Condenan a la tercera edad a la informalidad

Sólo encuentran trabajo como “cerillitos”

Patricia Venegas

  · viernes 26 de enero de 2018

Foto ilustrativa.

Tlalnepantla, México.- A Margarito, Rosa y Miguel, la vida les deparó un destino similar en su vejez: sufrir pobreza, hambre y soledad en una sociedad donde no existen oportunidades laborales para los adultos mayores. Sólo encontraron trabajo como “cerillitos”, pero la discriminación ya la conocían desde que entraron en la tercera edad.

Estas tres historias son algunas de miles de personas en todo el Estado de México que trabajan como empaquetadores en tiendas departamentales y que, en algunos casos, la muerte no los libra de la exclusión.

En México, 32 mil 340 personas mayores de 60 años laboran como empaquetadores en tiendas departamentales, todos sin un sueldo y en muchos casos con explotación, acoso, discriminación y sin derechos laborales.

Es el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), el que tiene a su cargo la celebración de estos convenios en todo el país. Este organismo al igual que el DIF en los municipios, intenta brindar una oportunidad laboral a los adultos mayores.

Pese a ello, este tipo de apoyo tiene sus inconvenientes: los supermercados encontraron empleados sin prestaciones y sin nada que ate jurídicamente a sus "voluntarios", dejándolos sin derechos, pero con muchas obligaciones.

La presión es constante para los abuelitos. Romper cualquier cosa, hasta un frasco pequeño de mayonesa debe de ser pagado, con las propinas de un día, del trabajo de hasta seis horas de pie y sin descanso. Por desgracia, por la habilidad pérdida con el paso de los años, son muy comunes los accidentes.

Y sus funciones no se limitan sólo a guardar en bolsas o cajas las compras de los clientes, su trabajo también incluye rolar turnos para realizar labores de limpieza, ser guarda bultos o acomodadores, perdiendo propinas en esas horas.

A don Margarito sus 89 años de edad no lo vencen, tampoco el cansancio de sus piernas o la leve sordera y vista cansada, que no pueden ocultarse, mucho menos la soledad en que vive. El paso de los años ha degenerado el cristalino de sus ojos tornándolos en un verde opaco y causado estragos en su cabello, que ahora luce cano. Aún con fuerzas, desde hace casi una década intenta sobrevivir con las propinas que recibe como “cerillito” en un centro comercial.