/ miércoles 8 de septiembre de 2021

Video: Historia | Pandemia no impide que adultos mayores no aprendan a leer

La crisis sanitaria contuvo a Consuelo y Jesús en su casa, donde desplegaron sus libros, libretas y repasaron por semanas sus guías del INEA para poder graduarse.

Hace dos años don Jesús Valdés nuevamente tomó un libro escolar entre sus manos. Las formas y el material didáctico cambiaron después de 50 años así como las señas físicas de don Jesús.

De manera fortuita, pareciera que se imagina su infancia cuando cuenta que dejaba los cursos por tres meses para irse a pastar vacas al monte. El hombre de 68 años deletrea una oración con pausas ligeras para pronunciar los acentos y las consonantes. Hace 50 años que no pronuncia de corrido.

Consuelo Nieto de 69 años, su esposa, batalla de igual forma. También deletrea con dificultad un párrafo de su guía del INEA, mientras su esposo Jesús hace una suma. En el comedor desplegaron cuadernos con planas de oraciones cortas, lápices y unos refrescos.

Ambos estudian la primaria en el INEA; sin embargo, la pandemia amenazó su curso ya que el virus del Covid-19 atacó de manera más significativa a las personas de su edad pero a la pareja le ganó por voluntad propia, con la otra voluntad que llega después de los 60 años, explayan ambos.

"Estamos dispuestos a esta experiencia de vida, porque es eso", explica don Jesús, en tanto reflexiona de sus razones por las que entró a los cursos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.

La crisis sanitaria los mantuvo en su casa, en su comedor, donde desplegaron sus libros, libretas y repasaron por semanas sus guías para poder graduarse.

HUBO POCA ESCUELA

Para poder llegar a la escuela, hace 50 años, don Jesús tenia que dejar las vacas pastando y bajar el volcán para alcanzar a llegar a la clase. Recuerda haber tenido una infancia obligada al hambre, al trabajo que se hace más duro en el monte. Igual que la oportunidad de aprender a leer y escribir.

En un universo de necesidad, en que hay una batalla entre buscar para comer y la escuela, la primera llevó ventaja y don Jesús quedó hasta sexto de primaria. Luego su escuela fue detrás de su padre, arriando ganado. Por razones similares y por ser nueve hermanos, Consuelo dejó el cuarto de primaria.

"En tiempos de lluvias nos íbamos a lavar al arroyo y ya no daba tiempo", recuerda doña Consuelo. Ella creció disputando entre sus hermanos un pedazo en el hogar.

Yo le dije a mi esposo, vamos Jesús, porque yo la verdad quería tener mi primaria y me lo llevaba.

LABOR INEA

"El INEA, es para todas las edades", explica la profesora Ana María Díaz quien es la encargada de los cursos de Jesús y Consuelo en la plaza comunitaria de Zaragoza donde los atiende junto con unas 40 personas de 15 años en adelante.

"Al principio se les hace un ejercicio diagnóstico y a partir de ahí, de esos conocimientos, continuamos", explica la profesora.

Este martes los visitó para entregarle las nuevas guías y explicó que doña Consuelo recibió su certificado hace unos días y solo falta que don Jesús culmine los últimos módulos.

"A los alumnos los estamos atendiendo a distancia, con ellos venimos a dejarles su material porque no hay de otra forma", añade Díaz.

UNA ESCUELA EN CASA

La pequeña sala de Consuelo y Jesús es un aula que convive con un altar de santos: San Judas, la virgen de Guadalupe y una mesa al centro en ese lugar despliegan guías del INEA y sus libretas donde repasan por las tardes. Cuando acaban las labranzas del hogar y hay tiempo, dicen.

Ambos son alumnos de primaria de la Plaza Comunitaria del INEA instalada en la comunidad de Zaragoza en Calimaya solo que el salón que se dispuso en el edificio de la delegación se cerró desde que inició la pandemia.

Aquí repasamos, mi esposo hasta teje y hasta cantamos el Cielito Lindo.

Allí el ambiente es único porque las paredes las adornan unas jaulas con una parvada de gorriones y un canario, al otro lado un calandrio y un jilguero.

Los profesores del INEA que los visitaron los felicitaron porque este miércoles es el Día Internacional de la Alfabetización y su historia es de éxito para la institución.

"Ya tenemos hasta bisnietos y nos dicen: échenle ganas y por eso seguimos para darles un ejemplo", cuenta la pareja.

Ambos lucen con ropas pulcras, también lucen sonrisas y para deleite de sus visitas entonan el Cielito Lindo. Luego todo es risa y aplausos. De esa forma, en la salita, con un par de refrescos, pareciera que hay un festejo improvisado de la culminación de la primaria de la pareja.

