/ viernes 1 de diciembre de 2017

Sobrevive tradición de juguetes de madera

Trompos, yoyos y baleros se resisten a desaparecer

Toluca, México.- El taller de Isidro luce los pocos troncos de pino que pudo adquirir para esta temporada. Éstos servirán para fabricar los pedidos de juguetes y accesorios navideños que le han solicitado. Hasta hace 20 años aún eran los jugueteros tradicionales en madera más solicitados en el país, pero esa época buena sólo está en sus recuerdos y los diseños que guarda.

“Ya no hay madera como antes para producir los juguetes y las figuras navideñas, pero siempre buscamos la forma de conseguir”, revela el juguetero mexiquense.

Isidro Núñez García y otro puñado de artesanos son los sobrevivientes de una tradición que muere y a diario intentan reavivar.

La producción de los artesanos radica en más de 50 diseños distintos de juguetes, los más comunes son los trompos, que se hacen en más de 10 tipos, los baleros, yoyos, matracas, los cuchis, pirinolas, ábacos, tinajeros, cubetitas, boxeadores, la víbora y hasta un juguete en forma de caja de muerto.

Entre las figuras navideñas producen esferas, ángeles, campanas, piñatas, reyes magos, faroles en diferentes tamaños, palomas, estrellas, flores de nochebuena, pinos, bastones, tamborcitos y angelitos.

Pero el mercado ahora lo consumen las mercancías chinas y los juguetes electrónicos.

Un pueblo hecho de madera

San Antonio la Isla es un pequeño municipio provinciano del valle de Toluca con 29 mil 503 habitantes que apenas alcanza los 24 kilómetros cuadrados y su presupuesto anual es el de los más bajos de la entidad, según datos del INEGI.

Allí todavía se saludan con los buenos días y pese a su talento artesanal, la pobreza es algo intrínseco en su vida diaria. Los artesanos son humildes y sencillos en su arte, pero reprochan que sus vecinos de Santa María Rayón, aunque no son los iniciadores, tengan más promoción y se adjudiquen sus diseños.

“Desgraciadamente aquí en el municipio nuestras autoridades no nos apoyan, a diferencia del pueblo vecino de Rayón, allá sí hay difusión”, lamenta Isidro.

Pero quizás su peor enemigo ha sido el plástico y los productos chinos que acabaron hace unos cinco años con la producción de figuras navideñas y continúan con sus juguetes.

Isidro recuerda que antes los vendedores de madera llegaban en camionetas, caballos y burros cargados con madroño y madera de aile, que era la de mejor calidad para fabricar juguetes.

“Aquí llegaban y te tocaban a la puerta para venderte la madera pero ya no, tenemos que comprar en aserraderos de forma clandestina y mejor usamos ocote o pino”, advierte Isidro.

El principal problema que tienen, además de la competencia china, es la escasez de madera, antes fabricaban con madroño, tipo de madera más dura. También usaban el encino aile, pero actualmente todo es caro y sólo se consigue de forma clandestina porque las leyes forestales prohíben su venta.

En el centro del municipio existe un museo dedicado a todos los artesanos de San Antonio, instalado al interior del ayuntamiento. Allí se exponen las piezas hechas por don Pánfilo Núñez y Luis Núñez, el bisabuelo y abuelo de Isidro, iniciadores en los molinillos de torno de violín. También están las piezas de don Mónico, el único sobreviviente del arte sobre hueso y cuerno.

Junto con el museo se construyó una casa de cultura que alberga otras obras de los artesanos del municipio. Pero sólo lucen como recuerdos, porque la mayoría de talleres familiares han cerrado.

Hasta 1990, en San Antonio la Isla el 90% de los habitantes se dedicaban a fabricar juguetes, su primera fuente económica.

Sobrevivientes de una tradición muerta

Horacio Castro Torres presume que hace 35 años fue extra en una película del actor Mauricio Garcés, cuando mercaba sus juguetes en las plazas de la Ciudad de México.

Su anécdota la recuerda en Xochimilco, donde aún continúan ofreciendo sus mercancías artesanos de San Antonio.

—Yo salí en la película diez minutos jugando el balero, me pagaron doscientos pesos esa vez, —rememora Horacio, ya con canas y arrugas en su rostro.

