Toluca, México.- En el Pasaje Constitución del centro toluqueño, se ubica la Relojería Violeta, donde despacha don Enrique Ávila, uno de los relojeros más antiguos del país. Su labor es metafóricamente, reparar el tiempo.
“La primera cualidad que debe tener un reparador, es el amor por la relojería y respeto a los relojes”, sostiene don Enrique, siempre detrás de su mostrador en el pequeño local del centro.
Entre esas cuatro paredes, dominan los relojes de péndulo, joyas de hace dos siglos que el relojero considera sus pacientes eternos. A la par que un médico, a su pequeño negocio llegan por temporadas los relojes y él les da su cura. “Me los traen para darle mantenimiento, muchas de los dueños son mis clientes desde hace años, confían en mi trabajo”, argumenta don Enrique.
Se dice enojado con el gremio y el gobierno, porque la labor de los reparadores no es apreciada como se merece. ,“Estoy muy enojado con mis similares y el gobierno, no se sabe valorar este trabajo”, reprocha el relojero.
El actual domicilio de la relojería Violeta, fue abierto en el año de 1964, pero supera el siglo de existencia, pues se fundó en 1888 por la familia Ávila. “Mi abuelo fue quien la fundó, él comenzó con la tradición, yo soy la tercera generación, soy Enrique tercero”, precisa el relojero.
A sus 72 años, don Enrique se sostiene vigoroso, con buen ritmo en la charla y vista aguda, que forma parte de su instrumento básico para su labor diaria.
De alguna forma, el relojero domina el tiempo y lo hace su aliado en lo que debe hacer todos los días. “Los relojes mecánicos, son los mejores, porque todo es a mano, con ellos podemos ver la capacidad del ingenio humano y son un reto arreglarlos”, dice.
Entre sus paredes además de los relojes cuelga un reconocimiento que le hicieran a principios del siglo pasado a su abuelo, por su invención del “Registro Micrométrico”, que hace a los relojes mecánicos más exacta en el marcaje.
También luce un reloj fabricado en Estados Unidos por la compañía Smith Thomas, actualmente ya extinta, e incluso guarda las planas de los artículos hechos por diarios mexicanos que se han acercado a conocer la historia de la familia Ávila.
El relojero es abierto en su plática, pese a que su labor lo consume. Sencillo al hablar, y abierto, es parte de su personalidad. “Hay relojes que me llevan más de quince días para poderlos arreglar, hasta un mes”, revela el relojero.
“Cuando salen defectos, hay que estarlos reconstruyendo, hacerle nuevas piezas y eso lleva tiempo”.
La familia Ávila, llegó del sur del estado, en el municipio de Temascaltepec, el tiempo los acarreó a la zona urbana, donde proliferó su oficio.
En su local, lucen lentes, piezas por doquier que el relojero conoce a la perfección, también un torno que usó en algún tiempo su abuelo y su padre, el cual sirve para crear piezas de los mecanismos internos de los relojes.
La Violeta en sí, es una joya del centro toluqueño, que permanece abierto a diario, donde su despachador, don Enrique siempre está disponible para darle una reparada al tiempo.