"Si Dios me presta la vida, voy a seguir estudiando", dice doña Consuelo, luego sostiene entre ambas manos su certificado de primaria que recientemente le entregaron.

Hace dos años don Jesús Valdés nuevamente tomó un libro escolar entre sus manos. Las formas y el material didáctico cambiaron después de 50 años así como las señas físicas de don Jesús.

De manera fortuita, pareciera que se imagina su infancia cuando cuenta que dejaba los cursos por tres meses para irse a pastar vacas al monte. El hombre de 68 años deletrea una oración con pausas ligeras para pronunciar los acentos y las consonantes. Hace 50 años que no pronuncia de corrido.

Consuelo Nieto de 69 años, su esposa, batalla de igual forma. También deletrea con dificultad un párrafo de su guía del INEA, mientras su esposo Jesús hace una suma. En el comedor desplegaron cuadernos con planas de oraciones cortas, lápices y unos refrescos.

Ambos estudian la primaria en el INEA; sin embargo, la pandemia amenazó su curso ya que el virus del Covid-19 atacó de manera más significativa a las personas de su edad pero a la pareja le ganó por voluntad propia, con la otra voluntad que llega después de los 60 años, explayan ambos.

"Estamos dispuestos a esta experiencia de vida, porque es eso", explica don Jesús, en tanto reflexiona de sus razones por las que entró a los cursos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.

La crisis sanitaria los mantuvo en su casa, en su comedor, donde desplegaron sus libros, libretas y repasaron por semanas sus guías para poder graduarse.

HUBO POCA ESCUELA

Para poder llegar a la escuela, hace 50 años, don Jesús tenia que dejar las vacas pastando y bajar el volcán para alcanzar a llegar a la clase. Recuerda haber tenido una infancia obligada al hambre, al trabajo que se hace más duro en el monte. Igual que la oportunidad de aprender a leer y escribir.

En un universo de necesidad, en que hay una batalla entre buscar para comer y la escuela, la primera llevó ventaja y don Jesús quedó hasta sexto de primaria. Luego su escuela fue detrás de su padre, arriando ganado. Por razones similares y por ser nueve hermanos, Consuelo dejó el cuarto de primaria.

"En tiempos de lluvias nos íbamos a lavar al arroyo y ya no daba tiempo", recuerda doña Consuelo. Ella creció disputando entre sus hermanos un pedazo en el hogar.

Yo le dije a mi esposo, vamos Jesús, porque yo la verdad quería tener mi primaria y me lo llevaba.

LABOR INEA

"El INEA, es para todas las edades", explica la profesora Ana María Díaz quien es la encargada de los cursos de Jesús y Consuelo en la plaza comunitaria de Zaragoza donde los atiende junto con unas 40 personas de 15 años en adelante.

"Al principio se les hace un ejercicio diagnóstico y a partir de ahí, de esos conocimientos, continuamos", explica la profesora.

Este martes los visitó para entregarle las nuevas guías y explicó que doña Consuelo recibió su certificado hace unos días y solo falta que don Jesús culmine los últimos módulos.

"A los alumnos los estamos atendiendo a distancia, con ellos venimos a dejarles su material porque no hay de otra forma", añade Díaz.

UNA ESCUELA EN CASA

La pequeña sala de Consuelo y Jesús es un aula que convive con un altar de santos: San Judas, la virgen de Guadalupe y una mesa al centro en ese lugar despliegan guías del INEA y sus libretas donde repasan por las tardes. Cuando acaban las labranzas del hogar y hay tiempo, dicen.

Ambos son alumnos de primaria de la Plaza Comunitaria del INEA instalada en la comunidad de Zaragoza en Calimaya solo que el salón que se dispuso en el edificio de la delegación se cerró desde que inició la pandemia.

Aquí repasamos, mi esposo hasta teje y hasta cantamos el Cielito Lindo.

Allí el ambiente es único porque las paredes las adornan unas jaulas con una parvada de gorriones y un canario, al otro lado un calandrio y un jilguero.

Los profesores del INEA que los visitaron los felicitaron porque este miércoles es el Día Internacional de la Alfabetización y su historia es de éxito para la institución.

"Ya tenemos hasta bisnietos y nos dicen: échenle ganas y por eso seguimos para darles un ejemplo", cuenta la pareja.

Ambos lucen con ropas pulcras, también lucen sonrisas y para deleite de sus visitas entonan el Cielito Lindo. Luego todo es risa y aplausos. De esa forma, en la salita, con un par de refrescos, pareciera que hay un festejo improvisado de la culminación de la primaria de la pareja.

"Si Dios me presta la vida, voy a seguir estudiando", dice doña Consuelo, luego sostiene entre ambas manos su certificado de primaria que recientemente le entregaron.

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