/ sábado 2 de mayo de 2020

¡Despierta, se están llevando a Marita la vecina!

Natalia, una mexiquense radicada en el epicentro de la pandemia mundial por el Covid-19, narra los profundos cambios sociales que han ocurrido en las últimas semanas

Nueva York continúa siendo la zona más afectada por la pandemia mundial de Covid-19 en Estados Unidos.

Durante las últimas semana, han ocurridos cambios significativos y profundos, sobre todo en la zona metropolitana, y también se han desnudado problemáticas existentes desde antes de la propagación del Coronavirus.

El tránsito hacia una época de la humanidad, la muerte, la creciente demanda y dependencia de la tecnología, la incertidumbre y otras muchas emociones, son parte del relato de Natalia Garduño, quien comparte las siguiente narración que a a continuación compartimos.

¡Despierta, se están llevando a Marita la vecina!

Esa mañana mi esposo se alarmó cuando dos paramédicos de una ambulancia tocaron nuestra puerta preguntando por nuestra vecina, una mujer italiana-americana de 77 años de edad, habitando sola el departamento adjunto al nuestro y quien había llamado por emergencia.

Marita dio positivo al examen de Covid-19, sin embargo decidió recuperarse en su casa por dos razones: en primer lugar no ha presentado síntomas de peligro como fiebre o falta de respiración y segundo los paramédicos le explicaron que la llevarían a un hospital de una ciudad lejana. Hemos tenido contacto con ella vía telefónica para preguntar sobre su estado de salud y lo único que hemos podido hacer por ella es comprarle agua, algunos alimentos y en una ocasión nos pidió recoger unos medicamentos de la farmacia.

Ya cumplimos más de un mes en aislamiento. Al principio fue complicado pues todo era un escenario apocalíptico. El aguacero de malas noticias estaba a la orden del día, desayunábamos, comíamos y cenábamos coronavirus. Todas las emociones negativas las teníamos mezcladas en una sola olla: miedo, paranoia, ansiedad, irritabilidad, frustración, sensibilidad, preocupación, pánico y depresión.

En algún texto leí que “para nuestros ancestros la cuarentena es un periodo especial, misterioso y sagrado. Los niños recién nacidos solo podían salir de la casa por primera vez después de los 40 días de vida. Es un periodo de espera y preparación para una vida nueva.

Es el período que produce un gran cambio. En muchos ritos funerarios de pueblos antiguos se cree que el difunto abandona el cuerpo totalmente en el día cuarenta, después de su muerte. Así mismo es la cuarentena por la que está transitando la humanidad en estos tiempos: de vida y muerte.

Mi esposo, mi hijo y yo estamos acostumbrados a permanecer mucho tiempo en la casa, incluso nuestro hijo a su corta edad entiende que lo hemos estado protegiendo de algo porque últimamente ya no nos pide ir al parque, ha dejado de preguntar por su niñera y las veces que hemos salido siempre conserva puestos su cubrebocas y sus guantes.

Cuando la levedad al interior de la casa nos embarga, nos subimos al carro y tomamos, lo que nosotros le llamamos un "Joy ride" o "viaje de placer". Básicamente manejamos perdidos entre las calles y avenidas de otros pueblos.

Cuando recién nos mudamos al Estado Jardín (New Jersey) llamaba mi atención esas solitarias calles americanas muy distintas a las mexicanas donde siempre ves a alguna persona barriendo, vendiendo, platicando, caminado o haciendo cualquier actividad.

Esta pandemia ha paralizado a la gente en su hogar noche y día e increíblemente la dinámica en las calles "newjersianas" ha cambiado. En los suburbios la gente se ha olvidado del carro y siempre respetando la distancia social, a la gente se le ha permitido caminar por las aceras con amigos, en pareja o en familia, pasear el perro, algunos arreglan sus jardines, otras familias practican deporte o platican con los vecinos.

En una ocasión en mi colonia alguna persona celebraba su cumpleaños y un mariachi entonaba las “Las Mañanitas Mexicanas” ; fue tan agradable y nostálgico escuchar música de mi país, a manera de oración rogué a Dios que la pandemia fuera benevolente con mi patria.


Ha sido un largo descanso para toda la humanidad. Activar una cuarentena para salvaguardar nuestra vida biológica y la de nuestros seres queridos también nos motiva a estrechar nuestras relaciones humanas; es también la etapa de vaciar esa olla con la que hemos alimentado a nuestra mente estos últimos días y poner dentro de ella optimismo, buenas vibraciones, paz interior, aceptación, empatía, agradecimiento y sobre todo mentalizarnos que la única certeza es el presente, el aquí y el ahora.

