/ miércoles 5 de enero de 2022

Benjamín: el ojo detrás de la imagen

Reconocido por los habitantes de Valle de Bravo, el fotógrafo de eventos sociales ha visto crecer a los niños que retrató en su bautizo y en su boda

Desde el 20 de julio de 1990 tomó una cámara de vídeo y una fotográfica para iniciar con la aventura de capturar imágenes de los momentos más importantes de las personas.

Benjamín Mejía Vargas, un fotógrafo de Valle de Bravo, lleva más de 31 años en el oficio de la fotografía de eventos sociales, como bautizos, tres años, primeras comunicaciones y confirmaciones, quince años y bodas.

Oficio aprendido desde su nacimiento, cuando su madre y su padre, Celia Vargas Medina y Jesús Mejía Cuenca colocaron uno de los primeros estudios de fotografía del municipio, en la década de los sesentas.

En entrevista con este medio, relató el inició de su familia en la fotografía, ganándose la confianza de las familias de aquel entonces, lo que le ha valido tener un prestigio en el gremio.

“Cuando mi madre empezó, yo tenía cero años, yo ya nací en una familia con negocio de fotos. Fue un negocio muy bueno para nosotros, nos dio de comer a 13 personas, nosotros somos 11 hijos, mamá y papá, somos 13”, relató Mejía Vargas.

“Si mi mamá viviera, ella se dedicaba a la foto, ella, su ramo fue un negocio de estudio fotográfico. Ella tuviera 58 años en el ramo del negocio, en la actualidad, pero mi mamá ya tiene cuatro años que falleció”, platicó.

A pesar de que también estaba el estudio de fotografía del profesor Juan López, la familia Mejía Vargas se dedicaban en tiempo completo a retratar los rostros y momentos especiales de las familias vallesanas.


Amor por la fotografía

Durante su juventud, Benjamín tomó la decisión de dedicarse a la fotografía de eventos sociales, valorando el oficio que les fue enseñado desde casa.

“Yo tenía que hacer algo en la vida y busque el oficio que nos heredaron nuestros papás, ya mi papá también se dedicaba a sacar eventos, pero él era profesor, director de la primaria Joaquín Arcadio Pagaza”, platicó.

Dichas ganas de fotografiar nacieron durante su infancia, cuando le regalaron una cámara Novak en la que realizó sus primeros retratos, encontrando pronto, su propio destino en el oficio.

“Mi juguete cuando yo era niño, era una cámara Novak, que se levantaba con una manivela como si fuera un volante de carro, yo creo que llegaba a alzar a los dos metros de alto, 70 centímetros aproximadamente de ancho, era una cámara de madera bastante grande”, describió.

En esta retraba en placas fotográficas, como si fueran láminas de Rayos “x”, con una medida de 8 x 10 pulgadas, revelándose de manera manual, con tres líquidos diferentes: el revelador, agua y fijador.

Conforme pasaba el tiempo, Benjamín se fue consolidando en el oficio y adaptándose a los nuevos cambios en el equipo fotográfico.

Su profesionalismo y entrega, le sirvió para ser uno de los mejores fotógrafos de eventos sociales de Valle de Bravo, al grado de tener la dicha de despreciar hasta nueve eventos el mismo día, por el compromiso que tenía previamente en la misma fecha establecida.

“Me sentía contento y triste por no poder hacer la chamba de todos”, confesó.

El trabajo realizado por Benjamín también lo ha hecho ser testigo de la vida de muchas personas, convirtiéndose en el fotógrafo familiar de eventos sociales, de más de una familia.

“En una ocasión vino una persona para contratarme para una boda, y me dice: usted me saco mi bautizo en fotos, me saco mis quince años y ahora me va a sacar mi boda, pero pues de bautizo a 15 años, cambian totalmente, pero los mismos clientes me dicen”, relató.

Al ser de los pocos fotógrafos de Valle de Bravo, en alguna ocasión lo invitaron a convertirse en fotógrafo independiente para medios de comunicación. Sin embargo, declinó tales ofertas porque lo suyo era retratar momentos íntimos de familias.

“Me invitaron a eventos de política y no me gustaron porque me daban miedo, porque era algo impresionante, pero no, no era lo mío, lo mío eran los sociales”, explicó.

Tradición familiar


El negocio familiar de la familia Mejía Vargas continúa en la tercera generación, pues los hijos de Benjamín, a pesar de tener una profesión, siguen con el oficio enseñado por sus abuelos y padre.

“A mi me da gusto porque, pues veo a mis hijos como gente de trabajo, que le echan ganas y están adelante, salen adelante, les llegan sus pesitos”, recalcó.

Confesando que el retiro está a la vuelta de la esquina, pues el cansancio del cuerpo es cada día más presente, sabiendo que su ojo retrató miles de sentimientos capturados de los momentos especiales de las familias.

