/ jueves 13 de mayo de 2021

Voz Millennial | El país que odia a sus madres


Tocar el tema de la maternidad entre las millennials no es solo cuestión de tendencia sino una especie de mandato social por la edad que tenemos. Lo cierto es que entre la precariedad laboral, la desigualdad sistemática y la violencia sufrida, ser mamá en México es sinónimo de un estado de constante vulnerabilidad. Aquí algunos datos que refuerzan la hipocresía mexicana:

El 44% de las madres de familias uniparentales no tienen derechos laborales porque están en la informalidad, esto debido a que tienden a tener menos estudios pero también a que son más fácilmente despedidas y tienen que dividir el tiempo entre el trabajo y la maternidad. 16% de los embarazos adolescentes en 2020 fueron producto de violaciones, sin contar que somos el primer lugar en embarazos infantil en el continente (primer lugar en pedofilia, es lo correcto).

De acuerdo con el INEGI, 50.4 horas más a la semana de trabajo en casa o de cuidado realizan a las madres mexicanas, en comparación con las 14.6 que pueden realizar los padres, en promedio. El 60% de las víctimas de feminicidios era madres, lo que refuerza el aumento en la violencia intrafamiliar pero también en la violencia feminicida. Todo esto refuerza mi argumento de que México es un país que odio las maternidades porque implican el único poder que las mujeres tenemos y que es intransferible: la concepción.

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, 21% de las mujeres que trabajaban salieron de sus espacios laborales para realizar trabajos de cuidado en las familias. ¿Tiene que ver con la construcción social de que las mujeres somos mejores como cuidadoras o más bien tienen que ver con la desigualdad laboral en la que el hombre tiene más oportunidades laborales? Parte de esto es porque el modelo patriarcal que tenemos, las mujeres debemos vernos y actuar como hombres (alejados de las responsabilidades del hogar y de los hijos) o sufrir las consecuencias de no ser mano de obra que pueda dar su vida por la empresa.

Aún hoy, anteponer su bienestar es visto como egoísta pues está presente la dictadura del modelo de la madre abnegada que sacrifica su vida por sus hijos, quienes replican ese modelo como víctimas y victimarios. Las madres tienen deseos, se cansan, lloran y son seres humanos integrales, no simples esclavas cuyo trabajo de cuidado representa el sostén del sistema capitalista (léase a Flora Tristán o Mary Wollstonecraft).

Para amar a nuestras madres debemos de empezar a reconfigurar la composición de la familia, e incluirle las paternidades corresponsables y maternidades libres. Como la familia es el núcleo de nuestro sistema social, las empresas tendrán que dar más derechos a los padres para estar con sus hijos y aligerar la carga de las mujeres en su rol materno, cuestión que las vuelve indeseables. Pero lo más importante: debemos empezar a cuidar a nuestras madres, amigas, hermanas, abuelas y devolverles el valor que les resta el sistema. De otra manera, el Día de las Madres seguirá siendo un festejo mercadológico y vacío.

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Lic. Paulina Lemus Hernández

Columnista de El Sol de TolucaMaestrante en Estudios Latinoamericanos

Activista social


Tocar el tema de la maternidad entre las millennials no es solo cuestión de tendencia sino una especie de mandato social por la edad que tenemos. Lo cierto es que entre la precariedad laboral, la desigualdad sistemática y la violencia sufrida, ser mamá en México es sinónimo de un estado de constante vulnerabilidad. Aquí algunos datos que refuerzan la hipocresía mexicana:

El 44% de las madres de familias uniparentales no tienen derechos laborales porque están en la informalidad, esto debido a que tienden a tener menos estudios pero también a que son más fácilmente despedidas y tienen que dividir el tiempo entre el trabajo y la maternidad. 16% de los embarazos adolescentes en 2020 fueron producto de violaciones, sin contar que somos el primer lugar en embarazos infantil en el continente (primer lugar en pedofilia, es lo correcto).

De acuerdo con el INEGI, 50.4 horas más a la semana de trabajo en casa o de cuidado realizan a las madres mexicanas, en comparación con las 14.6 que pueden realizar los padres, en promedio. El 60% de las víctimas de feminicidios era madres, lo que refuerza el aumento en la violencia intrafamiliar pero también en la violencia feminicida. Todo esto refuerza mi argumento de que México es un país que odio las maternidades porque implican el único poder que las mujeres tenemos y que es intransferible: la concepción.

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, 21% de las mujeres que trabajaban salieron de sus espacios laborales para realizar trabajos de cuidado en las familias. ¿Tiene que ver con la construcción social de que las mujeres somos mejores como cuidadoras o más bien tienen que ver con la desigualdad laboral en la que el hombre tiene más oportunidades laborales? Parte de esto es porque el modelo patriarcal que tenemos, las mujeres debemos vernos y actuar como hombres (alejados de las responsabilidades del hogar y de los hijos) o sufrir las consecuencias de no ser mano de obra que pueda dar su vida por la empresa.

Aún hoy, anteponer su bienestar es visto como egoísta pues está presente la dictadura del modelo de la madre abnegada que sacrifica su vida por sus hijos, quienes replican ese modelo como víctimas y victimarios. Las madres tienen deseos, se cansan, lloran y son seres humanos integrales, no simples esclavas cuyo trabajo de cuidado representa el sostén del sistema capitalista (léase a Flora Tristán o Mary Wollstonecraft).

Para amar a nuestras madres debemos de empezar a reconfigurar la composición de la familia, e incluirle las paternidades corresponsables y maternidades libres. Como la familia es el núcleo de nuestro sistema social, las empresas tendrán que dar más derechos a los padres para estar con sus hijos y aligerar la carga de las mujeres en su rol materno, cuestión que las vuelve indeseables. Pero lo más importante: debemos empezar a cuidar a nuestras madres, amigas, hermanas, abuelas y devolverles el valor que les resta el sistema. De otra manera, el Día de las Madres seguirá siendo un festejo mercadológico y vacío.

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Lic. Paulina Lemus Hernández

Columnista de El Sol de TolucaMaestrante en Estudios Latinoamericanos

Activista social

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