/ lunes 14 de mayo de 2018

Advierten daño ambiental en La Marquesa por Tren Interurbano México-Toluca

Manantiales y biodiversidad están a punto de desaparecer en un perímetro de siete kilómetros, acusan comuneros

Luis Carrillo, presidente del comité de Agua de San Jerónimo Acazulco, señala con su dedo índice una planicie que se pierde ante la vista en lo alto del valle de las Monjas. Lo hace para exponer que todo ese hábitat se ha perdido desde principios del año anterior, cuando iniciaron las perforaciones para la obra del Tren Interurbano México-Toluca.

A lo largo de siete kilómetros, que inician desde el valle del Zarco y se extienden hasta el valle del Portezuelo, la realidad es la misma. Los manantiales se están secando y los riachuelos que trasladaban el agua hasta la presa de Salazar ya no existen.

"¡El gobierno dice que no hay afectación, pero si esto no es eso, entonces a qué se refiere!", reprocha Don Luis.

Junto con otros integrantes del Comité de Agua de San Jerónimo y comuneros hacen un recorrido por cada uno de los veneros y manantiales de agua, que aseguran, han sido tapados con cemento.

Les urge que el gobierno federal considere la creación de un Plan Integral Ambiental para intentar recuperar el hábitat de la Marquesa, destruido por el paso del tren.

"Nos estamos quedando sin agua en la comunidad, y eso no lo consideran, y cuando la obra acabe va a ser peor", pronostica el comunero.

Su idea de un “ecocidio”, afirman, no es una exageración. De ello están convencidos los habitantes de esta comunidad otomí del municipio de Ocoyoacac.


CORREDOR HÍDRICO

La zona que les preocupa es un corredor que integra siete manantiales, los cuales quedaron al interior de la superficie de las obras del tren, y que son: El Zarco, El Pantano, Las Monjas, El Venado I y II, La Loma y El Portezuelo.

Luis Carrillo advierte que el más afectado es el valle de las Monjas, ubicado sobre la carretera La Marquesa-Tenango.

“Este era un manantial donde brotaba mucha agua, era como un ojo de agua que corría hasta juntarse con otro río abajo, pero le echaron concreto y lo desaparecieron”, recrimina la autoridad comunal.

A unos metros de donde da la explicación se levanta un pilar de unos 50 metros que servirá de base para la vía del tren. En la parte inferior de esa torre de concreto quedó tapado el manantial del valle de las Monjas, indica.

En la zona sólo quedan muestras de riachuelos secos, lodo y los caminos que marcaba el agua.

El recorrido avanza. Unos 100 metros abajo, en el valle del Pantano, el deterioro ambiental es similar.

En esa superficie, el cuerpo de uno de los ríos fue movido en su curso natural y unos 50 metros de longitud fueron embovedados para evitar que reblandezca la base de los pilares que sostienen las vías del tren.

“Quieren aventar (construir) esa bóveda para que no afecte a los pilotes, todo esto era hermoso, ríos muy limpios y abundantes, hemos intentado hacer faena para limpiarlos pero es imposible”, lamenta Luis.

De la belleza natural queda poco, la maquinaria lo pisó todo, cercas con malla y montículos de tierra que queda de las perforaciones invaden los pastizales.

En los valles del Venado I y II, ubicados a un kilómetro de El Pantano, pronto ocurrirá lo mismo. El manantial quedará forrado por un alud de concreto, anticipan los campesinos.

“Están desgajando el cerro, lo van a partir y cuando eso ocurra van a tapar el nacimiento del agua que alimenta el manantial, como pasó aquí en esta zona”, explica otro de los integrantes del comité del agua.


VERSIÓN OFICIAL

La resolución del juicio de amparo 109/2018, interpuesto por las comunidades de Acazulco y Tepezoyuca, desestimó el posible daño ambiental por las obras del tren interurbano.

Tal decisión no la aceptan en San Jerónimo.

