/ domingo 1 de septiembre de 2019

Obra en construcción

Disculpa las molestias, los beneficios serán permanentes

En México nacer mujer es ser vulnerable en todos los sentidos, desde la infancia hasta la vejez. La violencia, tácitamente aceptada por nuestro contexto, es un monstruo de mil cabezas; unas de sus expresiones son casi insignificantes de tan cotidianas y normalizadas, otras, como la cabeza central de Medusa, es aquella que violenta hasta matar, porque México es machista y patriarcal; basta ver programas de televisión donde se alaban los logros masculinos como si fueran exclusivos de los hombres como representantes exclusivos de la humanidad y negados por naturaleza, a las mujeres.

En cambio, fíjate bien, la mujer es casi un ser desechable. Analiza con cuidado el contenido de los programas, refuerzan ese concepto tan aparentemente natural: en México se ama a los niños, a los hombres, por encima de las mujeres. Por esta razón, estamos en plena obra de reconstrucción de nuestra comunidad.

Ser mujer en México es vivir para servir, para cuidar, para obedecer sin replicar y desarrollarse en los espacios privados de las casas familiares, Es carecer del derecho a disentir de mandatos culturales que nos obligan, incluso, a dudar de nuestras capacidades fuera de la cocina, la limpieza y la crianza. Incluso en Estados Unidos, el país tomado como referencia por ser el más adelantado, en cuanto la mujer firma el contrato matrimonial pierde su identidad anterior para ser propiedad del esposo, deja el apellido con que nació para tomar el de su marido. Y nadie parece quejarse o plantear otra estructura jurídica, menos dañina a la integridad de la mujer.

Con el ingreso de las mujeres a las aulas universitarias, el ejercicio de la lectura y su consecuencia natural, la escritura, estos vehículos ideológicos se convierten en un espacio de negociación, de nuevos acuerdos entre mujeres y hombres. Estamos en un proceso de (re)construcción social, con sus irritantes pérdidas de privilegios y sus mesas de trabajo a nivel de pareja, de familia y de colaboradores; son modificaciones y como tales implican resistencias, pero son urgentes. Cambios sustanciales producirán nuevas formas de vida, más seguras, si eres mujer. Cuesta adaptarse, pero, con toda certeza, será un México mucho más justo para todos, al terminar la autopista hacia la plena libertad individual.

Una vida más tranquila

Octavio Salazar, español, abogado y catedrático feminista, opina: hay otra manera más satisfactoria de ser hombre. A él se le ocurrió algo impensable en nuestro país: convocó a amigos y compañeros de trabajo para tocar temas que le afectaron cuando nació su hijo y se estreno él mismo como padre, ¿qué estilo de hombre querría para su hijo? ¿Un macho, feroz propietario de sus hembras? Porque no lo sería de una, no, de varias. ¿O un joven hombre, educado en los valores de igualdad?

Salazar publicó El hombre que no deberíamos ser, un éxito en todos los sentidos, porque revisa los moldes a que el patriarcado los ha limitado. “Estoy seguro de que tú, lector o lectora, si has tenido la suerte de que tu padre se convierta en abuelo, habrás podido vivir una experiencia similar a la mía. Cuando nació mi hijo, pude comprobar cómo mi padre, que hasta entonces había respondido fielmente al modelo hegemónico de sujeto proveedor y detentador del orden y la autoridad familiar, empezó a dejarse llevar, como nunca antes, por las emociones. Dejó de esconderse tras las múltiples máscaras con las que durante toda su vida había forjado su identidad masculina y se mostró como un ser incluso frágil, igual de necesitado del cariño que él daba a un nieto con el que ya no tenía la responsabilidad de darle ejemplo. Fue entonces cuando comprendí en toda su dimensión la frase que hace años escuché en una película japonesa cuyo título ahora no recuerdo. En ella se decía que este mundo sería mucho mejor si los hombres, antes de ser padres, fuéramos abuelos”.

Es un manual, sencillo y muy efectivo, con ventas muy alentadoras. Este año Octavio Salazar entregó su segundo manuscrito: #WeToo. Brújula para jóvenes feministas, mujeres y varones: “¿Cómo están viviendo todo esto los más jóvenes? Mientras las jóvenes mujeres van sabiendo quiénes son y lo que valen, los chicos andan desconcertados entre modelos viejos de masculinidad y la falta de nuevos referentes. Todo ello en un mundo en el que todas y todos seguimos condicionados por un machismo que se resiste a desaparecer y que incluso se ha reforzado en los últimos años.

Octavio Salazar, un claro referente en la tarea de transformar a los hombres desde el feminismo, nos ofrece unas páginas comprometidas y apasionadas para ayudar a los y las más jóvenes a convertirse en personas igualitarias. Sin mordazas y de una forma directa y sencilla, #WeToo sacude los cimientos de la sociedad patriarcal para ofrecer una guía y abrir espacios de reflexión en las aulas, en las calles y en la vida. Capítulos como ‘Lo contrario al feminismo es la ignorancia’, ‘Follar (coger) con empatía’ o ‘Si no es sí, es no’ son llamadas a la acción feminista en la que todas y todos, chicas y chicos, deberíamos participar. Porque solo así podremos construir unas sociedades plenamente democráticas y un mundo más justo”. Ambos títulos tienen el sello Planeta.



