/ viernes 11 de diciembre de 2020

Crónica | Don Agustín y su perro, algo más que una amistad

Hace unos días en redes sociales reportaron que alguien intento hacerle daño a un hombre en situación de calle que vive en un puente de Cuautitlán Izcalli

*Esta semana hubo una indignación generalizada en redes sociales tras darse a conocer que alguien intentó prenderle fuego a un adulto mayor en situación de calle y sus mascotas. El fotoreportero Luis Manuel Acevedo describe este caso que desnuda la cruda realidad de las personas que viven en esta situación y, sobre todo, la descomposición social y la falta de humanismo por parte de un sector de la población.

Con mucho pesar e impotencia, me enteré del atentado en contra de la vida de un hombre que vivía acompañado de sus perros debajo de un puente en Cuautitlán Izcalli. A través de las redes sociales y de algunas páginas de noticias locales entendí que fue atacado por un sujeto durante la madrugada que le roció gasolina, a su colchón donde dormía, para después prenderle fuego.

Desde hace varios meses, al regresar a mi casa luego de mis jornadas de trabajo, me había percatado del amor de este hombre de más de 80 años de edad, hacia uno de sus perros de la raza Pitbull de color blanco con manchas café.

No obstante, la escena del hombre a esa edad y viviendo en la calle en tales condiciones es vergonzoso para nuestra sociedad, acompañado de su perro, era de admirarse el cariño que se profesaban para los miles de automovilistas que a diario circulamos por la zona. (dormían juntos, jugaban, se abrazaban y siempre, ambos, con una sonrisa).

En una de esas ocasiones pude ver que unos elementos de la Policía Municipal, a bordo de su patrulla, se detuvieron frente a Don Agustín (así dijo llamarse) y le obsequiaron una bolsa de tamales y atole caliente, y así como ellos, muchas personas que a diario caminan por el lugar le llevaban ropa, cobijas y lo que en sus posibilidades le podían dar.

Hace un par de semanas, un sábado por la mañana, hacía un frío que calaba hasta los huesos (los que vivimos por acá me van a entender), salí con mi cámara fotográfica en mano y al pasar por debajo del puente que lleva hacia Perinorte, lo miré y pude apreciar una de las escenas más hermosas entre el anciano y su mascota,que aunque me digan que soy exagerado, (saben que soy amante de los caninos) me hizo estremecer al borde de las lágrimas, Don Agustín tenía entre sus brazos a su Pitbull, le jugueteaba y acariciaba como cuando niños le juramos amor eterno a nuestro hermano del alma.

Estuve contemplando por más de una hora el escenario con decorado urbano, entre el humo de los camiones y el resonar de los claxones, la magia de esos dos seres hacían olvidar su trágico día a día.

Por si eso fuera poco, a punto de retirarme del lugar, (con más de 120 clicks de mi cámara), apareció en escena un automóvil deportivo de color negro con vidrios polarizados, descendió un hombre de aproximadamente unos 40 años de edad vestido de beisbolista, con varios productos en la mano: una bolsa de croquetas, envases de leche, pan y botellas de agua potable que se las entregó a Don Agustín en la mano,

Agradecido por el detalle, el octogenario hizo una reverencia de agradecimiento y respeto a aquel hombre, que en su jersey de juego portaba el apellido Treviño; sin embargo, lo que más me partió el corazón, fue la muestra de cariño del Pitbull al levantarse en dos patas y lamió la mano de quien los ayudaba.

No era necesario ver el rostro de aquel mortal, su felicidad y satisfacción era notoria, regresó unos pasos a su auto y de la cajuela sacó una caja de zapatos (era evidente que estaban nuevos), caminó hacia el anciano, la abrió y se los ofreció, acto seguido Don Agustín aceptó el el regalo y estiró su brazos para recibirlo.

El señor Treviño esa mañana se ganó la admiración por quienes presenciamos esa escena, unos más cautivos que otros.

Mi cámara en ningún momento dejó de sentir la magia de Don Agustín y su Pitbull, que hoy sintió la rudeza de la calle y su maldad, por fortuna está vivo, gracias a que también existen ángeles que pueden ayudarlo en lo que le queda de vida a lado de sus seres amados, sus perros.