“Ahorita el abasto de agua potable en la comunidad está a la mitad, ya no nos cae agua de todos los ríos”, indican.

En esta comunidad otomí habitan alrededor de 9 mil personas, quienes se abastecen con bombas de agua que trasladan el líquido desde los manantiales. Pero desde el cierre de los ojos de agua han tenido que tandear y racionar el servicio.

“Una a dos veces por semana le toca a cada barrio, ya no a diario como se hacía antes, ya no hay agua, tenemos miedo que sea definitivo”, advierte Luis Carrillo.

Por esa y otras razones, los comuneros insisten en que la solución es crear un Plan Integral Ambiental, que considere revivir los manantiales, la flora y la fauna silvestre que se ha perdido.


LA ANTIGUA MARQUESA

El exparque nacional de La Marquesa comenzó a ser un atractivo turístico a mitad del siglo pasado, explica Teresa Soler Salinas, integrante del Consejo Autónomo Indígena Otomí de Acazulco.

En ese entonces no existía toda al infraestructura de cabañas y centros de recreación que hoy se aprecian en el lugar.

“El sitio era hermoso, los habitantes siempre lo cuidamos, tanto que se le dio la denominación de Parque Nacional”, recuerda Teresa.

La estampa de La Marquesa hasta ahora deja ver extensiones de pinos y cedros, mientras que en sus planicies se despliegan hectáreas de zacatón, guajoles y capulines.

Las especies sobrevivientes son la ardilla, el tlacuache, las tuzas, conejos e incluso armadillos, enlistan los comuneros.

“Las tuzas ya migraron de los valles por el ruido que provocan las máquinas y las otras especies se ven muy poco”, lamenta la líder otomí.

El proyecto del tren interurbano, comentan, tampoco considera un programa de rescate para especies endémicas.

“Lo único que queremos es proteger nuestro hogar, donde nacimos, aunque mucho ya no sea de nosotros”, insisten los comuneros.


PARA TOMAR EN CUENTA

Unos 7 kilómetros abarcan los valles

7 manantiales integran la zona

172 mil metros fueron expropiados para la obra

2 Manantiales han desaparecido

1 Año y 4 meses tienen las obras en la zona afectada

Luis Carrillo, presidente del comité de Agua de San Jerónimo Acazulco, señala con su dedo índice una planicie que se pierde ante la vista en lo alto del valle de las Monjas. Lo hace para exponer que todo ese hábitat se ha perdido desde principios del año anterior, cuando iniciaron las perforaciones para la obra del Tren Interurbano México-Toluca.

A lo largo de siete kilómetros, que inician desde el valle del Zarco y se extienden hasta el valle del Portezuelo, la realidad es la misma. Los manantiales se están secando y los riachuelos que trasladaban el agua hasta la presa de Salazar ya no existen.

"¡El gobierno dice que no hay afectación, pero si esto no es eso, entonces a qué se refiere!", reprocha Don Luis.

Junto con otros integrantes del Comité de Agua de San Jerónimo y comuneros hacen un recorrido por cada uno de los veneros y manantiales de agua, que aseguran, han sido tapados con cemento.

Les urge que el gobierno federal considere la creación de un Plan Integral Ambiental para intentar recuperar el hábitat de la Marquesa, destruido por el paso del tren.

"Nos estamos quedando sin agua en la comunidad, y eso no lo consideran, y cuando la obra acabe va a ser peor", pronostica el comunero.

Su idea de un “ecocidio”, afirman, no es una exageración. De ello están convencidos los habitantes de esta comunidad otomí del municipio de Ocoyoacac.


CORREDOR HÍDRICO

La zona que les preocupa es un corredor que integra siete manantiales, los cuales quedaron al interior de la superficie de las obras del tren, y que son: El Zarco, El Pantano, Las Monjas, El Venado I y II, La Loma y El Portezuelo.

Luis Carrillo advierte que el más afectado es el valle de las Monjas, ubicado sobre la carretera La Marquesa-Tenango.

