"Aquí ya hay pocos que hacemos las mulitas", dice don Victoriano, "yo las hago desde niño", explica. En la sala de su casa se rodea de tule, hojas de maíz, palillos de madera y otras herramientas. Siempre sentado en su silla de ruedas.
Antes yo andaba en todo México, me iba a Xochimilco a vender portaretratos de madera, era carpintero.
Hace cuatro años la diabetes lo limitó a una silla de ruedas y tuvo que empezar de nuevo.
Me amputaron la pierna derecha y viendo con mi esposa, cómo sacar para comer, le entré de lleno a producir mulitas.
MANOS A LA OBRA
A mediados del mes de abril, sus manos comienzan a crear: el tule, las hojas de maíz, cazuelas de barro y los palillos de madera toman forma.
Allí en el barrio de El Calvario, en la calle del Rincón Brujo, está la casa de la familia Castro, donde la labor comienza desde las primeras horas.
El tule se corta allá en la laguna y las hojas las vienen a vender aquí al pueblo.
Don Victoriano lleva unos 35 años dedicándose a la creación de su artesanía, con la que ha dado sustento a sus tres hijos.
"Aquí mi casa es mi taller, en la sala tengo todas mis herramientas", comenta.
Su hija menor es la única que ha continuado con la elaboración de las figuras. Ella se suma cada año a la producción de las mulas de Corpus.
PRODUCCIÓN
En un día don Victoriano es capaz de producir unas 40 mulitas de unos 10 centímetros de alto. Comienza con el proceso de armar el caparazón, que consiste en envolver un pequeño bulto de tule con una hoja de maíz.
"La hoja que usamos es de maíz y plátano, las primeras son para las figuras pequeñas y las segundas para figuras que miden hasta medio metro", comenta el artesano.
DECLIVE
La mayoría de la producción es con fibra y madera, se usa poco plástico para conservar su identidad, pero aún así, la fabricación va en declive.
"Poca gente las compran ya", reprocha don Victoriano. Por mucho, cada figura pequeña se puede vender en 15 pesos, de lo cual se gana de dos a tres pesos, revela.
Por ello, los comerciantes y artesanos con más experiencia deciden migrar cada año para vender en otros estados y en la Ciudad de México.
"La gente se prepara un mes y medio antes del Corpus", explica don Victoriano. "Se van a la capital a vender, ya ahorita no hay nadie aquí en el pueblo", agrega.
A don Victoriano, hace unos 10 años, pocos le hacían competencia en el comercio, era todo un artista de los portaretratos, pero los constantes gastos de su tratamiento, lo dejaron en bancarrota.
"Tenía mis herramientas de carpintería, un día le dije a mi esposa que las vendiera para comer", recrudece el artesano.
Actualmente su pequeño mercado, son los pocos clientes que llegan a su casa por las piezas que produce. No hay de otra forma. Al menos así tiene un ingreso.
"La casa la levantamos con el trabajo de la madera y el comercio, ahora solo con la venta de mulitas", repite.