En México, la lucha libre prende la magia y el misterio, pues en el cuadrilátero, los luchadores protagonizan el escape de lo cotidiano, al ser una válvula para liberar energía, liberar el otro yo y romper las reglas. Al menos mientras dura la función.
Así es la lucha libre, reflejo del mexicano, quien vive en el drama de su realidad.
En esta mágica representación sale a escena la máscara, la principal señal de identidad de la lucha libre, parte esencial de los gladiadores.
La máscara les confiere un sentido único, protege el rostro cotidiano y al mismo tiempo potencializa la fuerza interna del portador, le permite la transfiguración heroica en la dualidad del bien y el mal, un símbolo amenazador y mudo, de acuerdo con luchadores y especialistas.
El ring es el escenario de esa transformación y cuando se da el acto del desenmascaramiento, la vida del luchador cambia totalmente para un antes y un después, quien la arrebata se adueña de su energía y se fortalece aún más como héroe o villano.
El luchador, y particularmente el enmascarado, a veces símbolo de justicia, juega con la imaginación del público, le proporciona la posibilidad de fugarse de la realidad para reencontrarse con sí mismo, pero también le desprende su identidad que toma el gladiador para acumular más poder y completar el circo, comedia, espectáculo y habilidad deportiva que rodea de un halo especial el escenario.
El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Mil Máscaras, Tinieblas, Rayo de Jalisco y de manera más reciente Octagón, La Parka, el Hijo del Fantasma, son personajes míticos que decidieron cubrir su rostro para convertirse en leyendas y ser parte esencial del folklore nacional arraigado en el gusto de los mexicanos.
Pero al final no importa si es una leyenda o está en sus inicios, porque al optar por la segunda piel le abre un mundo de posibilidades.
“Como en todas las profesiones, al momento de quitarnos la máscara cambiamos el personaje por el ser humano, pero al cubrir el rostro nos transformamos para convertirnos en el superhéroe de niños y adultos que enfrentará el mal o romperá las reglas (rudos y técnicos), subir y pisar el ring es algo mágico”, dijo Fuego Junior, gladiador con 22 años de trayectoria.
Perteneciente a la Liga Profesional de Luchadores de Toluca, Fuego Junior ha defendido la incógnita y de manera adicional llevó a las vitrinas tres máscaras y tres cabelleras.
Boomerang, otro experimentado luchador quien acumula 30 años de carrera con su personaje, describió cómo surge la fuerza interior al momento de cubrirse el rostro.
“Cuando te anuncian se te olvidan los dolores, te da energía y se puede sacar el extra como ser humano, cuando se vence al rival te apropias de su poder y entre más victorias acumulas, más fuerte es el personaje”, señaló el oriundo de Zitácuaro, Michoacán.
El luchador debutó en la Arena Toluca en 1985 con el nombre Guerrero del Sol, a lo largo de su carrera ha mantenido su segunda identidad y logró quitar la máscara a Escorpión Rojo y se impuso a otros gladiadores como Resplandor, El Cariñoso y Halcón Azul.