Nos acompaña a buscar a los artesanos jugueteros por las calles estrechas del municipio, él era uno de ellos pero su negocio se acabó. Dice que no hay incentivos ni programas, y la madera es cara.

En el trayecto a los talleres, aprovecha para relatar que en San Antonio inventaron el "Cuchi Cuchi", o las tablitas mágicas, que eran el juego de todos los niños en los años 90.

“También se inventaron aquí los famosos chinitos, muchos hicieron su casita con ese juguete, se vendía como pan caliente”. El juguete al que se refiere cambiaba de color para revelar la suerte.

En una de esas calles conocimos a Lucio Salomón Núñez García, artesano y hermano de Isidro.

Lucio recuerda que en su infancia era de todos los días andar en las calles jugando el balero y el trompo. Se apostaban las monedas de a peso.

—Antes nos juntábamos en la calle a jugar en bola y era nuestro pasatiempo, —relata el artesano. Mientras esperamos aprovecha para jugar el trompo con su hijo.

Asegura que con la tecnología ya no se platica. Se refiere a la comunicación interpersonal y lo explica más que claro.

“El plástico acabó ya con la producción de figuras navideñas, ya no se venden, por eso casi nadie fabrica”, recrimina Lucio.

Jesús, su hijo, se acercó a nuestra llegada y se puso a jugar sobre la banqueta con una pirinola hecha de aile, decorada con cuña y que fue el prototipo de un juguete con el que ganaron un concurso en el municipio.

Otro juguete con que juega el niño es el “Diábolo”, dice que es un reloj de arena que se acompaña de una cinta con dos palillos donde cuelga la pieza. Lucio explica que es un juguete prehispánico.

“En nuestros buenos años trabajamos maderas tropicales, ojo de pájaro, la caoba, palo fierro y el granadillo”, asegura.

A la charla se une su hermano Isidro, quien nos invita a pasar a su taller y ver el proceso de fabricación de los juguetes y figuras navideñas.

Cruzando un patio angosto, al fondo de la casa se ubica el taller de Isidro, es una habitación pequeña acondicionada con las cortadoras y sierras. El cuarto tiene una alfombra de aserrín permanente, en un rincón lucen los pequeños troncos de pino cortados para darle forma a los baleros y trompos.

También resaltan los polines de ocote apilados sobre la pared y trozos de otros maderos.

El taller requiere del uso del formón básico, la gurbia, su torno eléctrico, raspadores, sierras, un vaciador para los floreros y copas.

Abocado en el proceso de fabricación, Isidro explica que el madroño se debe dejar una hora cociendo en tambos con agua, si no se hace ese proceso, no sirve para los juguetes.

“Se hervía con fogón de petróleo para desflemarla, sacar la savia para evitar que se raje”, revela.

El artesano hace una demostración con la fabricación de un trompo normal de 12 centímetros, para el que demora unos cinco minutos.

Continúa la exposición con la figura navideña de un rey mago, el cual lleva más tiempo, pues una vez que se le da forma, se requiere pintar a mano el rostro, ponerle cabello, su bata y botones.

Sin embargo, esa figura en el mercado se oferta en sólo $3.00 pesos aunque su fabricación es laboriosa.

“Ya casi no lo hacemos porque la gente prefiere accesorios de plástico, eso nos acabó”, lamenta Isidro.

El artesano guarda en una carpeta más de 15 reconocimientos, en especial entre un pliego de papel resguarda una antigua foto donde aparece su bisabuelo Pánfilo Núñez con sus cuatro hijos, entre ellos su abuelo Luis Núñez Silva.

Los atesora con orgullo y no se cohíbe al expresar que los artesanos de San Antonio la Isla son los iniciadores de los molinillos, juguetes y figuras navideñas.

“Este es un arte que nos han heredado nuestros abuelos y lo hacemos con amor, la verdad”, externa Isidro. Su taller lo ha cerrado estos días pero promete que cuando se le visite de nueva cuenta, tendrá más diseños.

Las calles de San Antonio rememoran a un pueblo hecho de madera que se resiste a morir con su tradición, como ocurre con otros en el país. Aunque por lo menos esta Navidad habrán de fabricar nuevamente sueños en madera. Sólo por el afecto de lo que hacen, ese amor mexicano por la artesanía del juguete.