*Nota del editor

*Esta semana hubo una indignación generalizada en redes sociales tras darse a conocer que alguien intentó prenderle fuego a un adulto mayor en situación de calle y sus mascotas. El fotoreportero Luis Manuel Acevedo describe este caso que desnuda la cruda realidad de las personas que viven en esta situación y, sobre todo, la descomposición social y la falta de humanismo por parte de un sector de la población.

Con mucho pesar e impotencia, me enteré del atentado en contra de la vida de un hombre que vivía acompañado de sus perros debajo de un puente en Cuautitlán Izcalli. A través de las redes sociales y de algunas páginas de noticias locales entendí que fue atacado por un sujeto durante la madrugada que le roció gasolina, a su colchón donde dormía, para después prenderle fuego.

Desde hace varios meses, al regresar a mi casa luego de mis jornadas de trabajo, me había percatado del amor de este hombre de más de 80 años de edad, hacia uno de sus perros de la raza Pitbull de color blanco con manchas café.

No obstante, la escena del hombre a esa edad y viviendo en la calle en tales condiciones es vergonzoso para nuestra sociedad, acompañado de su perro, era de admirarse el cariño que se profesaban para los miles de automovilistas que a diario circulamos por la zona. (dormían juntos, jugaban, se abrazaban y siempre, ambos, con una sonrisa).

En una de esas ocasiones pude ver que unos elementos de la Policía Municipal, a bordo de su patrulla, se detuvieron frente a Don Agustín (así dijo llamarse) y le obsequiaron una bolsa de tamales y atole caliente, y así como ellos, muchas personas que a diario caminan por el lugar le llevaban ropa, cobijas y lo que en sus posibilidades le podían dar.

Hace un par de semanas, un sábado por la mañana, hacía un frío que calaba hasta los huesos (los que vivimos por acá me van a entender), salí con mi cámara fotográfica en mano y al pasar por debajo del puente que lleva hacia Perinorte, lo miré y pude apreciar una de las escenas más hermosas entre el anciano y su mascota,que aunque me digan que soy exagerado, (saben que soy amante de los caninos) me hizo estremecer al borde de las lágrimas, Don Agustín tenía entre sus brazos a su Pitbull, le jugueteaba y acariciaba como cuando niños le juramos amor eterno a nuestro hermano del alma.

Estuve contemplando por más de una hora el escenario con decorado urbano, entre el humo de los camiones y el resonar de los claxones, la magia de esos dos seres hacían olvidar su trágico día a día.

Por si eso fuera poco, a punto de retirarme del lugar, (con más de 120 clicks de mi cámara), apareció en escena un automóvil deportivo de color negro con vidrios polarizados, descendió un hombre de aproximadamente unos 40 años de edad vestido de beisbolista, con varios productos en la mano: una bolsa de croquetas, envases de leche, pan y botellas de agua potable que se las entregó a Don Agustín en la mano,

Agradecido por el detalle, el octogenario hizo una reverencia de agradecimiento y respeto a aquel hombre, que en su jersey de juego portaba el apellido Treviño; sin embargo, lo que más me partió el corazón, fue la muestra de cariño del Pitbull al levantarse en dos patas y lamió la mano de quien los ayudaba.

No era necesario ver el rostro de aquel mortal, su felicidad y satisfacción era notoria, regresó unos pasos a su auto y de la cajuela sacó una caja de zapatos (era evidente que estaban nuevos), caminó hacia el anciano, la abrió y se los ofreció, acto seguido Don Agustín aceptó el el regalo y estiró su brazos para recibirlo.

El señor Treviño esa mañana se ganó la admiración por quienes presenciamos esa escena, unos más cautivos que otros.

Mi cámara en ningún momento dejó de sentir la magia de Don Agustín y su Pitbull, que hoy sintió la rudeza de la calle y su maldad, por fortuna está vivo, gracias a que también existen ángeles que pueden ayudarlo en lo que le queda de vida a lado de sus seres amados, sus perros.

*Nota del editor

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