“Este era un manantial donde brotaba mucha agua, era como un ojo de agua que corría hasta juntarse con otro río abajo, pero le echaron concreto y lo desaparecieron”, recrimina la autoridad comunal.

A unos metros de donde da la explicación se levanta un pilar de unos 50 metros que servirá de base para la vía del tren. En la parte inferior de esa torre de concreto quedó tapado el manantial del valle de las Monjas, indica.

En la zona sólo quedan muestras de riachuelos secos, lodo y los caminos que marcaba el agua.

El recorrido avanza. Unos 100 metros abajo, en el valle del Pantano, el deterioro ambiental es similar.

En esa superficie, el cuerpo de uno de los ríos fue movido en su curso natural y unos 50 metros de longitud fueron embovedados para evitar que reblandezca la base de los pilares que sostienen las vías del tren.

“Quieren aventar (construir) esa bóveda para que no afecte a los pilotes, todo esto era hermoso, ríos muy limpios y abundantes, hemos intentado hacer faena para limpiarlos pero es imposible”, lamenta Luis.

De la belleza natural queda poco, la maquinaria lo pisó todo, cercas con malla y montículos de tierra que queda de las perforaciones invaden los pastizales.

En los valles del Venado I y II, ubicados a un kilómetro de El Pantano, pronto ocurrirá lo mismo. El manantial quedará forrado por un alud de concreto, anticipan los campesinos.

“Están desgajando el cerro, lo van a partir y cuando eso ocurra van a tapar el nacimiento del agua que alimenta el manantial, como pasó aquí en esta zona”, explica otro de los integrantes del comité del agua.


VERSIÓN OFICIAL

La resolución del juicio de amparo 109/2018, interpuesto por las comunidades de Acazulco y Tepezoyuca, desestimó el posible daño ambiental por las obras del tren interurbano.

Tal decisión no la aceptan en San Jerónimo.

“Ahorita el abasto de agua potable en la comunidad está a la mitad, ya no nos cae agua de todos los ríos”, indican.

En esta comunidad otomí habitan alrededor de 9 mil personas, quienes se abastecen con bombas de agua que trasladan el líquido desde los manantiales. Pero desde el cierre de los ojos de agua han tenido que tandear y racionar el servicio.

“Una a dos veces por semana le toca a cada barrio, ya no a diario como se hacía antes, ya no hay agua, tenemos miedo que sea definitivo”, advierte Luis Carrillo.

Por esa y otras razones, los comuneros insisten en que la solución es crear un Plan Integral Ambiental, que considere revivir los manantiales, la flora y la fauna silvestre que se ha perdido.


LA ANTIGUA MARQUESA

El exparque nacional de La Marquesa comenzó a ser un atractivo turístico a mitad del siglo pasado, explica Teresa Soler Salinas, integrante del Consejo Autónomo Indígena Otomí de Acazulco.

En ese entonces no existía toda al infraestructura de cabañas y centros de recreación que hoy se aprecian en el lugar.

“El sitio era hermoso, los habitantes siempre lo cuidamos, tanto que se le dio la denominación de Parque Nacional”, recuerda Teresa.

La estampa de La Marquesa hasta ahora deja ver extensiones de pinos y cedros, mientras que en sus planicies se despliegan hectáreas de zacatón, guajoles y capulines.

Las especies sobrevivientes son la ardilla, el tlacuache, las tuzas, conejos e incluso armadillos, enlistan los comuneros.

“Las tuzas ya migraron de los valles por el ruido que provocan las máquinas y las otras especies se ven muy poco”, lamenta la líder otomí.

El proyecto del tren interurbano, comentan, tampoco considera un programa de rescate para especies endémicas.

“Lo único que queremos es proteger nuestro hogar, donde nacimos, aunque mucho ya no sea de nosotros”, insisten los comuneros.


PARA TOMAR EN CUENTA

Unos 7 kilómetros abarcan los valles

7 manantiales integran la zona

172 mil metros fueron expropiados para la obra

2 Manantiales han desaparecido

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