El duelo colectivo

Mi marido siempre ha renegado de New York la ciudad que lo vio nacer, incluso se irrita con facilidad cuando tiene que trasladarse a la ciudad por motivos que no son de trabajo. Odia el tráfico, el ruido, las conglomeraciones de turistas; siempre critica los altos costos de la vida newyorkina, le fastidia tomar el tren y detesta pasar horas buscando un lugar para estacionar el carro.

Desde hace un mes que se retiro de su trabajo no ha regresado a la ciudad, pero logré convencerlo de hacer un "joy ride" por las calles de la gran manzana.

Quizá quien me lee pueda pensar que actuamos irresponsablemente al pasar por alto la norma de quedarnos en casa y aventurarnos por la demarcación más afectada por la pandemia, pero dejarle este relato a mi hijo para que en unos años lo lea y tome conciencia de estas catástrofes, podría ser quizá un acto de valentía.

Una vez que cruzamos el Lincoln túnel que une al Estado Imperio New York del Estado Jardín New Jersey, uno se encuentra con un pueblo desolado, abandonado y en cuya atmósfera se percibe la muerte. El imperio ha sido sometido por la plaga.

Aquella mañana dominical había un sol esplendoroso y la rutina de los newyorkers parecía como la de un día normal pero conforme avanzábamos por las entrañas de la ciudad de los rascacielos, los estragos ya eran reconocibles.

Primero deambulamos por Times Square o plaza del tiempo, un lugar icónico donde a todas horas circulaba gente, sin embargo ahora se siente el abandono de los teatros, las tiendas y los restaurantes; lo único en movimiento son los anuncios luminosos cuyos mensajes son de agradecimiento a los trabajadores esenciales: médicos, enfermeras, policías, bomberos, paramédicos, repartidores de comida, trabajadores de supermercados y farmacias. La publicidad de los enormes espectaculares ahora esta basada en la industria de la sensibilidad, es decir, remiten a mensajes de solidaridad.

Posteriormente manejamos por Herald Square, una zona comercial muy popular, fue realmente triste ver todos esos aparadores apagados y blindados por barrotes y piezas de madera para evitar el vandalismo. Me angustiaba pensar si estos negocios de venta al por menor lograrían sobrevivir a ésta crisis y lo que sería muy lamentable es que muchas personas perdieran los empleos que generan estos negocios tradicionales.

Ya entrada la tarde le sugerí a mi esposo comprar comida en un lugar de tacos y tortas mexicanas en el Soho. Actualmente los restaurantes solo venden comida e increíblemente también están ofreciendo bebidas alcohólicas para llevar.

A mediados de marzo, el gobierno ordenó cerrar todos los restaurantes y bares para detener la propagación del coronavirus, con la excepción de los servicios de comida para llevar y de entrega a domicilio.

Las nuevas reglas, según lo ordenado por el gobernador Andrew Cuomo y la Autoridad de Licores del Estado de Nueva York, permiten a las empresas vender bebidas alcohólicas para llevar, incluidos vinos y licores. Este cambio en las leyes de licor estaba vigente hasta el 15 de abril, pero no se sabe hasta cuando podría extenderse.

Ese mismo día, también la estupidez y la ignorancia humana fue encarnada en una joven rubia americana que junto a un grupo de amigos se acercaron al lugar donde yo estaba esperando la comida. Pidieron una ronda de margaritas para llevar pero al recogerlas la arrogante mujer comenzó a toser y a manera de disculpa dijo en inglés:"lo siento, pero ya saben lo que es verdad?".

Es inconcebible que hasta en los momentos más vulnerables existen personas tan irresponsable de sus acciones.

La tecnología, nuestra compañera durante el confinamiento

Al ritmo en que la pandemia se desarrolla, también estamos experimentando una revolución tecnológica ante la inoperancia de los sistemas sociales de convivencia tradicionales: escuela, parques, cines, centros comerciales, restaurantes, hoteles, aeropuertos, centros turísticos, entre otros.

