Los datos biométricos son características físicas o de comportamiento que pueden ser utilizados como llaves digitales para otorgar accesos a sistemas, dispositivos o información personal, por lo que forman parte de las nuevas tecnologías que tratan de fortalecer la seguridad.
Forman parte de los datos biométricos las huellas dactilares, patrones faciales, voz, iris del ojo y la forma de escribir, que al ser únicos se pueden combinar con la tecnología para brindar un mayor grado de protección.
Sin embargo hay un inconveniente, no se sabe con exactitud quién, dónde y desde cuándo son almacenados estos datos capturados por las grandes empresas de tecnología o si se comparten con otras compañías o gobiernos.
Aunado a los problemas por filtración de información como el phishing, que son las técnicas de ingeniería social que usan los hackers para robar información personal o corporativa a través del correo electrónico.
Pero también está el robo de identidad y otros fraudes cibernéticos que pueden vulnerar los datos de las personas.
Un estudio realizado por IBM X-Force reveló que la tasa de fraudes digitales aumentó un 6 mil por ciento; los ganchos más recurrentes son enlaces maliciosos o el robo de datos sensibles.
Aunque existen diversos protocolos de protección por parte de las grandes empresas para almacenar los datos biométricos, la ley sigue monitoreando la tecnología para una mayor regulación por parte de las autoridades, como la demanda hecha por Texas en contra de Meta Platforms el pasado 14 de febrero.
El estado señaló que la compañía monetiza con los rostros de las personas sin su consentimiento y mantiene una base de datos de geometría facial compilada por más de una década en Facebook e Instagram, lo que desató la polémica sobre los datos biométricos.