/ martes 15 de marzo de 2022

ConCiencia | Mexicana

Hace pocos días conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, recordatorio de una lucha que permanece, para reconocer y hacer valer nuestras garantías, en todos los ámbitos de la vida. Agradecimiento eterno a mujeres que, pelearon por las libertades que hoy disfrutamos.

Años después a pesar de tener convenciones, normativas y leyes, las mujeres continuamos sobreviviendo en un mundo violento y misógino. La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y dolorosas

Las mujeres y las niñas sufrimos diferentes tipos de violencia: en el hogar, en el espacio público, en la escuela, en el trabajo, en el ciberespacio, en la comunidad, en la política, en las instituciones.

En nuestro país, uno de los más inseguros del mundo, la historia es aterradora e impactante, en el marco de la pandemia en el último año, los casos de violencia contra la mujer y el aumento en los feminicidios sólo exponen la verdad, simplemente SER MUJER EN MÉXICO, DUELE,


Con eliminación de programas fundamentales para el empoderamiento femenino e innumerables recortes presupuestales, la normalización de la violencia se ha institucionalizado hoy más que nunca.

Nadie puede imaginarse el dolor ni la impotencia de una voz ignorada ante una denuncia que no significa nada en un país en el que las expresiones ciudadanas son provocación, seguimos sin entender que la violencia no es normal, es inaceptable, simplemente intolerable. Venga de donde venga.

Ante el panorama, es fundamental que alcemos la voz en unidad, sin colores, ni partidos, en una conciencia colectiva de continuar trabajando por romper techos de cristal y garantizar nuestros derechos.

Estoy convencida que quien ayuda a una mujer, salva a una familia, salva el mundo. Está demostrado científicamente que el amor y la empatía pueden salvar vidas, es fundamental que unamos esfuerzos, corazones y conciencias para crear redes de apoyo firmes y fuertes para seguir sentando las bases de una sociedad con verdadera igualdad sustantiva.


Hace pocos días conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, recordatorio de una lucha que permanece, para reconocer y hacer valer nuestras garantías, en todos los ámbitos de la vida. Agradecimiento eterno a mujeres que, pelearon por las libertades que hoy disfrutamos.

Años después a pesar de tener convenciones, normativas y leyes, las mujeres continuamos sobreviviendo en un mundo violento y misógino. La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y dolorosas

Las mujeres y las niñas sufrimos diferentes tipos de violencia: en el hogar, en el espacio público, en la escuela, en el trabajo, en el ciberespacio, en la comunidad, en la política, en las instituciones.

En nuestro país, uno de los más inseguros del mundo, la historia es aterradora e impactante, en el marco de la pandemia en el último año, los casos de violencia contra la mujer y el aumento en los feminicidios sólo exponen la verdad, simplemente SER MUJER EN MÉXICO, DUELE,


Con eliminación de programas fundamentales para el empoderamiento femenino e innumerables recortes presupuestales, la normalización de la violencia se ha institucionalizado hoy más que nunca.

Nadie puede imaginarse el dolor ni la impotencia de una voz ignorada ante una denuncia que no significa nada en un país en el que las expresiones ciudadanas son provocación, seguimos sin entender que la violencia no es normal, es inaceptable, simplemente intolerable. Venga de donde venga.

Ante el panorama, es fundamental que alcemos la voz en unidad, sin colores, ni partidos, en una conciencia colectiva de continuar trabajando por romper techos de cristal y garantizar nuestros derechos.

Estoy convencida que quien ayuda a una mujer, salva a una familia, salva el mundo. Está demostrado científicamente que el amor y la empatía pueden salvar vidas, es fundamental que unamos esfuerzos, corazones y conciencias para crear redes de apoyo firmes y fuertes para seguir sentando las bases de una sociedad con verdadera igualdad sustantiva.