/ viernes 12 de abril de 2024

Pensamiento Universitario | Los jóvenes y la democracia

Al inquilino de Palacio Nacional no le importan las limitaciones legales ni la veda electoral y continúa haciendo proselitismo en las “mañaneras”, en favor de sus candidatos e incondicionales de su proyecto político.

La semana pasada el llamado fue hacia los jóvenes, a quienes pidió no dejarse cooptar por los conservadores, no adherirse a su movimiento, pues eso los convertiría en malos ciudadanos, en gente de malas entrañas, hipócrita y corrupta. Incluso, les dijo, si les llaman y quieren convencerlos de lo bueno de la privatización, deben recurrir a la protección de su Detente.

En un país con las carencias del nuestro, es obvia la necesidad de tener una juventud con valores y adecuadamente preparada, si se desea ver en ellas y ellos la esperanza de construir un mejor porvenir. En este aporte, sería motivo del mayor reconocimiento el verlos involucrarse en la lucha por la democracia, con la finalidad de formar una sociedad mucho más crítica, libre y participativa, y así cambiar el rumbo de esta sufrida nación.

Sin embargo, aunque en lo teórico se escucha muy bien, en la práctica se observa en las nuevas generaciones una conducta de conformismo prácticamente generalizada; de apatía, desinterés y rechazo, en cuanto a dar cumplimiento a sus obligaciones cívicas. Imitan el ejemplo de sus mayores, y también les parece normal escuchar las frecuentes noticias sobre la incapacidad, abusos de poder y complicidades de los gobiernos fallidos.

Con resignación y fatalismo aceptan que no se aplique ni se respete la ley para evitar la violencia y la inseguridad, el desmantelamiento de las instituciones autónomas, los feminicidios, la destrucción de la selva maya, el derroche y opacidad en las costosos e inútiles obras emblemáticas, la crisis en los sectores de salud y educativo, los daños a la economía, la corrupción ampliamente exhibida, más un largo etcétera. Tampoco dimensionan las consecuencias de fomentar, desde diversos frentes del dogmatismo, el odio y la intolerancia entre los mexicanos; de descalificar y atacar a quienes piensan diferente y no admiten la imposición de ideas o argumentos encauzados a justificar el desastre.

Por eso se han fortalecido las élites de características especiales, soberbias, insensibles y muy sobrevaloradas, para las cuales el acceso a los cargos públicos se traduce en una serie interminable de deficiencias estructurales, producto de desempeños nefastos. Lejos de brindarle a la población un servicio de calidad, soporte del progreso, esos políticos se desprestigian y se convierten en sinónimos del exceso, del tráfico de influencias y de los negocios ilícitos; de la deshonestidad y el nepotismo; del encubrimiento, la mentira y el cinismo.

Así entonces, con el objetivo de dignificar actuaciones en el ámbito oficial, de generar contrapesos y combatir la inmoralidad, en la jornada electoral del próximo 2 de junio la obligación de todos es asumir un compromiso de largo alcance. Es decir, además de la actitud renovada, consciente e informada de la ciudadanía en su conjunto, es determinante contar con la participación de los jóvenes, pues está de por medio no sólo su futuro y el de sus familias, sino la propia soberanía del pueblo mexicano.

Su contribución en estos momentos es imprescindible, ante la imposibilidad de seguir guardando silencio, de ignorar la realidad y dejarle el campo libre a un régimen bastante desgastado, falaz, oneroso y de efectividad mínima.

Comentario final: Los contribuyentes exigimos una Toluca con agua, sin baches ni basura, ordenada y segura.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

Al inquilino de Palacio Nacional no le importan las limitaciones legales ni la veda electoral y continúa haciendo proselitismo en las “mañaneras”, en favor de sus candidatos e incondicionales de su proyecto político.

La semana pasada el llamado fue hacia los jóvenes, a quienes pidió no dejarse cooptar por los conservadores, no adherirse a su movimiento, pues eso los convertiría en malos ciudadanos, en gente de malas entrañas, hipócrita y corrupta. Incluso, les dijo, si les llaman y quieren convencerlos de lo bueno de la privatización, deben recurrir a la protección de su Detente.

En un país con las carencias del nuestro, es obvia la necesidad de tener una juventud con valores y adecuadamente preparada, si se desea ver en ellas y ellos la esperanza de construir un mejor porvenir. En este aporte, sería motivo del mayor reconocimiento el verlos involucrarse en la lucha por la democracia, con la finalidad de formar una sociedad mucho más crítica, libre y participativa, y así cambiar el rumbo de esta sufrida nación.

Sin embargo, aunque en lo teórico se escucha muy bien, en la práctica se observa en las nuevas generaciones una conducta de conformismo prácticamente generalizada; de apatía, desinterés y rechazo, en cuanto a dar cumplimiento a sus obligaciones cívicas. Imitan el ejemplo de sus mayores, y también les parece normal escuchar las frecuentes noticias sobre la incapacidad, abusos de poder y complicidades de los gobiernos fallidos.

Con resignación y fatalismo aceptan que no se aplique ni se respete la ley para evitar la violencia y la inseguridad, el desmantelamiento de las instituciones autónomas, los feminicidios, la destrucción de la selva maya, el derroche y opacidad en las costosos e inútiles obras emblemáticas, la crisis en los sectores de salud y educativo, los daños a la economía, la corrupción ampliamente exhibida, más un largo etcétera. Tampoco dimensionan las consecuencias de fomentar, desde diversos frentes del dogmatismo, el odio y la intolerancia entre los mexicanos; de descalificar y atacar a quienes piensan diferente y no admiten la imposición de ideas o argumentos encauzados a justificar el desastre.

Por eso se han fortalecido las élites de características especiales, soberbias, insensibles y muy sobrevaloradas, para las cuales el acceso a los cargos públicos se traduce en una serie interminable de deficiencias estructurales, producto de desempeños nefastos. Lejos de brindarle a la población un servicio de calidad, soporte del progreso, esos políticos se desprestigian y se convierten en sinónimos del exceso, del tráfico de influencias y de los negocios ilícitos; de la deshonestidad y el nepotismo; del encubrimiento, la mentira y el cinismo.

Así entonces, con el objetivo de dignificar actuaciones en el ámbito oficial, de generar contrapesos y combatir la inmoralidad, en la jornada electoral del próximo 2 de junio la obligación de todos es asumir un compromiso de largo alcance. Es decir, además de la actitud renovada, consciente e informada de la ciudadanía en su conjunto, es determinante contar con la participación de los jóvenes, pues está de por medio no sólo su futuro y el de sus familias, sino la propia soberanía del pueblo mexicano.

Su contribución en estos momentos es imprescindible, ante la imposibilidad de seguir guardando silencio, de ignorar la realidad y dejarle el campo libre a un régimen bastante desgastado, falaz, oneroso y de efectividad mínima.

Comentario final: Los contribuyentes exigimos una Toluca con agua, sin baches ni basura, ordenada y segura.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com