/ lunes 1 de abril de 2024

Los retos de los incendios forestales

Este fin de semana tuve la oportunidad de conocer y platicar con un par de brigadistas combatientes de incendios forestales en la zona de Tequixquiac, hacia los límites del Estado de México con Hidalgo.

Sus rostros y manos curtidos por el sol y la lucha contra el fuego, son ejemplo de las huellas de muchos y muchas valientes que, como ellos, han estado dando la batalla los últimos días en todo el territorio mexiquense.

Según cifras oficiales, hasta el pasado 29 de marzo, eran alrededor de mil 300 brigadistas estatales, federales y municipales ante una veintena de conflagraciones.

Ellos son quienes están de frente a las llamas y son parte fundamental de una cadena de acción y de actores que están dando todo por controlar, sofocar y prevenir los incendios. En total, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) estima que, de enero al 28 de marzo, más de 42 mil combatientes en todo el país han participado en más de mil incendios.

Mi reconocimiento a todos ellos, héroes sin capa, pero sí con pala y pico. Y muy en especial a mis amigos los chamusquines de Probosque.

Por ello, en la sesión del Senado de este 2 de abril, presentaré un punto de acuerdo exhortando a la Secretaría del Medio Ambiente para reconocer, homenajear y estimular a estos grandes héroes.

Hablar de incendios forestales nos lleva a un tema fundamental para el futuro. Se trata de fenómenos ligados en buena medida a la actividad humana, en la que históricamente el fuego ha servido para el tratamiento de terrenos de cultivo, control de plagas y actividades pecuarias.

De acuerdo con el Concentrado de Incendios Forestales de la Conafor, en el caso del Estado de México, de 223 incendios registrados, más del 80 por ciento son producto de diversas actividades, entre ellas las agrícolas, pecuarias, quema de basureros y fumadores; destacando 92 casos detectados como generados de manera intencional, lo cual es inadmisible.

Por eso, estoy sumado a la propuesta que hace unos días reiteró el Partido Verde Ecologista de México, en el sentido de que todos los delitos contra el medio ambiente sean considerados graves cuando se compruebe que son cometidos con dolo, dentro de los que cabe la provocación de incendios y la destrucción forestal.

En el contexto del cambio climático, un informe de 2022 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pronostica que debido a este fenómeno, los incendios extremos aumentarán un 30 por ciento en 2050 y 50 por ciento a finales de siglo.

Y es que debemos entender que el cambio climático ya nos tiene envueltos por completo y hay que actuar.

El Estado de México, ante la emergencia de días recientes, ha actuado con responsabilidad, fortaleciendo la coordinación entre niveles de gobierno, brigadas y todos los involucrados; se han configurado cinco regiones de atención, donde se instalarán torres de vigilancia preventiva, entre otras acciones muy oportunas.

Debemos entender que el cambio climático y los incendios forestales son un tema global, que pega en la devastación de la biodiversidad, en la emisión de grandes cantidades de carbono y gases que contribuyen al efecto invernadero que calienta al planeta. Es decir, se genera un círculo de afectación y daño, al cual debemos hacer frente todos, gobiernos, sociedad civil, ejidatarios y comuneros, la academia y la ciencia.

Y los efectos van más allá, pues afecta la salud por problemas respiratorios y cardiovasculares en humanos y animales, además de generar sequías más intensas y las repercusiones económicas que todo ello representa.

En conjunto, debemos fortalecer las tareas preventivas, la capacitación técnica y especialización de los combatientes y propietarios de terrenos forestales, que derive en una mejor y pronta respuesta, e impulsar la cultura cívica.

Hay mucho por trabajar, por legislar y por participar. Y en todo ello necesitamos una solución científica. Es un reto que nos necesita a todos.

Este fin de semana tuve la oportunidad de conocer y platicar con un par de brigadistas combatientes de incendios forestales en la zona de Tequixquiac, hacia los límites del Estado de México con Hidalgo.

Sus rostros y manos curtidos por el sol y la lucha contra el fuego, son ejemplo de las huellas de muchos y muchas valientes que, como ellos, han estado dando la batalla los últimos días en todo el territorio mexiquense.

Según cifras oficiales, hasta el pasado 29 de marzo, eran alrededor de mil 300 brigadistas estatales, federales y municipales ante una veintena de conflagraciones.

Ellos son quienes están de frente a las llamas y son parte fundamental de una cadena de acción y de actores que están dando todo por controlar, sofocar y prevenir los incendios. En total, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) estima que, de enero al 28 de marzo, más de 42 mil combatientes en todo el país han participado en más de mil incendios.

Mi reconocimiento a todos ellos, héroes sin capa, pero sí con pala y pico. Y muy en especial a mis amigos los chamusquines de Probosque.

Por ello, en la sesión del Senado de este 2 de abril, presentaré un punto de acuerdo exhortando a la Secretaría del Medio Ambiente para reconocer, homenajear y estimular a estos grandes héroes.

Hablar de incendios forestales nos lleva a un tema fundamental para el futuro. Se trata de fenómenos ligados en buena medida a la actividad humana, en la que históricamente el fuego ha servido para el tratamiento de terrenos de cultivo, control de plagas y actividades pecuarias.

De acuerdo con el Concentrado de Incendios Forestales de la Conafor, en el caso del Estado de México, de 223 incendios registrados, más del 80 por ciento son producto de diversas actividades, entre ellas las agrícolas, pecuarias, quema de basureros y fumadores; destacando 92 casos detectados como generados de manera intencional, lo cual es inadmisible.

Por eso, estoy sumado a la propuesta que hace unos días reiteró el Partido Verde Ecologista de México, en el sentido de que todos los delitos contra el medio ambiente sean considerados graves cuando se compruebe que son cometidos con dolo, dentro de los que cabe la provocación de incendios y la destrucción forestal.

En el contexto del cambio climático, un informe de 2022 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pronostica que debido a este fenómeno, los incendios extremos aumentarán un 30 por ciento en 2050 y 50 por ciento a finales de siglo.

Y es que debemos entender que el cambio climático ya nos tiene envueltos por completo y hay que actuar.

El Estado de México, ante la emergencia de días recientes, ha actuado con responsabilidad, fortaleciendo la coordinación entre niveles de gobierno, brigadas y todos los involucrados; se han configurado cinco regiones de atención, donde se instalarán torres de vigilancia preventiva, entre otras acciones muy oportunas.

Debemos entender que el cambio climático y los incendios forestales son un tema global, que pega en la devastación de la biodiversidad, en la emisión de grandes cantidades de carbono y gases que contribuyen al efecto invernadero que calienta al planeta. Es decir, se genera un círculo de afectación y daño, al cual debemos hacer frente todos, gobiernos, sociedad civil, ejidatarios y comuneros, la academia y la ciencia.

Y los efectos van más allá, pues afecta la salud por problemas respiratorios y cardiovasculares en humanos y animales, además de generar sequías más intensas y las repercusiones económicas que todo ello representa.

En conjunto, debemos fortalecer las tareas preventivas, la capacitación técnica y especialización de los combatientes y propietarios de terrenos forestales, que derive en una mejor y pronta respuesta, e impulsar la cultura cívica.

Hay mucho por trabajar, por legislar y por participar. Y en todo ello necesitamos una solución científica. Es un reto que nos necesita a todos.