La privación de esta convivencia social ha incrementado el tiempo de navegación en la red. Durante este reposo nuestros poderosos aliados han sido las redes sociales, videoconferencias laborales, clases educativas por Internet, entretenimiento e información por Internet, compra de comida en linea, solicitud de un transporte a través del teléfono móvil, predicación de la palabra de Dios en diversas aplicaciones, telemedicina, etc.

Para mi es frustraste ver como nuestro panorama se reduce a la dependencia de una maquina y un sistema. Aunque trabajo para una empresa de tecnología raramente consumo los productos que ofrecen por Internet.

Nunca he comprado productos de primera necesidad en plataformas digitales de los supermercados, prefiero comprarlos en el supermercado; pero durante esta contingencia, he optado por comprarlos en pequeños negocios hispanos para evitar largas filas en las cajas registradoras.

Asimismo nunca he ordenado comida preparada en línea; prefiero cocinar y de vez en cuando cenar en algún restaurante. No pago la renta del sistema de cable pero un amigo amablemente me ha concedido el acceso a su cuenta de Netflix.

El día que mi carro se descompuso solo un par de veces solicité un taxi por Internet. La pediatra de mi hijo me ha ofrecido el servicio de telemedicina pero afortunadamente no lo he requerido.

Debemos tomar en cuenta, que el uso moderado de los aparatos electrónicos evitará que millones de personas quedemos desempleados debido a la desaparición de negocios tradicionales de venta al por menor, de los que dependemos los jefes y jefas de familia.

Seamos conscientes de que estamos en el umbral de un nuevo modelo económico basado en la demanda tecnológica.

Regresar a trabajar… Un acto de locura.

Mi compañera de Honduras una mujer valiente que ha continuado trabajando durante estos días, se comunicó conmigo para avisarme que la empresa ya esta requiriendo a los empleados permanentes, que nos ausentamos para llevar a cabo la cuarentena voluntaria, regresar a laborar a partir del primer día del mes de junio.

La noticia me hizo experimentar mucha ansiedad y preocupación pues no me siento segura de retornar al trabajo si las cifras de contagios y muertes siguen tan altas.

Lo cierto es que en este momento la sociedad americana se ha polarizado: por un lado las personas que manifiestan su solidaridad y comprensión y, por otra parte, hay un sentimiento de desigualdad, racismo y confrontación constante.

Es verdad también que existe mucha presión por parte del gobierno de Donald Trump por reabrir la economía americana sin importarle que seguimos transitando por el sendero del caos y la muerte.

Nueva York continúa siendo la zona más afectada por la pandemia mundial de Covid-19 en Estados Unidos.

Durante las últimas semana, han ocurridos cambios significativos y profundos, sobre todo en la zona metropolitana, y también se han desnudado problemáticas existentes desde antes de la propagación del Coronavirus.

El tránsito hacia una época de la humanidad, la muerte, la creciente demanda y dependencia de la tecnología, la incertidumbre y otras muchas emociones, son parte del relato de Natalia Garduño, quien comparte las siguiente narración que a a continuación compartimos.

¡Despierta, se están llevando a Marita la vecina!

Esa mañana mi esposo se alarmó cuando dos paramédicos de una ambulancia tocaron nuestra puerta preguntando por nuestra vecina, una mujer italiana-americana de 77 años de edad, habitando sola el departamento adjunto al nuestro y quien había llamado por emergencia.

Marita dio positivo al examen de Covid-19, sin embargo decidió recuperarse en su casa por dos razones: en primer lugar no ha presentado síntomas de peligro como fiebre o falta de respiración y segundo los paramédicos le explicaron que la llevarían a un hospital de una ciudad lejana. Hemos tenido contacto con ella vía telefónica para preguntar sobre su estado de salud y lo único que hemos podido hacer por ella es comprarle agua, algunos alimentos y en una ocasión nos pidió recoger unos medicamentos de la farmacia.

Ya cumplimos más de un mes en aislamiento. Al principio fue complicado pues todo era un escenario apocalíptico. El aguacero de malas noticias estaba a la orden del día, desayunábamos, comíamos y cenábamos coronavirus. Todas las emociones negativas las teníamos mezcladas en una sola olla: miedo, paranoia, ansiedad, irritabilidad, frustración, sensibilidad, preocupación, pánico y depresión.

En algún texto leí que “para nuestros ancestros la cuarentena es un periodo especial, misterioso y sagrado. Los niños recién nacidos solo podían salir de la casa por primera vez después de los 40 días de vida. Es un periodo de espera y preparación para una vida nueva.

