/ martes 10 de diciembre de 2019

El silencio del "Monstruo" de Santín, una fría estrategia

El primer juicio en contra del llamado multihomicida de Santín lleva dos audiencias, sin confesión de Óscar "N"

Al momento en que el juez resolvió que no había pruebas de inocencia, Óscar "N" no se inmutó. Soltó una mirada distraída con la que buscó sus pies y se agachó por unos instantes, como si se amarrara los cordones de sus zapatos. En tres horas de audiencia, contestó en cuatro ocasiones: “sí”. Una estrategia fría, meditada y que causó zozobra.

En contrariedad a esos mensajes hechos vía redes sociales, cargados de ironía y advertencias a la Fiscalía y la prensa, que de forma subsecuente llevaron a su detención.

Dice una frase que “el que a palabra mata, a palabra muere”, pero Óscar "N" desafía esa suerte con su silencio detrás de la burbuja de cristal. Pareciera que esa frase no encaja con él.

La sala se mantuvo llena, incluso más que en la primera audiencia. Al fondo cuatro filas de reporteros, a la mitad, activistas y acompañantes. La sala sin familiares de la víctima.

Desde el público había miradas que se dirigían a Óscar "N", cada vez que el juez reponía y pedía la confirmación del imputado, se buscaba alguna palabra en cada petición del juez.

Solo el caso de Emir Garduño Montalvo, a quien la prensa denominó LordRollsRoyce, causó tal alboroto por un acusado.

Al inicio, Óscar "N" levantaba la cabeza desde el banquillo, para encontrar miradas conocidas entre el público que ingresaba a la sala. Aires de entereza que se fueron apagando conforme transcurrían esas tres horas y crecía la sentencia de pruebas del juez y los fiscales.

El juzgador explicó la forma de muerte de su última víctima: “hubo asfixia mecánica por estrangulamiento”, definió. Óscar "N" puso atención y el juez continuó con el detalle de la relación que había entre victimario y víctima.

“No hay otro dato de prueba que me permita indicar que usted no fue la última persona con la que estuvo el sujeto pasivo (víctima)”, repuso el juzgador.

Y agregó en sus narrativas periciales que la relación comenzó a seis meses, y volvió a definir el juez otro concepto, para no dejar lugar a la duda: “de acuerdo a lo recabado, se llevaba una relación de amigos con derechos”, y Óscar "N" soltó una mueca, casi imperceptible desde la burbuja.

Pareciera que el juez leía su test, que lo encomiaba, pero eso era solo la apreciación del imputado.

Pero Óscar "N", no impresiona más que esas fotos de “feis”, en las que aparece erguido en el krav magá. Al interior de la cabina de la sala, se miraba a un sujeto nervioso, poco corpulento y ojos infantiles saltones que se agachaban ante la muchedumbre.

“Está usted de acuerdo señor Óscar”, y Óscar "N" apenas murmulló cuatro veces el “sí”, al matiz de un menor de 16.

Al final de la audiencia, el juzgador pidió una interrupción, una hora y media más de espera. En la restitución, Óscar "N" entró primero, desde la burbuja balbuceó, juntó sus puños y se golpeó los muslos de las piernas. Buscó uno de sus tobillos e hizo un soliloquio, soltando una mueca, al momento de mirar al público, a las mujeres que asistieron. Buscó intimidar.

Los fiscales tomaron por último la palabra para pedir el traslado de Óscar "N" a otro penal por causas mayores de seguridad.

“Se solicita su traslado a otro penal por amenazas de muerte”, y Óscar "N" aprobó la petición con un movimiento de cabeza.

Óscar "N" vistió una playera azul y pantalón del mismo color, el uniforme de Santiaguito. Su corte tipo mohicano aún lo conserva y, por el momento, también su silencio.

Al momento en que el juez resolvió que no había pruebas de inocencia, Óscar "N" no se inmutó. Soltó una mirada distraída con la que buscó sus pies y se agachó por unos instantes, como si se amarrara los cordones de sus zapatos. En tres horas de audiencia, contestó en cuatro ocasiones: “sí”. Una estrategia fría, meditada y que causó zozobra.

En contrariedad a esos mensajes hechos vía redes sociales, cargados de ironía y advertencias a la Fiscalía y la prensa, que de forma subsecuente llevaron a su detención.

Dice una frase que “el que a palabra mata, a palabra muere”, pero Óscar "N" desafía esa suerte con su silencio detrás de la burbuja de cristal. Pareciera que esa frase no encaja con él.

La sala se mantuvo llena, incluso más que en la primera audiencia. Al fondo cuatro filas de reporteros, a la mitad, activistas y acompañantes. La sala sin familiares de la víctima.

Desde el público había miradas que se dirigían a Óscar "N", cada vez que el juez reponía y pedía la confirmación del imputado, se buscaba alguna palabra en cada petición del juez.

Solo el caso de Emir Garduño Montalvo, a quien la prensa denominó LordRollsRoyce, causó tal alboroto por un acusado.

Al inicio, Óscar "N" levantaba la cabeza desde el banquillo, para encontrar miradas conocidas entre el público que ingresaba a la sala. Aires de entereza que se fueron apagando conforme transcurrían esas tres horas y crecía la sentencia de pruebas del juez y los fiscales.

El juzgador explicó la forma de muerte de su última víctima: “hubo asfixia mecánica por estrangulamiento”, definió. Óscar "N" puso atención y el juez continuó con el detalle de la relación que había entre victimario y víctima.

“No hay otro dato de prueba que me permita indicar que usted no fue la última persona con la que estuvo el sujeto pasivo (víctima)”, repuso el juzgador.

Y agregó en sus narrativas periciales que la relación comenzó a seis meses, y volvió a definir el juez otro concepto, para no dejar lugar a la duda: “de acuerdo a lo recabado, se llevaba una relación de amigos con derechos”, y Óscar "N" soltó una mueca, casi imperceptible desde la burbuja.

Pareciera que el juez leía su test, que lo encomiaba, pero eso era solo la apreciación del imputado.

Pero Óscar "N", no impresiona más que esas fotos de “feis”, en las que aparece erguido en el krav magá. Al interior de la cabina de la sala, se miraba a un sujeto nervioso, poco corpulento y ojos infantiles saltones que se agachaban ante la muchedumbre.

“Está usted de acuerdo señor Óscar”, y Óscar "N" apenas murmulló cuatro veces el “sí”, al matiz de un menor de 16.

Al final de la audiencia, el juzgador pidió una interrupción, una hora y media más de espera. En la restitución, Óscar "N" entró primero, desde la burbuja balbuceó, juntó sus puños y se golpeó los muslos de las piernas. Buscó uno de sus tobillos e hizo un soliloquio, soltando una mueca, al momento de mirar al público, a las mujeres que asistieron. Buscó intimidar.

Los fiscales tomaron por último la palabra para pedir el traslado de Óscar "N" a otro penal por causas mayores de seguridad.

“Se solicita su traslado a otro penal por amenazas de muerte”, y Óscar "N" aprobó la petición con un movimiento de cabeza.

Óscar "N" vistió una playera azul y pantalón del mismo color, el uniforme de Santiaguito. Su corte tipo mohicano aún lo conserva y, por el momento, también su silencio.

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