El etiquetado frontal en los empaques de alimentos industrializados sólo podrá rendir frutos positivos en la salud de las personas cuando privilegie las alertas del riesgo que representa su consumo y cuando los consumidores cuenten con una cultura alimentaria.
Mariana Garduño Aguilera, nutrióloga adscrita al Grupo Médico Empresarial, consideró que los consumidores deben contar con un conocimiento mínimo en materia de nutrición para poder elegir los productos y cantidades que no representen un riesgo para su salud.
Explicó que la NOM-051 que se refiere al etiquetado es una buena propuesta, pero está incompleta en nuestro contexto, porque obliga a indicar el contenido de cada nutriente en porciones de 100 gramos, pero el empaque puede contener 150, 200 o más gramos, lo que para muchas personas, especialmente los niños, va a ser confuso.
“Casi nunca nos detenemos a leer el empaque y menos a hacer la correlación entre contenido total y contenido nutrimental por cada 100 gramos de producto y compramos de entre dos opciones el que dice contener una porción menor, pero no verificamos que éste se refiere a una porción de 100 gramos y el otro al contenido neto del paquete”, apuntó.
Mariana Garduño Aguilera insistió en lo positivo de la propuesta al señalar que cuando se desconoce la cantidad de grasas recomendable para ingerir en un día, al menos se podrá ingerir el producto que contenga la menor cantidad.
Además, la norma exige que en la parte frontal del paquete se incluyan alertas que especifiquen la cantidad de ingredientes que representan un riesgo para la salud, por ejemplo, excesivo en energía, en azúcar, en grasas o en sodio, lo cual es una buena opción, sostuvo la nutrióloga.
Por eso, no sólo se debe exigir a los productores el empaque con la información nutrimental frontal, antes de ello las autoridades deben hacer una campaña de información y educación alimentaria para que las personas realmente aprovechen este esfuerzo que, sin duda, representa grandes inversiones económicas, pues de lo contrario, no servirá para el propósito de cuidar la salud de los consumidores.
Cuando una persona posee educación alimentaria sabe que no es necesario tener una báscula a la mano, pues podrá comer el alimento que más se le antoje porque puede identificar las cantidades que debe consumir, porque no debe cerrarse estrictamente a un plan alimentario, afirmó.
“Nuestra vida no nos permite estar metidos en la cocina todo el tiempo, midiendo cada porción de alimento que vamos a preparar, muchos tenemos que recurrir a la cocina económica o al puesto de la esquina, pero si sabemos a cuánto equivale nuestra porción podremos comer de todo, siempre que seamos disciplinados”, concluyó.
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