La envidia es un proceso natural del cerebro que todos hemos sentido alguna vez. Antes de los 30 años, este sentimiento se considera normal, pero después de esta edad, es menos común, explicó Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Esto podría deberse a que la envidia, como la conocemos, nace en varias partes de nuestro cerebro especialmente en la corteza prefrontal, órgano que durante la juventud aún no se encuentra maduro. La corteza prefrontal es la región del cerebro más inteligente, maneja el razonamiento moral y de proyección social y se ubica arriba de los ojos; ella dicta nuestro comportamiento social.
Cuando esta parte madura, usualmente en los 30, las personas tienen un criterio diferente y no se enganchan en “asuntos que no valen la pena”.
Posteriormente se vuelve a presentar con frecuencia después de los 70 años. Y de hecho, a los 50 años una persona ya no siente envidia, no le importa porque las comparaciones son de otra categorización.
En los casos de aquellas personas que tienen este sentimiento después de los 30 años podría deberse a dos causas: en la primera, su corteza prefrontal todavía está en desarrollo y no ha terminado de establecer las conexiones entre sus neuronas y en la segunda los padres no los educaron bien, ya que en gran medida la envidia se aprende.
A nivel cerebral, la envidia activa redes neuronales que procesan atención, memoria y dolo. Se trata de un proceso neuronal aprendido desde las primeras etapas de la vida y regularmente se siente con los hermanos.
“Esto se da porque el cerebro no está capacitado para sentirse devaluado o no querido. Todos nacemos y queremos sentir que nos ponen atención y nos quieren, porque nuestro cerebro festeja al generar reforzamientos positivos”, explicó Calixto González.
Los proceso químicos de la envidia
Cuando el cerebro siente envidia se libera dopamina y adrenalina, que bloquean la corteza prefrontal, encargada del razonamiento.
De hecho, el estado neuroquímico es de efusividad, enojo y una conducta irreflexiva de desproporción ante el hecho, que además magnifica todo. En estos casos, lo mejor es esperar de 20 a 30 minutos para que las sustancias químicas se desvanezcan y la persona se calme. Con esto, la corteza prefrontal podrá asimilar los conceptos.
De otra manera, si uno quiere hacer entender a la persona en ese preciso instante, sólo se perderá el tiempo.
Este sentimiento bien canalizado puede ser el empuje que necesitan algunas personas para superarse académica o laboralmente, pero siempre debemos hacernos conscientes de ella.