Es el período que produce un gran cambio. En muchos ritos funerarios de pueblos antiguos se cree que el difunto abandona el cuerpo totalmente en el día cuarenta, después de su muerte. Así mismo es la cuarentena por la que está transitando la humanidad en estos tiempos: de vida y muerte.

Mi esposo, mi hijo y yo estamos acostumbrados a permanecer mucho tiempo en la casa, incluso nuestro hijo a su corta edad entiende que lo hemos estado protegiendo de algo porque últimamente ya no nos pide ir al parque, ha dejado de preguntar por su niñera y las veces que hemos salido siempre conserva puestos su cubrebocas y sus guantes.

Cuando la levedad al interior de la casa nos embarga, nos subimos al carro y tomamos, lo que nosotros le llamamos un "Joy ride" o "viaje de placer". Básicamente manejamos perdidos entre las calles y avenidas de otros pueblos.

Cuando recién nos mudamos al Estado Jardín (New Jersey) llamaba mi atención esas solitarias calles americanas muy distintas a las mexicanas donde siempre ves a alguna persona barriendo, vendiendo, platicando, caminado o haciendo cualquier actividad.

Esta pandemia ha paralizado a la gente en su hogar noche y día e increíblemente la dinámica en las calles "newjersianas" ha cambiado. En los suburbios la gente se ha olvidado del carro y siempre respetando la distancia social, a la gente se le ha permitido caminar por las aceras con amigos, en pareja o en familia, pasear el perro, algunos arreglan sus jardines, otras familias practican deporte o platican con los vecinos.

En una ocasión en mi colonia alguna persona celebraba su cumpleaños y un mariachi entonaba las “Las Mañanitas Mexicanas” ; fue tan agradable y nostálgico escuchar música de mi país, a manera de oración rogué a Dios que la pandemia fuera benevolente con mi patria.


Ha sido un largo descanso para toda la humanidad. Activar una cuarentena para salvaguardar nuestra vida biológica y la de nuestros seres queridos también nos motiva a estrechar nuestras relaciones humanas; es también la etapa de vaciar esa olla con la que hemos alimentado a nuestra mente estos últimos días y poner dentro de ella optimismo, buenas vibraciones, paz interior, aceptación, empatía, agradecimiento y sobre todo mentalizarnos que la única certeza es el presente, el aquí y el ahora.

El duelo colectivo

Mi marido siempre ha renegado de New York la ciudad que lo vio nacer, incluso se irrita con facilidad cuando tiene que trasladarse a la ciudad por motivos que no son de trabajo. Odia el tráfico, el ruido, las conglomeraciones de turistas; siempre critica los altos costos de la vida newyorkina, le fastidia tomar el tren y detesta pasar horas buscando un lugar para estacionar el carro.

Desde hace un mes que se retiro de su trabajo no ha regresado a la ciudad, pero logré convencerlo de hacer un "joy ride" por las calles de la gran manzana.

Quizá quien me lee pueda pensar que actuamos irresponsablemente al pasar por alto la norma de quedarnos en casa y aventurarnos por la demarcación más afectada por la pandemia, pero dejarle este relato a mi hijo para que en unos años lo lea y tome conciencia de estas catástrofes, podría ser quizá un acto de valentía.

Una vez que cruzamos el Lincoln túnel que une al Estado Imperio New York del Estado Jardín New Jersey, uno se encuentra con un pueblo desolado, abandonado y en cuya atmósfera se percibe la muerte. El imperio ha sido sometido por la plaga.

Aquella mañana dominical había un sol esplendoroso y la rutina de los newyorkers parecía como la de un día normal pero conforme avanzábamos por las entrañas de la ciudad de los rascacielos, los estragos ya eran reconocibles.

Primero deambulamos por Times Square o plaza del tiempo, un lugar icónico donde a todas horas circulaba gente, sin embargo ahora se siente el abandono de los teatros, las tiendas y los restaurantes; lo único en movimiento son los anuncios luminosos cuyos mensajes son de agradecimiento a los trabajadores esenciales: médicos, enfermeras, policías, bomberos, paramédicos, repartidores de comida, trabajadores de supermercados y farmacias. La publicidad de los enormes espectaculares ahora esta basada en la industria de la sensibilidad, es decir, remiten a mensajes de solidaridad.

