/ jueves 21 de enero de 2021

Voz Millennial | Amiga, hermana, ¿no eres candidata?

Tiempos electorales en pandemia, un capítulo de la historia que las millennials vivimos entre el desencanto con la política y la lucha para una ciudadanía plena. Me parece prudente y necesario hablar de los retos que enfrentamos las mujeres a la hora de participar en la vida política de nuestro país debido a que a partir de este sábado 23 de enero, estarán en juego 2 mil 254 cargos de elección popular, en el marco de las reformas electorales que contemplan la violencia política de género y la obligatoriedad de paridad en las candidaturas.

Los retos y soluciones, así como el contraste entre la realidad y lo plasmado en nuestras leyes, son temas diversos que abordaré a lo largo de las siguientes columnas para un análisis más profundo. Sin embargo, el tema de hoy son esas barreras en las estructuras institucionales y del pensamiento popular que impiden que las mujeres jóvenes lleguemos a participar en la política (algo que va impreso en nuestros derechos como mexicanas).

Pero, ¿cómo categorizar y resumir todo un sistema que nos ha tratado a las mujeres como ciudadanas de “segunda mano”, reforzado por el hecho de que hace 100 años ni siquiera éramos consideradas dignas de votar y ser votadas? Paloma Cruz Monroy, politóloga experta en temas de género por su estudio y experiencia, quien además practica la sororidad al explicarme el tema a fondo, logró clarificar algunos términos que son indispensables para un análisis cualitativo resumido y claro: existe la discriminación por ser mujer, la duda en torno a la capacidad, poco reconocimiento y los estereotipos internos de los partidos.

En la cultura política mexiquense, las mujeres somos altamente discriminadas pues antes de ver nuestra capacidad, se nos elige por los contactos, los lazos de parentesco o el número de seguidores en redes sociales para darnos una candidatura, es decir, una mujer que lucha en su comunidad, que sabe de sus necesidades y problemas, no puede ser contemplada porque “no tiene el perfil”, ya sea por su grado de estudios o formación. Asimismo, los partidos suelen generar muchos estereotipos y siguen prefiriendo cierto tipo de mujeres en cuanto a su carácter (más “manejables”) o cómo se ven en la publicidad y frente a las cámaras (me ha tocado ver transformaciones físicas impresionantes como blanqueamientos de piel).

Además, existe la idea de que la mujer, al ser más emocional, es menos apta para la política, más aún si somos jóvenes e “inexpertas”. Incluso, hay personas que no votan a una mujer joven por este estereotipo. Esto crea también una falta de reconocimiento hacia las mujeres, quienes mayormente hacen el trabajo en campo y de creación de redes dentro de las estructuras electorales, muchas veces sin pago porque “ya te tocará un hueso”. Las mujeres trabajan hasta triple jornada y las mieles del éxito la cosechan los líderes, principalmente hombres.

Por último, tenemos la ya agria cultura política en la que los dueños de los partidos no sueltan cargos que tienen prometidos con otros hombres o con familiares y amigos, lo que impide el avance en la representación femenina por mujeres de a pie en los escaños locales. Yo y muchas otras queremos ver a jóvenes comprometidas, activistas, estudiosas, que amen sus municipios y localidades, como diputadas, regidoras y ediles. Dejemos el juego de la paridad aparente y hagamos un compromiso con el futuro de este país.

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Lic. Paulina Lemus Hernández

Columnista de El Sol de Toluca / Maestrante en Estudios Latinoamericanos

Activista social

Tiempos electorales en pandemia, un capítulo de la historia que las millennials vivimos entre el desencanto con la política y la lucha para una ciudadanía plena. Me parece prudente y necesario hablar de los retos que enfrentamos las mujeres a la hora de participar en la vida política de nuestro país debido a que a partir de este sábado 23 de enero, estarán en juego 2 mil 254 cargos de elección popular, en el marco de las reformas electorales que contemplan la violencia política de género y la obligatoriedad de paridad en las candidaturas.

Los retos y soluciones, así como el contraste entre la realidad y lo plasmado en nuestras leyes, son temas diversos que abordaré a lo largo de las siguientes columnas para un análisis más profundo. Sin embargo, el tema de hoy son esas barreras en las estructuras institucionales y del pensamiento popular que impiden que las mujeres jóvenes lleguemos a participar en la política (algo que va impreso en nuestros derechos como mexicanas).

Pero, ¿cómo categorizar y resumir todo un sistema que nos ha tratado a las mujeres como ciudadanas de “segunda mano”, reforzado por el hecho de que hace 100 años ni siquiera éramos consideradas dignas de votar y ser votadas? Paloma Cruz Monroy, politóloga experta en temas de género por su estudio y experiencia, quien además practica la sororidad al explicarme el tema a fondo, logró clarificar algunos términos que son indispensables para un análisis cualitativo resumido y claro: existe la discriminación por ser mujer, la duda en torno a la capacidad, poco reconocimiento y los estereotipos internos de los partidos.

En la cultura política mexiquense, las mujeres somos altamente discriminadas pues antes de ver nuestra capacidad, se nos elige por los contactos, los lazos de parentesco o el número de seguidores en redes sociales para darnos una candidatura, es decir, una mujer que lucha en su comunidad, que sabe de sus necesidades y problemas, no puede ser contemplada porque “no tiene el perfil”, ya sea por su grado de estudios o formación. Asimismo, los partidos suelen generar muchos estereotipos y siguen prefiriendo cierto tipo de mujeres en cuanto a su carácter (más “manejables”) o cómo se ven en la publicidad y frente a las cámaras (me ha tocado ver transformaciones físicas impresionantes como blanqueamientos de piel).

Además, existe la idea de que la mujer, al ser más emocional, es menos apta para la política, más aún si somos jóvenes e “inexpertas”. Incluso, hay personas que no votan a una mujer joven por este estereotipo. Esto crea también una falta de reconocimiento hacia las mujeres, quienes mayormente hacen el trabajo en campo y de creación de redes dentro de las estructuras electorales, muchas veces sin pago porque “ya te tocará un hueso”. Las mujeres trabajan hasta triple jornada y las mieles del éxito la cosechan los líderes, principalmente hombres.

Por último, tenemos la ya agria cultura política en la que los dueños de los partidos no sueltan cargos que tienen prometidos con otros hombres o con familiares y amigos, lo que impide el avance en la representación femenina por mujeres de a pie en los escaños locales. Yo y muchas otras queremos ver a jóvenes comprometidas, activistas, estudiosas, que amen sus municipios y localidades, como diputadas, regidoras y ediles. Dejemos el juego de la paridad aparente y hagamos un compromiso con el futuro de este país.

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Lic. Paulina Lemus Hernández

Columnista de El Sol de Toluca / Maestrante en Estudios Latinoamericanos

Activista social

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