/ jueves 10 de junio de 2021

Voz Millennial | Gobernadoras

Las pasadas elecciones del 6 de junio fueron decepcionantes: ganó el abstencionismo, hubo prácticas corruptas en abundancia y, lo peor, regresó el PRI-PAN a gobernar el Valle de Toluca. No obstante, de entre todo lo malo, podemos rescatar algo que para mi generación es una luz de esperanza: quedaron seis gobernadoras, lo que sumarán siete con Claudia Sheinbaum. Puedo soñar con un México feminista.

Con amigas feministas y millennials he platicado mucho sobre este tema. El hecho de que se haya impuesto una cuota de género es una de esas políticas públicas que parecen funcionar a medias pero que por lo menos obligan a los partidos a pensar en lideresas y activistas sociales como posibles candidatas a los diversos puestos de elección. Como mujer, me siento feliz de saber que en los próximos meses habrá la misma cantidad de mujeres al frente de los estados, que las que se han elegido en las décadas de democracia de nuestro país.

Hace casi 100 años, en 1923, Elvira Carrillo Puerto fue la primera mujer en ocupar un curul en la Cámara de Diputados pero tuvo que renunciar poco tiempo después por amenazas y por no ser tomada en cuenta. Hace 42 años, Griselda Álvarez Ponce de León se convertía en la primera mujer gobernando un estado, el de Colima. Ambas mujeres eran feministas. Hoy, si bien las futuras gobernadoras de Baja California, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero y Tlaxcala no se han declarado abiertamente feministas, serán la primera generación en darnos la posibilidad a las mujeres de pensarnos como representantes del pueblo en altos mandos y por elección popular.

Hoy puedo imaginarme un Estado de México gobernado por una mujer, pero también puedo imaginarme a otros estados grandes como Jalisco, Nuevo León (pobres neoleoneses, tan cerca de “mirreyes” y tan lejos del suelo) y Oaxaca. Sin embargo, mi sueño feminista es ver mujeres gobernando que tengan pañuelos verdes y morados en su cuello, que puedan ser indígenas o afromexicanas, que formen parte de las disidencias sexuales o, incluso, parte de la comunidad migrante.

Sueño con un país en donde el sexo y el género no sean impedimentos para hacer carrera política y en donde los temas como el aborto, la comunidad LGBTTTIQ, las nuevas economías o el combate al clasismo no sean temas tabú en las campañas electorales porque no venden al mercado de electores (sí, en masculino).

Quiero que llegue un día en el que no tenga que haber cuotas de género en el sistema electoral, sino que las mujeres seamos tomadas en cuenta por nuestros talentos y aptitudes como la honestidad (real), la empatía y el cariño a nuestras comunidades, para ser elegidas por los partidos políticos y la ciudadanía. Quiero ver agendas y personas que se declaren abiertamente a favor de la igualdad, la justicia y la sororidad. Este 2021 me permite soñarlo.

Las pasadas elecciones del 6 de junio fueron decepcionantes: ganó el abstencionismo, hubo prácticas corruptas en abundancia y, lo peor, regresó el PRI-PAN a gobernar el Valle de Toluca. No obstante, de entre todo lo malo, podemos rescatar algo que para mi generación es una luz de esperanza: quedaron seis gobernadoras, lo que sumarán siete con Claudia Sheinbaum. Puedo soñar con un México feminista.

Con amigas feministas y millennials he platicado mucho sobre este tema. El hecho de que se haya impuesto una cuota de género es una de esas políticas públicas que parecen funcionar a medias pero que por lo menos obligan a los partidos a pensar en lideresas y activistas sociales como posibles candidatas a los diversos puestos de elección. Como mujer, me siento feliz de saber que en los próximos meses habrá la misma cantidad de mujeres al frente de los estados, que las que se han elegido en las décadas de democracia de nuestro país.

Hace casi 100 años, en 1923, Elvira Carrillo Puerto fue la primera mujer en ocupar un curul en la Cámara de Diputados pero tuvo que renunciar poco tiempo después por amenazas y por no ser tomada en cuenta. Hace 42 años, Griselda Álvarez Ponce de León se convertía en la primera mujer gobernando un estado, el de Colima. Ambas mujeres eran feministas. Hoy, si bien las futuras gobernadoras de Baja California, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero y Tlaxcala no se han declarado abiertamente feministas, serán la primera generación en darnos la posibilidad a las mujeres de pensarnos como representantes del pueblo en altos mandos y por elección popular.

Hoy puedo imaginarme un Estado de México gobernado por una mujer, pero también puedo imaginarme a otros estados grandes como Jalisco, Nuevo León (pobres neoleoneses, tan cerca de “mirreyes” y tan lejos del suelo) y Oaxaca. Sin embargo, mi sueño feminista es ver mujeres gobernando que tengan pañuelos verdes y morados en su cuello, que puedan ser indígenas o afromexicanas, que formen parte de las disidencias sexuales o, incluso, parte de la comunidad migrante.

Sueño con un país en donde el sexo y el género no sean impedimentos para hacer carrera política y en donde los temas como el aborto, la comunidad LGBTTTIQ, las nuevas economías o el combate al clasismo no sean temas tabú en las campañas electorales porque no venden al mercado de electores (sí, en masculino).

Quiero que llegue un día en el que no tenga que haber cuotas de género en el sistema electoral, sino que las mujeres seamos tomadas en cuenta por nuestros talentos y aptitudes como la honestidad (real), la empatía y el cariño a nuestras comunidades, para ser elegidas por los partidos políticos y la ciudadanía. Quiero ver agendas y personas que se declaren abiertamente a favor de la igualdad, la justicia y la sororidad. Este 2021 me permite soñarlo.

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