El arte, no solo la practican los artistas que exhibe sus obras en las galeras cerradas al público general, esas en las cuales sirven vinos finos después de haber cortado el listón, mientras los amigos del expositor hablan de todo menos de las técnicas empleadas en los trabajos colgados en las paredes.
Muestra de ello es un artista de origen otomí, el cual ha desarrollado el gusto por el arte desde que era un niño con nociones del mundo poco profundas.
"Desde la niñez, en la primaria, fue cuando desarrollé mi gusto, de ahí, en la secundaria una maestra me invitó a practicar el arte, y fue cuando participé en concurso motivándome mas, me gustó pintar" comentó el artista.
Él es Samuel González Alejandro artista que se dedica a practicar el dibujo, la pintura y la escultura en soportes como papel, madera y tela a pesar de no haber estudiado una carrera afín con el arte.
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"Descubrí que no voy a hacer otra cosa en la vida más que pintar, es lo que más me gusta y me llama más la atención, es a lo que te quiero dedicar" reconoció Samuel González.
Originario de Temoaya, municipio mexiquense con habitantes de origen otomí, es mesero en un restaurante de Valle de Bravo, y se dedica a pintar lienzos en sus ratos libres a sus 28 años.
"Quiero transmitir que estamos en un mundo rodeados de personas que también tienen ganas de manifestar algo, de sentirse identificados, yo con mis pinturas me siento más conectado con mi origen, con mi gente y también quiero plasmar la unidad que tengo con todos" expresó Samuel González sobre la intención que tiene al pintar.
Entre los más de 100 cuadros que ha realizado a lo largo de su vida, resaltan los del animal que para él y su pueblo otomí representan la unidad como personas: el guajolote.
Los guajolotes son algo simbólico para él y su pueblo originario, debido a que representan la unidad entre personas, como familia y como sociedad, pues desde épocas antiguas, los guajolotes era un símbolo que representaba la unidad, buscando transmitir ese valor humano en sus obras.
"Es lo que transmito en mi obra, que el guajolote siempre está presente en estos eventos importantes para reunir a las familias" relató el artista otomí.
El pueblo Otomí, del cual es originario Samuel González, tiene una fuerte relación con los guajolotes desde que los nuevos integrantes de las familias nacen.
Forman parte de la tradición del "intercambio", ya que son un presente cuando se realizan eventos sociales como como bodas, bautizos, quinceaños, entre otros.
Esta idea de la unidad se materializa en los eventos sociales cuando los interesados en realizar uno de ellos llevan a los padrinos un guajolote antes y después del evento. Antes en señal de agradecimiento para pedir que sean los padrinos, y después de haberse realizado para agradecer el favor hecho, de ahí viene la unión de diferentes familias en un animal doméstico para comer.
El estilo de vida que Samuel González práctica, le ha permitido ser artista, pues reconoce que si convive con demás personas, él se hace mejor ser humano porque aprende de ellas, de esta forma se ha convertido en un artista por la experiencia y el contacto humano.
"Me gusta compartir y sobre todo ayudar a otros, en estos momentos no cuento con todo ese conocimiento o capital para poder hacerlo, pero lo hago para ir integrándose como persona en sociedad y aportando algo" explicó el artista de los guajolotes otomíes.
En este sentido, sabe que todas las personas tienen ganas de manifestar algo, y la labor de quienes las rodean es propiciar las condiciones necesarias para que se desenvuelva en sociedad.
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"Todo se puede, solo es cuestión de darle tiempo y constancia, dedicarse a lo que te gusta, juntarse con personas más preparadas que puedan transmitirles eso que saben, y estar abiertos al conocimiento, al aprendizaje, siempre se aprende" aseguró el pintor de la unidad.
El tiempo que se tarda en hacer un lienzo va dependiendo del tamaño y al no tener un horario establecido para pintar, trabaja en sus ratos libres, por ello es intermitente en terminar sus obras pero todas las proyectadas por su mente y manos las ha concluido.
Cuando llegó al pueblo mágico de Valle de Bravo, conoció al maestro Gil, en el 2011, quién le ha enseñado en un taller de pintura a mejorar sus técnicas. Actualmente da clases de pintura y grabado en el Centro Regional de Valle de Bravo aunque sabe que nunca dejará de aprender y de ser alumno de los que más saben.
"Todos podemos compartir algo y hay que ser humildes para poder transmitirlo, a veces, muchas personas quisieran conocer algo pero faltan maestros, entonces, hay hacer un llamado a esos maestros, más bien a todos, para que apoyen a jóvenes artistas que aún no son, encauzarlos a este camino, sea cual sea el área, necesitan un guía" concluyó Samuel González.
Desde el 2016, ha expuesto en municipios del Estado de México como Valle de Bravo, Tejupilco, Toluca, Xonacatlán y su natal Temoaya, y más allá de comercializar sus obras busca que la gente se lleve el mensaje de la unidad que en estos tiempos, le hace falta a la sociedad mexicana.