Toluca, México.- El taller de Isidro luce los pocos troncos de pino que pudo adquirir para esta temporada. Éstos servirán para fabricar los pedidos de juguetes y accesorios navideños que le han solicitado. Hasta hace 20 años aún eran los jugueteros tradicionales en madera más solicitados en el país, pero esa época buena sólo está en sus recuerdos y los diseños que guarda.

“Ya no hay madera como antes para producir los juguetes y las figuras navideñas, pero siempre buscamos la forma de conseguir”, revela el juguetero mexiquense.

Isidro Núñez García y otro puñado de artesanos son los sobrevivientes de una tradición que muere y a diario intentan reavivar.

La producción de los artesanos radica en más de 50 diseños distintos de juguetes, los más comunes son los trompos, que se hacen en más de 10 tipos, los baleros, yoyos, matracas, los cuchis, pirinolas, ábacos, tinajeros, cubetitas, boxeadores, la víbora y hasta un juguete en forma de caja de muerto.

Entre las figuras navideñas producen esferas, ángeles, campanas, piñatas, reyes magos, faroles en diferentes tamaños, palomas, estrellas, flores de nochebuena, pinos, bastones, tamborcitos y angelitos.

Pero el mercado ahora lo consumen las mercancías chinas y los juguetes electrónicos.

Un pueblo hecho de madera

San Antonio la Isla es un pequeño municipio provinciano del valle de Toluca con 29 mil 503 habitantes que apenas alcanza los 24 kilómetros cuadrados y su presupuesto anual es el de los más bajos de la entidad, según datos del INEGI.

Allí todavía se saludan con los buenos días y pese a su talento artesanal, la pobreza es algo intrínseco en su vida diaria. Los artesanos son humildes y sencillos en su arte, pero reprochan que sus vecinos de Santa María Rayón, aunque no son los iniciadores, tengan más promoción y se adjudiquen sus diseños.

“Desgraciadamente aquí en el municipio nuestras autoridades no nos apoyan, a diferencia del pueblo vecino de Rayón, allá sí hay difusión”, lamenta Isidro.

Pero quizás su peor enemigo ha sido el plástico y los productos chinos que acabaron hace unos cinco años con la producción de figuras navideñas y continúan con sus juguetes.

Isidro recuerda que antes los vendedores de madera llegaban en camionetas, caballos y burros cargados con madroño y madera de aile, que era la de mejor calidad para fabricar juguetes.

“Aquí llegaban y te tocaban a la puerta para venderte la madera pero ya no, tenemos que comprar en aserraderos de forma clandestina y mejor usamos ocote o pino”, advierte Isidro.

El principal problema que tienen, además de la competencia china, es la escasez de madera, antes fabricaban con madroño, tipo de madera más dura. También usaban el encino aile, pero actualmente todo es caro y sólo se consigue de forma clandestina porque las leyes forestales prohíben su venta.

En el centro del municipio existe un museo dedicado a todos los artesanos de San Antonio, instalado al interior del ayuntamiento. Allí se exponen las piezas hechas por don Pánfilo Núñez y Luis Núñez, el bisabuelo y abuelo de Isidro, iniciadores en los molinillos de torno de violín. También están las piezas de don Mónico, el único sobreviviente del arte sobre hueso y cuerno.

Junto con el museo se construyó una casa de cultura que alberga otras obras de los artesanos del municipio. Pero sólo lucen como recuerdos, porque la mayoría de talleres familiares han cerrado.

Hasta 1990, en San Antonio la Isla el 90% de los habitantes se dedicaban a fabricar juguetes, su primera fuente económica.

Sobrevivientes de una tradición muerta

Horacio Castro Torres presume que hace 35 años fue extra en una película del actor Mauricio Garcés, cuando mercaba sus juguetes en las plazas de la Ciudad de México.

Su anécdota la recuerda en Xochimilco, donde aún continúan ofreciendo sus mercancías artesanos de San Antonio.

—Yo salí en la película diez minutos jugando el balero, me pagaron doscientos pesos esa vez, —rememora Horacio, ya con canas y arrugas en su rostro.

