Los abrazos, los churros, la música que pone más a punto, que aloca y tranquiliza. Ruede y ruede con el éxtasis que sale por la boca. Fue la segunda rodada cannabica en la capital mexiquense.
"Un chino de diversión, un chi... de humo, es el día del humo", gritaron todo el rato unos chavos desde una camioneta y una bocina.
El movimiento pro-cannabis inició en la capital mexiquense el año pasado, y se le han sumado cientos de consumidores cada 20 de abril, en el día Internacional del uso recreativo, lúdico y medicinal de la Marihuana.
Piden que se legalice el fumar en el estado de México y que haya una reivindicación de la hierba verde, que se ha ennegrecido con los carteles de la droga que operan en el país y la comercializan con sangre y muertos.
José, de Tenango del Valle, señala que la sociedad en todos los escaños le ha puesto etiquetas de maliciosa, viciosa a la comunidad fumadora.
"Un cigarro, una chela, hacen más daño que un churro", recrimina el consumidor de cannabis.
Junto con otro grupo de chavos, en su municipio, promueven el consumo lúdico de la marihuana y la producen sólo para su consumo personal.
"Tengo mis plantitas en la casa, pero es como tener otra plantita", asegura el joven activista de la marihuana.
Han rodado con otros chavos desde Tenango del Valle para gritar que se legalice la marihuana y fumar un rato. A lo mucho, son tres churros a la semana, reitera.
Jade, de la Ciudad de México, también va en la caravana que cruza la ciudad. Ella misma se autodenomina fumadora nueva. La comenzó a consumir en la pandemia.
"Es lo que hace la pandemia", ríe la joven consumidora, para referirse a que comenzó a fumar el año pasado.
Jade explica que la sociedad debe aceptar la ley, que así se acabaría el narcotráfico en el país y habría menos muertos.
Para ella, consumir al aire libre sin que le recriminen por hacerlo, es aún una utopía.
"Creo que si se consume con responsabilidad, ayuda a la salud, los fumadores no somos violentos, ni rateros", explaya Jade.
Recorrido
"Hasta la victoria verde", abundaron en las consignas. También los tatus. Los tatuajes y los colores floridos abundaron.
Allí estaba la vendedora del bonaice y su camapanita y su carrito, que se extravió entre las capas de humo y que sonreía, quizás por la "mopeada" de las inhalaciones desintencionadas que abundaron en el aire.
También el chavo de los pegotes y las semillas y los que se dieron veinte veces con las acrobacias de la patineta y bicla.
Los que no dejaron de forjar en todo el camino y se echaron sorbotes del humito.
Repitieron las infinitas formas de fumarla: con pipa, hitter, sábanas, manzanas, papas zanahorias y cáscaras de limón.
El recorrido llegó hasta la Alameda toluqueña, donde continuaron con el ritmo del llamado "día del humo verde".