La oficialmente llamada “Bóveda Global de Semillas”, ubicada en la remota isla Spitzberg, la mayor del archipiélago noruego de las Svalbard, alberga alrededor de un millón de duplicados de semillas de todo el mundo, desde el trópico hasta las latitudes más altas.
Consideradas como la base de nuestra alimentación, estas semillas se guardan y custodian con el fin de asegurar la supervivencia de los cultivos alimentarios ante posibles catástrofes naturales, guerras o sabotajes.
Según el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos, la supervivencia de algunas de estas variedades, únicas en el mundo, está amenazada, sobre todo a causa del avance del cambio climático.
Preparada para custodiar la herencia genética de más de 4.5 millones de semillas, la construcción de la también conocida como “bóveda del fin del mundo” la inició Noruega en el año 2006 con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Banco Genético Nórdico, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos, América Latina, África y Europa y con el "desafío" de alimentar a 9.000 millones de personas en 2050, dijo entonces el primer ministro noruego Jens Stoltenberg.
Los inicios de esta idea
El origen del banco de semillas, un lugar que no se puede emplear para la investigación científica, y que surgió a iniciativa de un grupo de agricultores y del genetista estadounidense Cary Fowler, se remonta al año de 1983, cuando la FAO aprobó el Compromiso Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos.
Después, el proyecto se impulsó en 1992 con la Convención sobre Biodiversidad de Río de Janeiro y finalmente despegó en 2004, con la entrada en vigor del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura.
Finalmente el 26 de febrero de 2008 se inauguró oficialmente la Bóveda de Svalbard y ese día se depositaron allí las primeras 268 mil semillas procedentes de un centenar de países del mundo.
En la actualidad, y según datos oficiales de la organización, la bóveda acoge un millón 125 mil semillas de unas cinco mil 500 especies y 89 bancos de genes.
El sitio más seguro del mundo
Resistente a la actividad volcánica, explosiones, terremotos, radiación y la subida del nivel del mar, las semillas enterradas a más de 10 metros se conservan en esa bóveda noruega, y lo harán durante centenares de años gracias a una capa de "permahielo", a una temperatura natural de -6 grados centígrados y un sistema de refrigeración artificial adicional a -18 grados, que garantiza una baja actividad metabólica.
De forma rectangular, de 54 metros de largo y 6.2 metros de altura, la cámara acorazada de Svalbard está excavada en una montaña de piedra arenisca, a unos 130 metros de profundidad, se divide en tres habitaciones y está situada al final de un corredor de 125 metros de largo.
El sitio cuenta con las máximas medidas de seguridad para evitar posibles sabotajes y desde 2019 dispone de un nuevo túnel de acceso resistente al agua incorporado ante la previsión de una subida de temperaturas.
Y como ahí nada se improvisa, la decoración de su techo y entrada, realizada por artistas noruegos, con acero y espejos, está pensada para que la cubierta adquiera en invierno un tono turquesa y blanco, que le da visibilidad a cientos de metros de distancia, y en verano refleje la luz polar.
Considerado el lugar más seguro del mundo, la caverna subterránea a la que muy pocos acceden, está garantizada contra situaciones como las vividas en bancos nacionales de semillas de Afganistán o Irak, que en su día fueron saqueados y destruidos, no por el interés de las semillas, sino por los contenedores plásticos que las almacenaban, o el de Filipinas, devastado por un tifón y muchas de sus muestras arruinadas.
Las semillas sólo pueden ser extraídas de ese almacén en caso de destrucción de una variedad o que los donantes, como propietarios, así lo requieran.
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