“Ya trabajo muy poco, creo que después de 32 años ya trabajamos poquito, posiblemente nos vamos a ir retirando poco a poco y ya que la gente joven entre, la que nos viene empujando”, concluyó.

Desde el 20 de julio de 1990 tomó una cámara de vídeo y una fotográfica para iniciar con la aventura de capturar imágenes de los momentos más importantes de las personas.

Benjamín Mejía Vargas, un fotógrafo de Valle de Bravo, lleva más de 31 años en el oficio de la fotografía de eventos sociales, como bautizos, tres años, primeras comunicaciones y confirmaciones, quince años y bodas.

Oficio aprendido desde su nacimiento, cuando su madre y su padre, Celia Vargas Medina y Jesús Mejía Cuenca colocaron uno de los primeros estudios de fotografía del municipio, en la década de los sesentas.

En entrevista con este medio, relató el inició de su familia en la fotografía, ganándose la confianza de las familias de aquel entonces, lo que le ha valido tener un prestigio en el gremio.

“Cuando mi madre empezó, yo tenía cero años, yo ya nací en una familia con negocio de fotos. Fue un negocio muy bueno para nosotros, nos dio de comer a 13 personas, nosotros somos 11 hijos, mamá y papá, somos 13”, relató Mejía Vargas.

“Si mi mamá viviera, ella se dedicaba a la foto, ella, su ramo fue un negocio de estudio fotográfico. Ella tuviera 58 años en el ramo del negocio, en la actualidad, pero mi mamá ya tiene cuatro años que falleció”, platicó.

A pesar de que también estaba el estudio de fotografía del profesor Juan López, la familia Mejía Vargas se dedicaban en tiempo completo a retratar los rostros y momentos especiales de las familias vallesanas.


Amor por la fotografía

Durante su juventud, Benjamín tomó la decisión de dedicarse a la fotografía de eventos sociales, valorando el oficio que les fue enseñado desde casa.

“Yo tenía que hacer algo en la vida y busque el oficio que nos heredaron nuestros papás, ya mi papá también se dedicaba a sacar eventos, pero él era profesor, director de la primaria Joaquín Arcadio Pagaza”, platicó.

Dichas ganas de fotografiar nacieron durante su infancia, cuando le regalaron una cámara Novak en la que realizó sus primeros retratos, encontrando pronto, su propio destino en el oficio.

“Mi juguete cuando yo era niño, era una cámara Novak, que se levantaba con una manivela como si fuera un volante de carro, yo creo que llegaba a alzar a los dos metros de alto, 70 centímetros aproximadamente de ancho, era una cámara de madera bastante grande”, describió.

En esta retraba en placas fotográficas, como si fueran láminas de Rayos “x”, con una medida de 8 x 10 pulgadas, revelándose de manera manual, con tres líquidos diferentes: el revelador, agua y fijador.

Conforme pasaba el tiempo, Benjamín se fue consolidando en el oficio y adaptándose a los nuevos cambios en el equipo fotográfico.

Su profesionalismo y entrega, le sirvió para ser uno de los mejores fotógrafos de eventos sociales de Valle de Bravo, al grado de tener la dicha de despreciar hasta nueve eventos el mismo día, por el compromiso que tenía previamente en la misma fecha establecida.

“Me sentía contento y triste por no poder hacer la chamba de todos”, confesó.

El trabajo realizado por Benjamín también lo ha hecho ser testigo de la vida de muchas personas, convirtiéndose en el fotógrafo familiar de eventos sociales, de más de una familia.

“En una ocasión vino una persona para contratarme para una boda, y me dice: usted me saco mi bautizo en fotos, me saco mis quince años y ahora me va a sacar mi boda, pero pues de bautizo a 15 años, cambian totalmente, pero los mismos clientes me dicen”, relató.

Al ser de los pocos fotógrafos de Valle de Bravo, en alguna ocasión lo invitaron a convertirse en fotógrafo independiente para medios de comunicación. Sin embargo, declinó tales ofertas porque lo suyo era retratar momentos íntimos de familias.

“Me invitaron a eventos de política y no me gustaron porque me daban miedo, porque era algo impresionante, pero no, no era lo mío, lo mío eran los sociales”, explicó.

Tradición familiar


El negocio familiar de la familia Mejía Vargas continúa en la tercera generación, pues los hijos de Benjamín, a pesar de tener una profesión, siguen con el oficio enseñado por sus abuelos y padre.

“A mi me da gusto porque, pues veo a mis hijos como gente de trabajo, que le echan ganas y están adelante, salen adelante, les llegan sus pesitos”, recalcó.

Confesando que el retiro está a la vuelta de la esquina, pues el cansancio del cuerpo es cada día más presente, sabiendo que su ojo retrató miles de sentimientos capturados de los momentos especiales de las familias.

“Ya trabajo muy poco, creo que después de 32 años ya trabajamos poquito, posiblemente nos vamos a ir retirando poco a poco y ya que la gente joven entre, la que nos viene empujando”, concluyó.

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