Su nombre está inmortalizado entre una camada de destacados atletas que brillaron en justas olímpicas, aunque Noé Hernández Valentín labró por sí solo una historia de vida y superación deportiva digna de recordarse.
Nacido en Chimalhuacán, Estado de México, una de las zonas con altos índices de pobreza y marginación, Noé combinó su gusto por el futbol con su trabajo en la albañilería aunque ninguna de las dos fue determinante en su futuro.
En el balompié no pudo debutar profesionalmente ya que en ese entonces, en el equipo Toros Neza se necesitaba más que talento y el mexiquense no tuvo los recursos económicos para "aligerar" el paso hacia el éxito.
Una invitación de su maestro de educación física para incursionar en la marcha fue lo que detonó hasta entonces, el talento oculto de Noé Hernández Valentín.
Con 12 años cumplidos y el sueño trunco de ser jugador profesional, el deportista mexiquense optó por comenzar a entrenar en la disciplina de la marcha y pese a las críticas de sus propios vecinos, Hernández decidió adaptarla como su nueva forma de vida.
“El Chivo”, como lo apodaban en su natal Chimalhuacán, se mantuvo entrenando en la marcha y con 14 años cumplidos combinó su trabajó en semáforos y en los "colados" de la zona para poder salir adelante económicamente, pese a que las ganancias en la albañilería no superaban los 50 pesos.
En lo deportivo, Noé ya entrenaba en el Comité Olímpico Mexicano y su primera oportunidad para debutar como marchista le llegó en 1997. En Nuevo León obtuvo su clasificación al Campeonato Centroamericano y del Caribe de Atletismo en Barbados, donde sin sorpresas obtuvo la medalla de oro.
Inmediatamente comenzó su época de gloria deportiva. En los juegos Olímpicos de Sidney 2000 acudió como tercer integrante de la delegación mexicana de marcha junto a Bernardo Segura y Daniel García, quienes eran los candidatos naturales a pelear por las medallas.
El 21 de septiembre, Hernández sorprendió al mundo no sólo dando pelea durante toda la prueba de los 20 kilómetros, sino que entró entre los punteros logrando lo impensable para el del Estado de México, la presa de bronce contra todos los pronósticos. La penalización de su compañero Bernardo Segura y posterior descalificación de la prueba encumbró a Noé a la medalla de plata y catapultó su nombre en la élite del atletismo mundial.
Tras el brutal ascenso del andarín, sólo se recuerda su paso por el Campeonato Mundial de Atletismo de París, Francia, donde se quedó cerca del tercer lugar y ya no hubo más.
Para las olimpiadas de Beijing 2004 no obtuvo la clasificación ya que no se pudo recuperar a tiempo de una cirugía de rodilla y pese a sus intentos por seguir activo, tuvo que llegar el triste retiro.
Noé fungió entonces como director del deporte en Chimalhuacán y a 12 años de alcanzar la gloria olímpica comenzó a escribirse su trágico final.
Durante una riña en un bar de la zona oriente, Hernández Valentín fue herido por arma de fuego. El ex atleta fue intervenido en varias ocasiones para salvar su vida, sin embargo las secuelas de este accidente fueron severas.
El 2 de enero de 2013, Noé despertó de un coma inducido y su evolución sorprendió a los especialistas, que pese a la gravedad de su estado dijeron que prácticamente volvió a nacer.
El 8 de enero de 2013 recibió el alta médica y todos celebraron que el Guerrero de Chimalhuacán había superado su batalla más difícil, pero el destino le tenía otros planes.
El 16 de enero de 2013 Noé falleció a causa de un paro cardio respiratorio en su domicilio y oficialmente fue declarado muerto a las 12:15 horas.
El medallista olímpico que dejó las canchas y las calles para brillar en la marcha heredó un profundo legado en Chimalhuacán, donde hasta la fecha es recordado como uno de sus grandes atletas.
