/ lunes 4 de diciembre de 2023

Ellos deciden y paga la ciudadanía

Las decisiones en el ámbito gubernamental son asunto de gran relevancia, porque además de los miles de millones de pesos que implican, repercuten en la vida de miles o millones de personas, dependiendo el orden de gobierno (municipal, estatal o federal). La improvisación y los errores tienen costos… y siempre los paga la ciudadanía.

A diferencia de la iniciativa privada donde la empresa asume el costo, en el caso de los gobiernos, quienes deciden lo hacen con dinero de la gente y el desorden o caos que provocan, repercute directa o indirectamente en la sociedad, en el corto y mediano plazo. Por ello, el perfil profesional de quienes asumen los cargos de responsabilidad es clave.

Recientemente, a partir de los escándalos y procesos legales emprendidos en Santiago Tianguistenco, Toluca y Almoloya de Juárez, en contra de sus respectivos presidentes municipales, aunque sean por motivos personales, impactan en el funcionamiento de los ayuntamientos. Han provocado -en los dos primeros- procedimientos jurídicos para resolver sus ausencias y, de manera natural, genera tensión entre las personas servidoras públicas.

¿Hasta qué punto sus actuaciones afectan a la sociedad? Aunque las instituciones tienen las estructuras y ordenamientos que les permiten sostener su operación, sí alteran el ánimo y la percepción con respecto a las autoridades, impactan en la opinión pública de sus respectivos partidos políticos y provocan ajustes administrativos urgentes.

Hay otros casos: Trenes que se ordena construir y se anuncia que concluirán antes de que acabe un sexenio (a pesar de que los especialistas explican que no es posible) e invierten recursos que se duplican o triplican; bicicletas y paraderos que se instalan para mejorar la movilidad y la siguiente administración desecha, perdiéndose el dinero invertido; luminarias costosas que se colocan y meses después ya no funcionan. Todas ellas, decisiones personales de quienes gobiernan.

Deseos de sumarse a competencias electorales y que activan procedimientos legales y administrativos que luego cambian, una y otra vez (caso Samuel García, Nuevo León); destituciones de servidores públicos profesionales a quienes se les “renuncia” para cumplir compromisos personales y colocar a gente que no tiene la formación profesional necesaria o porque hay ánimos regionalistas y se “expulsa” a quienes estorban.

Ante esos casos, surgen algunas preguntas: ¿No deberían sancionarse esos cambios de comportamiento?, ¿es irrelevante que se exija que quienes deciden sobre los temas públicos tengan el conocimiento y la experiencia necesaria?, ¿su elección o designación les faculta para hacer “lo que deseen”, aunque sea producto de un arranque o una emoción?

Ahora que viene el proceso electoral de 2024, quizá deberíamos analizar con mayor cuidado los perfiles de quienes competirán, porque finalmente ellos deciden y paga la ciudadanía.

#TODOCOMUNICA

Será interesante conocer las propuestas ciudadanas para el Plan de Desarrollo del Estado de México 2023-2029.


Las decisiones en el ámbito gubernamental son asunto de gran relevancia, porque además de los miles de millones de pesos que implican, repercuten en la vida de miles o millones de personas, dependiendo el orden de gobierno (municipal, estatal o federal). La improvisación y los errores tienen costos… y siempre los paga la ciudadanía.

A diferencia de la iniciativa privada donde la empresa asume el costo, en el caso de los gobiernos, quienes deciden lo hacen con dinero de la gente y el desorden o caos que provocan, repercute directa o indirectamente en la sociedad, en el corto y mediano plazo. Por ello, el perfil profesional de quienes asumen los cargos de responsabilidad es clave.

Recientemente, a partir de los escándalos y procesos legales emprendidos en Santiago Tianguistenco, Toluca y Almoloya de Juárez, en contra de sus respectivos presidentes municipales, aunque sean por motivos personales, impactan en el funcionamiento de los ayuntamientos. Han provocado -en los dos primeros- procedimientos jurídicos para resolver sus ausencias y, de manera natural, genera tensión entre las personas servidoras públicas.

¿Hasta qué punto sus actuaciones afectan a la sociedad? Aunque las instituciones tienen las estructuras y ordenamientos que les permiten sostener su operación, sí alteran el ánimo y la percepción con respecto a las autoridades, impactan en la opinión pública de sus respectivos partidos políticos y provocan ajustes administrativos urgentes.

Hay otros casos: Trenes que se ordena construir y se anuncia que concluirán antes de que acabe un sexenio (a pesar de que los especialistas explican que no es posible) e invierten recursos que se duplican o triplican; bicicletas y paraderos que se instalan para mejorar la movilidad y la siguiente administración desecha, perdiéndose el dinero invertido; luminarias costosas que se colocan y meses después ya no funcionan. Todas ellas, decisiones personales de quienes gobiernan.

Deseos de sumarse a competencias electorales y que activan procedimientos legales y administrativos que luego cambian, una y otra vez (caso Samuel García, Nuevo León); destituciones de servidores públicos profesionales a quienes se les “renuncia” para cumplir compromisos personales y colocar a gente que no tiene la formación profesional necesaria o porque hay ánimos regionalistas y se “expulsa” a quienes estorban.

Ante esos casos, surgen algunas preguntas: ¿No deberían sancionarse esos cambios de comportamiento?, ¿es irrelevante que se exija que quienes deciden sobre los temas públicos tengan el conocimiento y la experiencia necesaria?, ¿su elección o designación les faculta para hacer “lo que deseen”, aunque sea producto de un arranque o una emoción?

Ahora que viene el proceso electoral de 2024, quizá deberíamos analizar con mayor cuidado los perfiles de quienes competirán, porque finalmente ellos deciden y paga la ciudadanía.

#TODOCOMUNICA

Será interesante conocer las propuestas ciudadanas para el Plan de Desarrollo del Estado de México 2023-2029.