/ viernes 5 de marzo de 2021

Doña Soco, una “mujer de hierro”

Además de ser viuda desde hace más de medio siglo y pese a un apoyo gubernamental  aseguró que sus manos nunca dejarán de trabajar


Aunque en beneficiaria de un apoyo gubernamental con el cual puede sostenerse durante la recta final de su vida, doña Soco asegura que sus manos no han dejado de trabajar desde hace más de medio siglo que quedó viuda; muestra de ello es que sacó adelante a cada uno de sus hijos.

Doña Soco es una mujer indígena de 83 años de edad oriunda de la comunidad de Pueblo Nuevo San Pablo Autopan, perteneciente al municipio de Toluca quien tras quedarse viuda se vio obligada a velar por sus hijos por lo que sus manos hablan por si solas.

Después de que mi esposo murió tenía que trabajar para mis hijos y yo me convertí en papá y mamá. Yo trabajaba la tierra, y eso nos daba para vivir.

Sentada afuera de lo que queda de su casa, platicó que su vida puede resumirse en trabajo y esfuerzo ya que era el único camino que tenía para salir adelante. “Yo me levantaba a las 4:00 de la mañana y me ponía a trabajar la milpa, después atendía a mis hijos y de nuevo regresaba a trabajar. Por la tarde me ponía a tejer palma y hacía canastas que íbamos a dejar a la Alameda”, refirió.

Así pasó la vida, dijo, casi siempre en el trabajo hasta que sus hijos crecieron y los años comenzaron a cobrarle factura, pues hoy, refunfuña, “de tantos achaques una enfermedad en el estómago no me deja en paz y ya no quiero ni tomar medicina”. Pese a esto, recalcó que hasta el día de hoy no ha dejado de tejer.

“Yo no puedo estar sin hacer nada y aunque ahora ya me levanto un poco más tarde no dejo de hacer cosas. Siempre he hecho tortillas, pongo mi maíz y voy al molino, a la fecha todavía lo hago”, relató.

Al ser cuestionada sobre apoyos gubernamentales, refirió que sí recibe un apoyo bimestral de poco más de dos mil pesos con el cual puede sortear la situación actual; sin embargo, destacó que el apoyo lo empezó a recibir hace pocos años debido a que nunca estuvo al pendiente de los programas de gobierno.

Venían mis hijas y me decían que iban a dar apoyos pero no iba. Sí en un tiempo me dieron una despensa, pero luego cuando comenzaron a darme mi dinerito me la suspendieron”, añadió.

Comentó que si bien este apoyo es bimestral, hubo un tiempo que se enfermó y debido a ello no cobró varios bimestres, incluso ya hasta la habían dado de baja. “No sé qué pasó con ese dinero, pero nunca lo fui a cobrar. Ahora es el único apoyo que recibo pero no he dejado de trabajar”, declaró.

Con las enfermedades a cuestas, reconoció que el apoyo que recibe no le alcanza ni para el doctor pues tiene que ir constantemente. “Desde hace años me duelen los huesos y aunque iba con un especialista dejé de ir porque me cobraban 500 pesos sólo de la consulta, ya con la medicina era mucho más”, aseveró doña Socorro.

La despensa que recibía, admitió, sí le ayudaba ya que venía jabón, aceite, azúcar, etc. pese a esto y luego de algún tiempo detalló que esa clase de apoyo le fue retirada. Pese a toda esta serie de inconvenientes existe una constante en la vida de doña Soco: el trabajo.

“Hoy todavía me pongo a tejer, pues si no lo hago me aburro y me llega la enfermedad. Ahora con este virus se enfermaron todos y me tuvieron que llevar con otra de mis hijas, pero no me hallé, si me hubiera quedado allá ya me hubiera petateado”, finalizó.



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Aunque en beneficiaria de un apoyo gubernamental con el cual puede sostenerse durante la recta final de su vida, doña Soco asegura que sus manos no han dejado de trabajar desde hace más de medio siglo que quedó viuda; muestra de ello es que sacó adelante a cada uno de sus hijos.

Doña Soco es una mujer indígena de 83 años de edad oriunda de la comunidad de Pueblo Nuevo San Pablo Autopan, perteneciente al municipio de Toluca quien tras quedarse viuda se vio obligada a velar por sus hijos por lo que sus manos hablan por si solas.

Después de que mi esposo murió tenía que trabajar para mis hijos y yo me convertí en papá y mamá. Yo trabajaba la tierra, y eso nos daba para vivir.

Sentada afuera de lo que queda de su casa, platicó que su vida puede resumirse en trabajo y esfuerzo ya que era el único camino que tenía para salir adelante. “Yo me levantaba a las 4:00 de la mañana y me ponía a trabajar la milpa, después atendía a mis hijos y de nuevo regresaba a trabajar. Por la tarde me ponía a tejer palma y hacía canastas que íbamos a dejar a la Alameda”, refirió.

Así pasó la vida, dijo, casi siempre en el trabajo hasta que sus hijos crecieron y los años comenzaron a cobrarle factura, pues hoy, refunfuña, “de tantos achaques una enfermedad en el estómago no me deja en paz y ya no quiero ni tomar medicina”. Pese a esto, recalcó que hasta el día de hoy no ha dejado de tejer.

“Yo no puedo estar sin hacer nada y aunque ahora ya me levanto un poco más tarde no dejo de hacer cosas. Siempre he hecho tortillas, pongo mi maíz y voy al molino, a la fecha todavía lo hago”, relató.

Al ser cuestionada sobre apoyos gubernamentales, refirió que sí recibe un apoyo bimestral de poco más de dos mil pesos con el cual puede sortear la situación actual; sin embargo, destacó que el apoyo lo empezó a recibir hace pocos años debido a que nunca estuvo al pendiente de los programas de gobierno.

Venían mis hijas y me decían que iban a dar apoyos pero no iba. Sí en un tiempo me dieron una despensa, pero luego cuando comenzaron a darme mi dinerito me la suspendieron”, añadió.

Comentó que si bien este apoyo es bimestral, hubo un tiempo que se enfermó y debido a ello no cobró varios bimestres, incluso ya hasta la habían dado de baja. “No sé qué pasó con ese dinero, pero nunca lo fui a cobrar. Ahora es el único apoyo que recibo pero no he dejado de trabajar”, declaró.

Con las enfermedades a cuestas, reconoció que el apoyo que recibe no le alcanza ni para el doctor pues tiene que ir constantemente. “Desde hace años me duelen los huesos y aunque iba con un especialista dejé de ir porque me cobraban 500 pesos sólo de la consulta, ya con la medicina era mucho más”, aseveró doña Socorro.

La despensa que recibía, admitió, sí le ayudaba ya que venía jabón, aceite, azúcar, etc. pese a esto y luego de algún tiempo detalló que esa clase de apoyo le fue retirada. Pese a toda esta serie de inconvenientes existe una constante en la vida de doña Soco: el trabajo.

“Hoy todavía me pongo a tejer, pues si no lo hago me aburro y me llega la enfermedad. Ahora con este virus se enfermaron todos y me tuvieron que llevar con otra de mis hijas, pero no me hallé, si me hubiera quedado allá ya me hubiera petateado”, finalizó.



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