Posteriormente manejamos por Herald Square, una zona comercial muy popular, fue realmente triste ver todos esos aparadores apagados y blindados por barrotes y piezas de madera para evitar el vandalismo. Me angustiaba pensar si estos negocios de venta al por menor lograrían sobrevivir a ésta crisis y lo que sería muy lamentable es que muchas personas perdieran los empleos que generan estos negocios tradicionales.

Ya entrada la tarde le sugerí a mi esposo comprar comida en un lugar de tacos y tortas mexicanas en el Soho. Actualmente los restaurantes solo venden comida e increíblemente también están ofreciendo bebidas alcohólicas para llevar.

A mediados de marzo, el gobierno ordenó cerrar todos los restaurantes y bares para detener la propagación del coronavirus, con la excepción de los servicios de comida para llevar y de entrega a domicilio.

Las nuevas reglas, según lo ordenado por el gobernador Andrew Cuomo y la Autoridad de Licores del Estado de Nueva York, permiten a las empresas vender bebidas alcohólicas para llevar, incluidos vinos y licores. Este cambio en las leyes de licor estaba vigente hasta el 15 de abril, pero no se sabe hasta cuando podría extenderse.

Ese mismo día, también la estupidez y la ignorancia humana fue encarnada en una joven rubia americana que junto a un grupo de amigos se acercaron al lugar donde yo estaba esperando la comida. Pidieron una ronda de margaritas para llevar pero al recogerlas la arrogante mujer comenzó a toser y a manera de disculpa dijo en inglés:"lo siento, pero ya saben lo que es verdad?".

Es inconcebible que hasta en los momentos más vulnerables existen personas tan irresponsable de sus acciones.

La tecnología, nuestra compañera durante el confinamiento

Al ritmo en que la pandemia se desarrolla, también estamos experimentando una revolución tecnológica ante la inoperancia de los sistemas sociales de convivencia tradicionales: escuela, parques, cines, centros comerciales, restaurantes, hoteles, aeropuertos, centros turísticos, entre otros.

La privación de esta convivencia social ha incrementado el tiempo de navegación en la red. Durante este reposo nuestros poderosos aliados han sido las redes sociales, videoconferencias laborales, clases educativas por Internet, entretenimiento e información por Internet, compra de comida en linea, solicitud de un transporte a través del teléfono móvil, predicación de la palabra de Dios en diversas aplicaciones, telemedicina, etc.

Para mi es frustraste ver como nuestro panorama se reduce a la dependencia de una maquina y un sistema. Aunque trabajo para una empresa de tecnología raramente consumo los productos que ofrecen por Internet.

Nunca he comprado productos de primera necesidad en plataformas digitales de los supermercados, prefiero comprarlos en el supermercado; pero durante esta contingencia, he optado por comprarlos en pequeños negocios hispanos para evitar largas filas en las cajas registradoras.

Asimismo nunca he ordenado comida preparada en línea; prefiero cocinar y de vez en cuando cenar en algún restaurante. No pago la renta del sistema de cable pero un amigo amablemente me ha concedido el acceso a su cuenta de Netflix.

El día que mi carro se descompuso solo un par de veces solicité un taxi por Internet. La pediatra de mi hijo me ha ofrecido el servicio de telemedicina pero afortunadamente no lo he requerido.

Debemos tomar en cuenta, que el uso moderado de los aparatos electrónicos evitará que millones de personas quedemos desempleados debido a la desaparición de negocios tradicionales de venta al por menor, de los que dependemos los jefes y jefas de familia.

Seamos conscientes de que estamos en el umbral de un nuevo modelo económico basado en la demanda tecnológica.

Regresar a trabajar… Un acto de locura.

Mi compañera de Honduras una mujer valiente que ha continuado trabajando durante estos días, se comunicó conmigo para avisarme que la empresa ya esta requiriendo a los empleados permanentes, que nos ausentamos para llevar a cabo la cuarentena voluntaria, regresar a laborar a partir del primer día del mes de junio.

La noticia me hizo experimentar mucha ansiedad y preocupación pues no me siento segura de retornar al trabajo si las cifras de contagios y muertes siguen tan altas.

Lo cierto es que en este momento la sociedad americana se ha polarizado: por un lado las personas que manifiestan su solidaridad y comprensión y, por otra parte, hay un sentimiento de desigualdad, racismo y confrontación constante.

Es verdad también que existe mucha presión por parte del gobierno de Donald Trump por reabrir la economía americana sin importarle que seguimos transitando por el sendero del caos y la muerte.

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