En México nacer mujer es ser vulnerable en todos los sentidos, desde la infancia hasta la vejez. La violencia, tácitamente aceptada por nuestro contexto, es un monstruo de mil cabezas; unas de sus expresiones son casi insignificantes de tan cotidianas y normalizadas, otras, como la cabeza central de Medusa, es aquella que violenta hasta matar, porque México es machista y patriarcal; basta ver programas de televisión donde se alaban los logros masculinos como si fueran exclusivos de los hombres como representantes exclusivos de la humanidad y negados por naturaleza, a las mujeres.

En cambio, fíjate bien, la mujer es casi un ser desechable. Analiza con cuidado el contenido de los programas, refuerzan ese concepto tan aparentemente natural: en México se ama a los niños, a los hombres, por encima de las mujeres. Por esta razón, estamos en plena obra de reconstrucción de nuestra comunidad.

Ser mujer en México es vivir para servir, para cuidar, para obedecer sin replicar y desarrollarse en los espacios privados de las casas familiares, Es carecer del derecho a disentir de mandatos culturales que nos obligan, incluso, a dudar de nuestras capacidades fuera de la cocina, la limpieza y la crianza. Incluso en Estados Unidos, el país tomado como referencia por ser el más adelantado, en cuanto la mujer firma el contrato matrimonial pierde su identidad anterior para ser propiedad del esposo, deja el apellido con que nació para tomar el de su marido. Y nadie parece quejarse o plantear otra estructura jurídica, menos dañina a la integridad de la mujer.

Con el ingreso de las mujeres a las aulas universitarias, el ejercicio de la lectura y su consecuencia natural, la escritura, estos vehículos ideológicos se convierten en un espacio de negociación, de nuevos acuerdos entre mujeres y hombres. Estamos en un proceso de (re)construcción social, con sus irritantes pérdidas de privilegios y sus mesas de trabajo a nivel de pareja, de familia y de colaboradores; son modificaciones y como tales implican resistencias, pero son urgentes. Cambios sustanciales producirán nuevas formas de vida, más seguras, si eres mujer. Cuesta adaptarse, pero, con toda certeza, será un México mucho más justo para todos, al terminar la autopista hacia la plena libertad individual.

Una vida más tranquila

Octavio Salazar, español, abogado y catedrático feminista, opina: hay otra manera más satisfactoria de ser hombre. A él se le ocurrió algo impensable en nuestro país: convocó a amigos y compañeros de trabajo para tocar temas que le afectaron cuando nació su hijo y se estreno él mismo como padre, ¿qué estilo de hombre querría para su hijo? ¿Un macho, feroz propietario de sus hembras? Porque no lo sería de una, no, de varias. ¿O un joven hombre, educado en los valores de igualdad?

Salazar publicó El hombre que no deberíamos ser, un éxito en todos los sentidos, porque revisa los moldes a que el patriarcado los ha limitado. “Estoy seguro de que tú, lector o lectora, si has tenido la suerte de que tu padre se convierta en abuelo, habrás podido vivir una experiencia similar a la mía. Cuando nació mi hijo, pude comprobar cómo mi padre, que hasta entonces había respondido fielmente al modelo hegemónico de sujeto proveedor y detentador del orden y la autoridad familiar, empezó a dejarse llevar, como nunca antes, por las emociones. Dejó de esconderse tras las múltiples máscaras con las que durante toda su vida había forjado su identidad masculina y se mostró como un ser incluso frágil, igual de necesitado del cariño que él daba a un nieto con el que ya no tenía la responsabilidad de darle ejemplo. Fue entonces cuando comprendí en toda su dimensión la frase que hace años escuché en una película japonesa cuyo título ahora no recuerdo. En ella se decía que este mundo sería mucho mejor si los hombres, antes de ser padres, fuéramos abuelos”.

Es un manual, sencillo y muy efectivo, con ventas muy alentadoras. Este año Octavio Salazar entregó su segundo manuscrito: #WeToo. Brújula para jóvenes feministas, mujeres y varones: “¿Cómo están viviendo todo esto los más jóvenes? Mientras las jóvenes mujeres van sabiendo quiénes son y lo que valen, los chicos andan desconcertados entre modelos viejos de masculinidad y la falta de nuevos referentes. Todo ello en un mundo en el que todas y todos seguimos condicionados por un machismo que se resiste a desaparecer y que incluso se ha reforzado en los últimos años.

Octavio Salazar, un claro referente en la tarea de transformar a los hombres desde el feminismo, nos ofrece unas páginas comprometidas y apasionadas para ayudar a los y las más jóvenes a convertirse en personas igualitarias. Sin mordazas y de una forma directa y sencilla, #WeToo sacude los cimientos de la sociedad patriarcal para ofrecer una guía y abrir espacios de reflexión en las aulas, en las calles y en la vida. Capítulos como ‘Lo contrario al feminismo es la ignorancia’, ‘Follar (coger) con empatía’ o ‘Si no es sí, es no’ son llamadas a la acción feminista en la que todas y todos, chicas y chicos, deberíamos participar. Porque solo así podremos construir unas sociedades plenamente democráticas y un mundo más justo”. Ambos títulos tienen el sello Planeta.



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