víctima han sido utilizadas durante la primera mitad del sexenio, y considerando los niveles de aprobación alcanzados, lo más lógico es que continúe con el mismo patrón.

Uno de los principales éxitos del modelo AMLO ha sido desarrollar un activismo político permanente basado en una polarización ideológica entre una minoría (las élites), y la mayoría de la población (el pueblo), a quien representa auténticamente y de manera exclusiva, lo que resulta intolerante y antipluralista. Los populistas atacarán a quienes los cuestionan, así sea la oposición, los medios de comunicación, los intelectuales, la clase media o la sociedad en general porque no pueden permitir que desafíen su representación política.

López Obrador llega a su tercer informe de gobierno en uno de sus clímax de popularidad, por haber sorteado en la opinión pública la crisis sanitaria del coronavirus, y la económica.

La agenda es clara para la segunda mitad del sexenio: no habrá cambios, lo más probable es que continue con la polarización basada en un activismo político permanente para endurecer su base de apoyo social de cara a la revocación de mandato, las gubernaturas en juego, y por supuesto la sucesión presidencial en 2024.