Nos acompaña a buscar a los artesanos jugueteros por las calles estrechas del municipio, él era uno de ellos pero su negocio se acabó. Dice que no hay incentivos ni programas, y la madera es cara.

En el trayecto a los talleres, aprovecha para relatar que en San Antonio inventaron el "Cuchi Cuchi", o las tablitas mágicas, que eran el juego de todos los niños en los años 90.

“También se inventaron aquí los famosos chinitos, muchos hicieron su casita con ese juguete, se vendía como pan caliente”. El juguete al que se refiere cambiaba de color para revelar la suerte.

En una de esas calles conocimos a Lucio Salomón Núñez García, artesano y hermano de Isidro.

Lucio recuerda que en su infancia era de todos los días andar en las calles jugando el balero y el trompo. Se apostaban las monedas de a peso.

—Antes nos juntábamos en la calle a jugar en bola y era nuestro pasatiempo, —relata el artesano. Mientras esperamos aprovecha para jugar el trompo con su hijo.

Asegura que con la tecnología ya no se platica. Se refiere a la comunicación interpersonal y lo explica más que claro.

“El plástico acabó ya con la producción de figuras navideñas, ya no se venden, por eso casi nadie fabrica”, recrimina Lucio.

Jesús, su hijo, se acercó a nuestra llegada y se puso a jugar sobre la banqueta con una pirinola hecha de aile, decorada con cuña y que fue el prototipo de un juguete con el que ganaron un concurso en el municipio.

Otro juguete con que juega el niño es el “Diábolo”, dice que es un reloj de arena que se acompaña de una cinta con dos palillos donde cuelga la pieza. Lucio explica que es un juguete prehispánico.

“En nuestros buenos años trabajamos maderas tropicales, ojo de pájaro, la caoba, palo fierro y el granadillo”, asegura.

A la charla se une su hermano Isidro, quien nos invita a pasar a su taller y ver el proceso de fabricación de los juguetes y figuras navideñas.

Cruzando un patio angosto, al fondo de la casa se ubica el taller de Isidro, es una habitación pequeña acondicionada con las cortadoras y sierras. El cuarto tiene una alfombra de aserrín permanente, en un rincón lucen los pequeños troncos de pino cortados para darle forma a los baleros y trompos.

También resaltan los polines de ocote apilados sobre la pared y trozos de otros maderos.

El taller requiere del uso del formón básico, la gurbia, su torno eléctrico, raspadores, sierras, un vaciador para los floreros y copas.

Abocado en el proceso de fabricación, Isidro explica que el madroño se debe dejar una hora cociendo en tambos con agua, si no se hace ese proceso, no sirve para los juguetes.

“Se hervía con fogón de petróleo para desflemarla, sacar la savia para evitar que se raje”, revela.

El artesano hace una demostración con la fabricación de un trompo normal de 12 centímetros, para el que demora unos cinco minutos.

Continúa la exposición con la figura navideña de un rey mago, el cual lleva más tiempo, pues una vez que se le da forma, se requiere pintar a mano el rostro, ponerle cabello, su bata y botones.

Sin embargo, esa figura en el mercado se oferta en sólo $3.00 pesos aunque su fabricación es laboriosa.

“Ya casi no lo hacemos porque la gente prefiere accesorios de plástico, eso nos acabó”, lamenta Isidro.

El artesano guarda en una carpeta más de 15 reconocimientos, en especial entre un pliego de papel resguarda una antigua foto donde aparece su bisabuelo Pánfilo Núñez con sus cuatro hijos, entre ellos su abuelo Luis Núñez Silva.

Los atesora con orgullo y no se cohíbe al expresar que los artesanos de San Antonio la Isla son los iniciadores de los molinillos, juguetes y figuras navideñas.

“Este es un arte que nos han heredado nuestros abuelos y lo hacemos con amor, la verdad”, externa Isidro. Su taller lo ha cerrado estos días pero promete que cuando se le visite de nueva cuenta, tendrá más diseños.

Las calles de San Antonio rememoran a un pueblo hecho de madera que se resiste a morir con su tradición, como ocurre con otros en el país. Aunque por lo menos esta Navidad habrán de fabricar nuevamente sueños en madera. Sólo por el afecto de lo que hacen, ese amor mexicano por la artesanía del juguete.

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