Unos días antes de recibir su Honoris Causa otorgado por la UAEM, tuvimos la última charla; no fueron más de 15 minutos, pues el investigador ya no gozaba de una salud plena.
Sin embargo a Juan María Parent Jaquemin le agradaban las visitas; las llamadas telefónicas a su casa siempre terminaban en una cita -casi siempre- en su propia casa.
Los primeros contactos con su pensamiento fueron en la Facultad de Humanidades de la UAEM. Siempre deambulando por los pasillos, quizás apresurado por los libros, ansiosos de ser desmenuzados por Parent Jaquemin.
Nunca lo vi descobijado de algún libro, siempre traía consigo varios ejemplares. Muy rara vez iba a la biblioteca y su caminar por la facultad generalmente tenía como destino las aulas.
Una vez retirado de la vida institucional, se refugió en su casa ubicada a un costado de un conocido parque de la colonia Morelos de la Ciudad de Toluca, precisamente frente a una cancha de básquetbol.
Ahí me recibió en varias ocasiones, hablábamos de todo. Después de desenmascarar los problemas del mundo y aterrizarlos siempre en la conducta humana, Juan María Parent presumía su jardín.
—¿Y no se encelan sus libros?
—¡Ellos no saben nada!— Respondió sonriendo.
Los domingos, contaba, iba a escuchar misa a la iglesia de El Ranchito. Crítico de los sermones sacerdotales, en una plática se lanzó contra los curas; "sus sermones aburren, son muy insípidos", me dijo.
La publicación de la nota causó revuelo en la Catedral y la respuesta del vicario general de la diócesis de Toluca, monseñor Guillermo Fernández Orozco, no se hizo esperar mediante una carta abierta.
Parent Jaquemin, ya colaborador de El Sol de Toluca, revisó el texto y de forma inmediata contestó la afrenta. La batalla de ideas estaba dada. La razón y el dogma protagonizaron una breve batalla en el periódico.
Constantemente en las visitas que hice a su domicilio, recordaba el pleito y no le huía a la posibilidad de enfrentar de nuevo a la iglesia.
Aunque distinta, la última charla fue muy enriquecedora. El investigador me recibió en un cuarto forrado completamente de libros. Era una "cueva del conocimiento".
Sentado y con una visible dificultad para hablar, defendió sus ideales éticos que ejemplificaba hasta en el comportamiento de sus vecinos.
Del simple acto de tirar la basura en el camión formaba su ecuación ética-filosófica que desembocan en un acto de respeto y responsabilidad del hombre.
Esa tarde nos dejaron solos en su biblioteca. Los libros, pareciera, le susurraban las respuestas que le hacía sobre temas de violencia e inseguridad.
El humanismo siempre fue su escudo ante los problemas que aquejan a la sociedad actual.
Recuerdo que con una sonrisa expulsada de aquella dificultad para hablar, festejaba el despertar del estudiante universitario: una rebelión en la UAEM fue el motivo de su alegría.
¡Que bueno que ya están despertando!, dijo Parent Jaquemin al tiempo de que se llevaba la mano a su rostro e intentaba hilar una respuesta más amplia.
El tiempo se acabó, pues seguí al pie de la letra la observación de su esposa y la despedida llegó. Seguro estoy que hubiera querido seguir charlando.
La invitación de volver a su casa no se hizo esperar y por cierto no la he desechado. Aunque Parent Jaquemin ha dejado este mundo, doy por un hecho que habrá una plática más.
Hasta pronto…